4/05/2019, 04:05
Umikiba Kaido se sumió en una especie de deja vu cuando atracó junto a su nuevo aliado en las orillas de Kibo no Hikari. Era la segunda vez en menos de séis meses que acababa en aquél pueblo de aspecto austero, para la grandeza que pregonaba. Tierra de un noble menor, que solía esconderse tras los muros derruidos de un castillo; Kibo no Hikari era la tierra de todos y de nadie al mismo tiempo. Su puerto servía como punto conexo de las distintas rutas comerciales que Dragón Rojo utilizaba para mover los cargamentos de Omoide desde Hibakari.En aquél entonces, cuando conoció a Shaneji; le fue estúpidamente sencillo llegar hasta el mar —donde conoció a Daseru—. y posteriormente cogió la barca con una tripulación pequeña.
Por esa razón, se sintió un tanto desorientado cuando se encontró con aquél enorme navío. De hecho, nunca había visto uno tan grande, al menos flotando en condiciones sobre el mar.
A la distancia, envuelto en la incipiente oscuridad que atizaba a esas horas de la noche y protegido de los rayos de luz provenientes de la Torre de Raijin; Kaido aminoró el paso, con semblante dubitativo.
—No veo por ningún lado nuestro barco —dijo. Tampoco recordaba demasiado como era, pero esperaba poder ocuparse de ello en la mañana—. y ese acorazado... qué jodida bestia.
Por esa razón, se sintió un tanto desorientado cuando se encontró con aquél enorme navío. De hecho, nunca había visto uno tan grande, al menos flotando en condiciones sobre el mar.
A la distancia, envuelto en la incipiente oscuridad que atizaba a esas horas de la noche y protegido de los rayos de luz provenientes de la Torre de Raijin; Kaido aminoró el paso, con semblante dubitativo.
—No veo por ningún lado nuestro barco —dijo. Tampoco recordaba demasiado como era, pero esperaba poder ocuparse de ello en la mañana—. y ese acorazado... qué jodida bestia.