1/05/2019, 21:20
Akame calló ante la corrección de su igual. Cada vez estaba más cerca de darse cuenta de que Kaido tenía razón, quizá a unos niveles a los que ni él mismo sabía que era capaz. Por el momento, ambos shinobis exiliados se quedaron en el significado más inmediato de sus palabras, sin saber que aquellas en un día futuro desencadenarían algo imprevisible y trascendente. Esa historia, aún no es menester contarla.
—Lo que tú digas —replicó en ese momento el Uchiha, poco convencido y aún dolido por la traición de aquellos a los que había creído sus compañeros—. Sea como sea pagarán, eso tenlo por seguro.
El uzujin terminó su cigarrillo y arrojó la colilla a la hoguera. Luego se incorporó, estirándose tras una noche horrible —todavía le dolía todo el cuerpo—. La mañana ya había amanecido y ellos dos necesitaban seguir su camino; Akame estaba más paranoico que nunca y hasta creía ver la sombra de un escuadrón ANBU del Remolino dispuesto a abalanzarse sobre ellos en cada movimiento de las hojas de los árboles. Cuando el Tiburón le cuestionó sobre su repentina ausencia la primera noche, Akame esbozó una sonrisa torcida. Tardó unos momentos en contestar, mientras aseguraba todo su equipamiento ninja.
—Cobrándome una deuda, a un hijo de puta —sentenció, sin atisbo alguno de culpabilidad o arrepentimiento en su voz—. Haciéndole un favor a Oonindo. El mundo está mejor sin esa rata de los cojones.
Soltó un bufido, parecía divertido con el simple pensamiento, mas sus ideas calaban más hondo. Miró a Kaido, todavía con aquella sonrisa que hacía estirarse la cicatriz que le cruzaba los labios.
—Un tipo que se creyó más listo que yo, que pensó que podía joderme y salir impune. Lo maté en su propia cama, durmiendo a pierna suelta, ¿te lo puedes creer? ¿Pensó que iba a joder a Uchiha Akame y luego pegar ojo sin reparo cada noche? —escupió, despectivo—. ¿Sabes qué, Kaido? Le saqué de su error. Eso hice. Nadie me da por el culo y sigue con su vida tan tranquilo.
»Deberíamos ponernos en marcha ya. No sé cuánto tiempo tenemos hasta que esos perros aten cabos y se den cuenta de que no consiguieron terminar el trabajo.
—Lo que tú digas —replicó en ese momento el Uchiha, poco convencido y aún dolido por la traición de aquellos a los que había creído sus compañeros—. Sea como sea pagarán, eso tenlo por seguro.
El uzujin terminó su cigarrillo y arrojó la colilla a la hoguera. Luego se incorporó, estirándose tras una noche horrible —todavía le dolía todo el cuerpo—. La mañana ya había amanecido y ellos dos necesitaban seguir su camino; Akame estaba más paranoico que nunca y hasta creía ver la sombra de un escuadrón ANBU del Remolino dispuesto a abalanzarse sobre ellos en cada movimiento de las hojas de los árboles. Cuando el Tiburón le cuestionó sobre su repentina ausencia la primera noche, Akame esbozó una sonrisa torcida. Tardó unos momentos en contestar, mientras aseguraba todo su equipamiento ninja.
—Cobrándome una deuda, a un hijo de puta —sentenció, sin atisbo alguno de culpabilidad o arrepentimiento en su voz—. Haciéndole un favor a Oonindo. El mundo está mejor sin esa rata de los cojones.
Soltó un bufido, parecía divertido con el simple pensamiento, mas sus ideas calaban más hondo. Miró a Kaido, todavía con aquella sonrisa que hacía estirarse la cicatriz que le cruzaba los labios.
—Un tipo que se creyó más listo que yo, que pensó que podía joderme y salir impune. Lo maté en su propia cama, durmiendo a pierna suelta, ¿te lo puedes creer? ¿Pensó que iba a joder a Uchiha Akame y luego pegar ojo sin reparo cada noche? —escupió, despectivo—. ¿Sabes qué, Kaido? Le saqué de su error. Eso hice. Nadie me da por el culo y sigue con su vida tan tranquilo.
»Deberíamos ponernos en marcha ya. No sé cuánto tiempo tenemos hasta que esos perros aten cabos y se den cuenta de que no consiguieron terminar el trabajo.