2/11/2015, 23:06
Blame no tardó en preguntarse lo evidente. ¿Qué tipo de arma podía ser esa?
—Puede ser... Sí, seguramente —con apenas un fragmento del arma ante sus ojos, tal y como afirmaba la cuestión del albino, un arco parecía ser lo que más podría encajar en aquella descripción—. Quizás es un arco de cristal... —soñó en voz alta.
Pero no podía hacer más que eso, soñar en voz alta. Porque el mar de gente que se había congregado alrededor de aquella vitrina rozaba casi lo absurdo. Ayame había pensado que no tardarían en disolverse, como una nube de moscas atraída por un nuevo dulce, pero pronto llegó hasta sus oídos una voz autoritaria y didáctica que se intercalaba con el murmullo excitado de la multitud.
—...el uso de este arma se remonta a centenares de años atrás... las villas no eran más que... y las bestias danzaban libres a sus...
—Están dando una charla sobre ese arma...
Blame había intervenido entonces, pero Ayame le dirigió una mirada casi furibunda, claramente reprobatoria.
—¡No! ¡Me niego! ¡Esta vez no caeré en tus brevas! —exclamó, agitando los brazos en un frenético aleteo. Entonces le señaló—. ¡Aúpame! ¡Así podré ver el arma! Y después te subiré yo a ti.
Toda una hazaña teniendo en cuenta la constitución de alguien tan debilucha como ella. Pero en ese momento ni siquiera lo pensó.
Y extendió los brazos hacia él, en un claro gesto que no necesitaba explicación alguna.
—Puede ser... Sí, seguramente —con apenas un fragmento del arma ante sus ojos, tal y como afirmaba la cuestión del albino, un arco parecía ser lo que más podría encajar en aquella descripción—. Quizás es un arco de cristal... —soñó en voz alta.
Pero no podía hacer más que eso, soñar en voz alta. Porque el mar de gente que se había congregado alrededor de aquella vitrina rozaba casi lo absurdo. Ayame había pensado que no tardarían en disolverse, como una nube de moscas atraída por un nuevo dulce, pero pronto llegó hasta sus oídos una voz autoritaria y didáctica que se intercalaba con el murmullo excitado de la multitud.
—...el uso de este arma se remonta a centenares de años atrás... las villas no eran más que... y las bestias danzaban libres a sus...
—Están dando una charla sobre ese arma...
Blame había intervenido entonces, pero Ayame le dirigió una mirada casi furibunda, claramente reprobatoria.
—¡No! ¡Me niego! ¡Esta vez no caeré en tus brevas! —exclamó, agitando los brazos en un frenético aleteo. Entonces le señaló—. ¡Aúpame! ¡Así podré ver el arma! Y después te subiré yo a ti.
Toda una hazaña teniendo en cuenta la constitución de alguien tan debilucha como ella. Pero en ese momento ni siquiera lo pensó.
Y extendió los brazos hacia él, en un claro gesto que no necesitaba explicación alguna.