4/05/2019, 22:52
El Uchiha se limitó a callar; sabía que con el arte de las palabras él no era demasiado habilidoso. Datsue, en otros tiempos, y Kaido —ahora— eran luchadores más propensos a ese tipo de terrenos de batalla. Y si tomar el barco por la fuerza y obligar a su capitán a llevarles a Hibakari no era una opción, entonces el renegado de Uzushiogakure debía pasar a un discreto segundo plano; al menos, hasta que se calmaran las aguas. Así, Akame se limitó a ajustarse el yukata que llevaba, la funda bandolera para su espada a la espalda, y seguir a Kaido allá donde quiera que fuese. Era consciente de que su aspecto habitual no ofrecía demasiadas garantías a un desconocido —un personaje con media cara vendada, con yukata remangado y pantalones bombachos, y un ninjatō a la espalda—, pero confiaba en que el carisma natural del Tiburón, o su intimidante aspecto, pudiesen suplir las carencias.
Cuando el Gyojin se acercó a los que trabajaban junto al acorazado, Akame se limitó a seguirle, ver, oír y callar.
Cuando el Gyojin se acercó a los que trabajaban junto al acorazado, Akame se limitó a seguirle, ver, oír y callar.