28/04/2019, 23:51
(Última modificación: 28/04/2019, 23:55 por Uchiha Akame. Editado 1 vez en total.)
¡Plas!, el revés de la mano de Kaido —azul, y dura como una roca— golpeó sin piedad el rostro del Uchiha cuando éste trató de mordérsela para evitar que le colocara aquella mordaza. Akame pataleó y gruñó ofreciendo una imagen más deplorable si cabe, incapaz de resistirse a seguir peleando. No estaba en control de sus facultades y eso se hacía claro; estaba pálido, sudaba a raudales y sus ojos eran febriles. Dos ojeras moreteadas surcaban su rostro y le temblaba todo.
Sin embargo, incluso en semejante estado de abstinencia forzada y delirio, el Uchiha conservaba suficiente lucidez como para entender las palabras de Kaido cuando éste comenzó a ahondar en la caída en desgracia, del que un día fue llamado El Profesional. Uno de los shinobi más prolíficos del Remolino. Sus ojos vidriosos se mantuvieron fijos en los del escualo, sólo para luego bajar a algún punto entre sus propias piernas, temblorosas.
Incluso aunque hubiese podido hablar, sin aquella mordaza, Akame no lo hubiese hecho. Había dejado de resistirse, de patalear. Era la viva imagen de una persona derrotada; y así se mantuvo, cabizbajo, con una postura corporal que le hacía parecer un cadáver que por alguna extraña razón, caminaba y hablaba. Al menos el alboroto había terminado, aunque la fiebre y los delirios proseguirían toda la noche.
Si su teoría era correcta, a la mañana siguiente estaría mucho mejor. O eso esperaba.
Sin embargo, incluso en semejante estado de abstinencia forzada y delirio, el Uchiha conservaba suficiente lucidez como para entender las palabras de Kaido cuando éste comenzó a ahondar en la caída en desgracia, del que un día fue llamado El Profesional. Uno de los shinobi más prolíficos del Remolino. Sus ojos vidriosos se mantuvieron fijos en los del escualo, sólo para luego bajar a algún punto entre sus propias piernas, temblorosas.
Incluso aunque hubiese podido hablar, sin aquella mordaza, Akame no lo hubiese hecho. Había dejado de resistirse, de patalear. Era la viva imagen de una persona derrotada; y así se mantuvo, cabizbajo, con una postura corporal que le hacía parecer un cadáver que por alguna extraña razón, caminaba y hablaba. Al menos el alboroto había terminado, aunque la fiebre y los delirios proseguirían toda la noche.
Si su teoría era correcta, a la mañana siguiente estaría mucho mejor. O eso esperaba.