28/04/2019, 01:00
Una cadena de sellos. El pecho se hinchó. El agua estalló.
Barba Roja, de mente rápida y precavido, saltó hacia un lateral, contra la pared, mientras arrastraba consigo al hombre que empuñaba el khopesh. Este hombre, de metro noventa y con el torso de un toro, no parecía de mente tan rápida. Más bien, de los que embestía con los ojos cerrados sin importarle qué había al otro lado.
La mayoría se vio arrastrado por una ola de cuatro metros de ancho entre chillidos. Siete, los más afortunados que estaban pegados a la pared, permanecían en pie.
—¿¡Quién eres!? —quiso saber Barba Roja—. Eres... —¿Acaso...?—. ¿Un Dragón?
Al Toro, en cambio, no le importaba. Dejó atrás los cuatro escalones que le quedaban de un poderoso salto, y blandió su espada para partir a Kaido por la mitad.
Atrás, Muñeca cogía unas llaves y traspasaba el umbral, cerrando la puerta tras de sí.
En frente, se oyó el crepitar del fuego. Alguno de los dos kusajines se había cansado de intentar controlar la situación y había pasado directamente a la ofensiva. Los chillidos de muchos presos que llegó a continuación reflejó que la técnica, fuese cual fuese, había dado en el blanco.
Pero, en medio del dolor, nuevos rugidos. Esta vez más agudos.
Las mujeres habían llegado.
Barba Roja, de mente rápida y precavido, saltó hacia un lateral, contra la pared, mientras arrastraba consigo al hombre que empuñaba el khopesh. Este hombre, de metro noventa y con el torso de un toro, no parecía de mente tan rápida. Más bien, de los que embestía con los ojos cerrados sin importarle qué había al otro lado.
La mayoría se vio arrastrado por una ola de cuatro metros de ancho entre chillidos. Siete, los más afortunados que estaban pegados a la pared, permanecían en pie.
—¿¡Quién eres!? —quiso saber Barba Roja—. Eres... —¿Acaso...?—. ¿Un Dragón?
Al Toro, en cambio, no le importaba. Dejó atrás los cuatro escalones que le quedaban de un poderoso salto, y blandió su espada para partir a Kaido por la mitad.
Atrás, Muñeca cogía unas llaves y traspasaba el umbral, cerrando la puerta tras de sí.
En frente, se oyó el crepitar del fuego. Alguno de los dos kusajines se había cansado de intentar controlar la situación y había pasado directamente a la ofensiva. Los chillidos de muchos presos que llegó a continuación reflejó que la técnica, fuese cual fuese, había dado en el blanco.
Pero, en medio del dolor, nuevos rugidos. Esta vez más agudos.
Las mujeres habían llegado.
![[Imagen: ksQJqx9.png]](https://i.imgur.com/ksQJqx9.png)
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado