4/05/2019, 15:33
(Última modificación: 4/05/2019, 15:33 por Umikiba Kaido.)
Por un lado, la bocina casi volvió a romperse tras un virote de la ballesta de una mujer.
Por otro, Nathifa y el otro hombre se acercaba desde el piso más inferior.
Por el otro, Muñeca había desaparecido en el área común y no había rastro de ella.
Por un lado... o por el otro; Kaido estaba jodidísímo.
—¡Eh, gyojin! —dijo el Kage Bunshin, con las manos en alto—. ¿quién eres?
—¡Un tiburón!
—¡¿Y a dónde pertenecen los tiburones?!
No hizo falta más que aquella súbita revelación para entender la única salida. El desierto se le estaba haciendo demasiado árido, seco. Sus agallas deseaban humedecerse en el beso del agua una vez más. Sello de la serpiente, los rezos a Susanoo. Pulmones encascados de aire, y el chakra, su poderosa fuente de energía, arremolinándose desde sus intestinos para liberar las fuerzas de un Dios.
Ahora sabrían a dónde iba a parar las infinitas gotas de lluvia que lloraba Ame no Kami desde tiempos inmemorables.
El escualo liberó entonces una marea de agua cristalina y revoltosa que impactó contra el suelo, extendiéndose a una velocidad extraordinaria y con la fuerza de cientos de titanes. El poder de mar concentrado en un espacio tan reducido como resultaba ser el segundo piso, según su intuición y un debido análisis de las dimensiones del pasillo, le permitiría inundar toda la sala entera y traer el océano al desierto. Allí, nadie podía joderle. Allí, él era el rey. El Umi no Shisoku.
Con el mar de su lado, nadie le iba a vencer.
¡Nadie!
Por otro, Nathifa y el otro hombre se acercaba desde el piso más inferior.
Por el otro, Muñeca había desaparecido en el área común y no había rastro de ella.
Por un lado... o por el otro; Kaido estaba jodidísímo.
—¡Eh, gyojin! —dijo el Kage Bunshin, con las manos en alto—. ¿quién eres?
—¡Un tiburón!
—¡¿Y a dónde pertenecen los tiburones?!
«¡Al mar!»
No hizo falta más que aquella súbita revelación para entender la única salida. El desierto se le estaba haciendo demasiado árido, seco. Sus agallas deseaban humedecerse en el beso del agua una vez más. Sello de la serpiente, los rezos a Susanoo. Pulmones encascados de aire, y el chakra, su poderosa fuente de energía, arremolinándose desde sus intestinos para liberar las fuerzas de un Dios.
Ahora sabrían a dónde iba a parar las infinitas gotas de lluvia que lloraba Ame no Kami desde tiempos inmemorables.
«¡Suiton: Baku Suishōha!»
El escualo liberó entonces una marea de agua cristalina y revoltosa que impactó contra el suelo, extendiéndose a una velocidad extraordinaria y con la fuerza de cientos de titanes. El poder de mar concentrado en un espacio tan reducido como resultaba ser el segundo piso, según su intuición y un debido análisis de las dimensiones del pasillo, le permitiría inundar toda la sala entera y traer el océano al desierto. Allí, nadie podía joderle. Allí, él era el rey. El Umi no Shisoku.
Con el mar de su lado, nadie le iba a vencer.
¡Nadie!