5/05/2019, 14:37
Akame tuvo que reprimir una sonrisa triunfante cuando aquel pazguato confió plenamente en el Tiburón para resolver su pequeño problemilla. El Uchiha no sabía exactamente hasta dónde llegaba la madriguera de conejo —no, al menos, con la claridad con la que lo sabía Kaido—, pero hasta el momento el Gyojin había demostrado tener buen juicio a la hora de afrontar los problemas, de modo que confiaría en él. Cuando ambos recorrieron el muelle, Akame se dedicó a fumar pitadas cortas de su cigarrillo mientras notaba cómo la ansiedad iba disminuyendo notablemente...
Eso fue hasta que entraron en el barco. «No puede ser... Los dioses se están burlando de mí...» Allí olía a omoide en enormérrimas cantidades, un dulce aroma que a Akame se le antojaba más apetecible que el canto de una sirena. Habría elegido untarse un poco de esa pasta en la dentadura antes que conseguir el elixir de la vida eterna, que alcanzar el conocimiento secreto del clan Uchiha, que...
La mirada de Kaido se cruzó con la suya. Severa e implorante a partes iguales. Akame había empezado a notarse la boca muy seca y sus manos estaban temblando de tal modo que tuvo que dejarse el cigarrillo en los labios y esconderlas en los bolsillos de la yukata para que no le delatasen. «Me cago en todo, tengo que... aguantar... Sólo... un poco... más....»
Mientras tanto, la acción se sucedía a su alrededor. Los sicarios de Shaneji les interpelaban con cara de pocos amigos. Kaido recurría al tatuaje de Sekiryuu para reafirmar su autoridad en la escena. Y el pobre Uchiha luchaba por no empezar a rebuscar el origen de tan delicioso olor y bañarse en la magia azul hasta quedar inconsciente.
Eso fue hasta que entraron en el barco. «No puede ser... Los dioses se están burlando de mí...» Allí olía a omoide en enormérrimas cantidades, un dulce aroma que a Akame se le antojaba más apetecible que el canto de una sirena. Habría elegido untarse un poco de esa pasta en la dentadura antes que conseguir el elixir de la vida eterna, que alcanzar el conocimiento secreto del clan Uchiha, que...
La mirada de Kaido se cruzó con la suya. Severa e implorante a partes iguales. Akame había empezado a notarse la boca muy seca y sus manos estaban temblando de tal modo que tuvo que dejarse el cigarrillo en los labios y esconderlas en los bolsillos de la yukata para que no le delatasen. «Me cago en todo, tengo que... aguantar... Sólo... un poco... más....»
Mientras tanto, la acción se sucedía a su alrededor. Los sicarios de Shaneji les interpelaban con cara de pocos amigos. Kaido recurría al tatuaje de Sekiryuu para reafirmar su autoridad en la escena. Y el pobre Uchiha luchaba por no empezar a rebuscar el origen de tan delicioso olor y bañarse en la magia azul hasta quedar inconsciente.