30/04/2019, 00:51
Y ahí llegaba; la pregunta que Akame había estado esperando. No, no era tan ingenuo como para creer que el Tiburón olería sangre y no seguiría el rastro. Era la inevitable cuestión, preguntársela se trataba de algo tan natural como respirar, para alguien que había sido adiestrado en el oficio de ninja. El Uchiha cerró los ojos un momento, tratando de acompasar su respiración tal y como había hecho tantas veces en su anterior vida. Sabía que era inútil mentir, y que probablemente Kaido no se conformaría con una verdad a medias. Así que suspiró, resignado, y se preparó a confesar.
—Antes de alistarme en la Academia de las Olas, fui entrenado por otra persona. Alguien ajeno a Uzushiogakure —admitió, volviendo a mirar a su interlocutor—. Se esperaba algo de mí a cambio, pero mi lealtad siempre estuvo con el Remolino. Al final, acabé pagando por ello, incluso aunque me había negado a traicionar a los míos. Fui destruído por los mismos a los que quería proteger.
Carraspeó y luego escupió un gargajo a un lado.
—Qué puta ironía.
El renegado rebuscó, nervioso, entre los bolsillos interiores de su yukata hasta que halló lo que quería; una cajetilla de tabaco a la que apenas le quedaban media docena de cigarros. La había comprado hacía un par de noches, cuando la pareja de criminales se hospedó en un hostal de mala muerte en la frontera del País del Fuego, y desde entonces muchos soldaditos de la muerte habían caído para tratar de sofocar el mono de omoide que aquejaba a su señor. Akame les dirigió una mirada indiferente a los seis supervivientes y luego se tomó su sacrificio. Tras ponerse el cigarrillo en los labios, lo encendió con ayuda de una canica ígnea que había surgido en la palma de su mano tras chasquear los dedos.
Fumó un par de pitadas y expulsó el humo. La pequeña esfera incandescente se había esfumado tan rápido como apareciera momentos antes.
—Bien —asintió, al fin, ante la confesión de Kaido—. Espero que sufriera. Se merecía eso y mucho más.
Con una honda calada, Akame consumió casi un cuarto de su cigarrillo de una sola vez.
—Sí... A una de ellas —admitió, y por el vidrio que se reflejaba en sus ojos y el nudo que se intuía en su garganta, no había que ser muy avispado para intuir que aquello iba más allá de una simple relación entre colegas—. Supongo que no fui tan buen ninja después de todo.
—Antes de alistarme en la Academia de las Olas, fui entrenado por otra persona. Alguien ajeno a Uzushiogakure —admitió, volviendo a mirar a su interlocutor—. Se esperaba algo de mí a cambio, pero mi lealtad siempre estuvo con el Remolino. Al final, acabé pagando por ello, incluso aunque me había negado a traicionar a los míos. Fui destruído por los mismos a los que quería proteger.
Carraspeó y luego escupió un gargajo a un lado.
—Qué puta ironía.
El renegado rebuscó, nervioso, entre los bolsillos interiores de su yukata hasta que halló lo que quería; una cajetilla de tabaco a la que apenas le quedaban media docena de cigarros. La había comprado hacía un par de noches, cuando la pareja de criminales se hospedó en un hostal de mala muerte en la frontera del País del Fuego, y desde entonces muchos soldaditos de la muerte habían caído para tratar de sofocar el mono de omoide que aquejaba a su señor. Akame les dirigió una mirada indiferente a los seis supervivientes y luego se tomó su sacrificio. Tras ponerse el cigarrillo en los labios, lo encendió con ayuda de una canica ígnea que había surgido en la palma de su mano tras chasquear los dedos.
Fumó un par de pitadas y expulsó el humo. La pequeña esfera incandescente se había esfumado tan rápido como apareciera momentos antes.
—Bien —asintió, al fin, ante la confesión de Kaido—. Espero que sufriera. Se merecía eso y mucho más.
Con una honda calada, Akame consumió casi un cuarto de su cigarrillo de una sola vez.
—Sí... A una de ellas —admitió, y por el vidrio que se reflejaba en sus ojos y el nudo que se intuía en su garganta, no había que ser muy avispado para intuir que aquello iba más allá de una simple relación entre colegas—. Supongo que no fui tan buen ninja después de todo.