29/04/2019, 00:59
El Uchiha quiso reír, soltar una carcajada amarga y perruna ante el chiste de Kaido; llevaba varios días limpio y esa mañana empezaba, por fin, a encontrarse mejor. Sin embargo, la risa se le atragantó en la garganta, provocándole en su lugar una tos malsana que nada bueno podía augurar. Luego de unos instantes de ahogo y ronca tos, Akame fue capaz de recomponerse.
—Como si acabara de volver del puto País de las Maravillas —contestó, ácido, mientras sus ojos bailaban por los espetos al fuego. De repente notaba un vacío en el estómago. «Por las tetas de Amaterasu... Huele... Delicioso...»
Con movimientos doloridos y cautelosos, el renegado se agitó en su asiento.
—Tengo el culo como una jodida carpeta. ¿Te importaría...?
Sus ojos se desviaron, inconscientemente, al lugar donde Kaido había tirado la pasta azul en la noche anterior. Sintió una punzada y desvió la vista, presto, como si temiera que el sólo mirar a los ojos a aquella bestia volviera a despertarla. Se sentía preso dentro de su propio cuerpo, pero al menos ya había empezado a dudar de qué lado estaba el cerrojo. Y en gran parte se lo debía a aquel tipo azul de dientes de sierra. Le había tenido a su merced, habría sido realmente fácil para Kaido el matarle, o entregarle y cobrar una más que probablemente jugosa recompensa, o...
«Pero no lo ha hecho.»
—Como si acabara de volver del puto País de las Maravillas —contestó, ácido, mientras sus ojos bailaban por los espetos al fuego. De repente notaba un vacío en el estómago. «Por las tetas de Amaterasu... Huele... Delicioso...»
Con movimientos doloridos y cautelosos, el renegado se agitó en su asiento.
—Tengo el culo como una jodida carpeta. ¿Te importaría...?
Sus ojos se desviaron, inconscientemente, al lugar donde Kaido había tirado la pasta azul en la noche anterior. Sintió una punzada y desvió la vista, presto, como si temiera que el sólo mirar a los ojos a aquella bestia volviera a despertarla. Se sentía preso dentro de su propio cuerpo, pero al menos ya había empezado a dudar de qué lado estaba el cerrojo. Y en gran parte se lo debía a aquel tipo azul de dientes de sierra. Le había tenido a su merced, habría sido realmente fácil para Kaido el matarle, o entregarle y cobrar una más que probablemente jugosa recompensa, o...
«Pero no lo ha hecho.»