27/04/2019, 03:25
Razaro sentiría como la mano de su carcelero se apretaba, con cada palabra suya, sobre su esternón. Era una fuerza impropia de ese cuerpo debilucho del jodido Kincho, que iba a servir para dar mayor énfasis a lo que estaba a punto de decir.
—Hoy es tu día de suerte, porque no bajarás sino que... subirás —dijo, seductivo—. ¿no quieres ser libre, Razaro? claro que primero tenemos que asegurarnos de eso. Dime, Razaro. ¿A quién le robaste ahí afuera, cuando tu vida te pertenecía a ti y sólo a ti?
»Responde correctamente, y podrás saborear la libertad muy pronto. Equivócate, por el contrario... y conocerás algo peor que el Tercero.
—Hoy es tu día de suerte, porque no bajarás sino que... subirás —dijo, seductivo—. ¿no quieres ser libre, Razaro? claro que primero tenemos que asegurarnos de eso. Dime, Razaro. ¿A quién le robaste ahí afuera, cuando tu vida te pertenecía a ti y sólo a ti?
»Responde correctamente, y podrás saborear la libertad muy pronto. Equivócate, por el contrario... y conocerás algo peor que el Tercero.