2/05/2019, 17:15
«Qué jodida ironía...»
Y es que, en efecto, lo era. La ironía más grande que se le podía ocurrir a alguien; Uchiha Akame el Profesional, figurando en el Libro Bingo de su Aldea. Pero así era la vida, tan perra que a veces no sabías ni por dónde te venían las ostias, y la única opción hacia delante era surfear la ola, aunque fuese sin tabla. Lo contrario implicaba quedarse quieto y hundirse bajo el agua. Akame podía ser muchas cosas, pero por sobre todas era un superviviente nato; si meses de indigencia y drogas, criminalidad en la última posición de la cadena alimentaria de los bajos fondos, no habían acabado con él, sino que le habían traído a aquel lugar y ese momento concreto... Entonces, debía haber una razón.
¿No?
El Uchiha fumó otra calada.
—Tú lo has dicho, éramos unos niños de teta. Manipulables, ignorantes de nuestra condición. Deseosos de servir a nuestros amos mientras lamíamos la correa que llevábamos al cuello —dejó escapar el humo—. Tal vez tengas razón, y deba agradecerle a mi querido y antiguo mandatario el haberme abierto los ojos, liberado de mis grilletes. Ahora veo el mundo de una forma que nunca antes me había atrevido.
Poco a poco, un pensamiento iba formándose en lo más profundo de su alma. Del espíritu quebrado de aquel chico que había creído tener una familia. En ese momento era apenas una débil llama que titilaba en la oscuridad, pero había quien sabía que, de permitirlo, esa vela acabaría convirtiéndose en una tormenta de fuego que amenazaría con socavar los mismos cimientos de Oonindo. Al tiempo. Durante ese día, sólo tocaría caminar; caminar y caminar hasta ver, por fin, la Costa de las Olas Rompientes en el horizonte.
Y es que, en efecto, lo era. La ironía más grande que se le podía ocurrir a alguien; Uchiha Akame el Profesional, figurando en el Libro Bingo de su Aldea. Pero así era la vida, tan perra que a veces no sabías ni por dónde te venían las ostias, y la única opción hacia delante era surfear la ola, aunque fuese sin tabla. Lo contrario implicaba quedarse quieto y hundirse bajo el agua. Akame podía ser muchas cosas, pero por sobre todas era un superviviente nato; si meses de indigencia y drogas, criminalidad en la última posición de la cadena alimentaria de los bajos fondos, no habían acabado con él, sino que le habían traído a aquel lugar y ese momento concreto... Entonces, debía haber una razón.
¿No?
El Uchiha fumó otra calada.
—Tú lo has dicho, éramos unos niños de teta. Manipulables, ignorantes de nuestra condición. Deseosos de servir a nuestros amos mientras lamíamos la correa que llevábamos al cuello —dejó escapar el humo—. Tal vez tengas razón, y deba agradecerle a mi querido y antiguo mandatario el haberme abierto los ojos, liberado de mis grilletes. Ahora veo el mundo de una forma que nunca antes me había atrevido.
Poco a poco, un pensamiento iba formándose en lo más profundo de su alma. Del espíritu quebrado de aquel chico que había creído tener una familia. En ese momento era apenas una débil llama que titilaba en la oscuridad, pero había quien sabía que, de permitirlo, esa vela acabaría convirtiéndose en una tormenta de fuego que amenazaría con socavar los mismos cimientos de Oonindo. Al tiempo. Durante ese día, sólo tocaría caminar; caminar y caminar hasta ver, por fin, la Costa de las Olas Rompientes en el horizonte.