5/05/2019, 23:15
(Última modificación: 5/05/2019, 23:22 por Umikiba Kaido. Editado 1 vez en total.)
El destino era una perra caprichosa. Tercera vez que lo pensaba en aquella misión.
Kaido no esperaba que el hyuga pudiera dominar también el suiton —en realidad, adivinarlo era como buscar una aguja en un pajar—. y se encontró con la sorpresa de que éste, haciendo uso de la misma metodología que creyó él segundos antes que le iba a dar la victoria definitiva, realizó el mismo sello y invocó una vorágine de agua giratoria que intentaría tragárselo como un agujero negro. Sin embargo, Kaido era absurdamente sensible a los cambios de marea y el torbellino no cogería la suficiente velocidad para herirle antes de que él pudiera dar un sólo aleteo, y dispararse hacia adelante como un meteorito.
El bunshin, mientras tanto, había dado un mordisco no tan mortal como habría esperado y ahora esperaba recibir un... ¿manotazo? daba igual. El problema de los mortales es que para moverse bajo el agua, todo era más lento. Sus cuerpos de humanos no eran argonómicos para que el agua no se opusiera a la resistencia de sus pieles. Esa era la diferencia entre ellos y Kaido. Mientras él era uno con el agua, los otros debían luchar contra ella.
Así que, Kaido dejó escapar el agua remanente en las cuencas de sus agallas, disminuyendo cualquier peso que pudiera otorgarle el oxigeno acumulado y su cuerpo cayó como un plomo hacia abajo, y mordió el estómago del Hyuuga mientras ejecutaba un sello.
En el costado izquierdo de su oponente, otro mizu bunshin nació mordiéndole el muslo derecho, y también ejecutando un sello.
Otro mizu bunshin emergió justo detrás de él, a nivel de la oreja, comiéndosela de un mordisco.
A veces los tiburones tenían que actuar como pirañas para reducir a las presas más fáciles.
Kaido no esperaba que el hyuga pudiera dominar también el suiton —en realidad, adivinarlo era como buscar una aguja en un pajar—. y se encontró con la sorpresa de que éste, haciendo uso de la misma metodología que creyó él segundos antes que le iba a dar la victoria definitiva, realizó el mismo sello y invocó una vorágine de agua giratoria que intentaría tragárselo como un agujero negro. Sin embargo, Kaido era absurdamente sensible a los cambios de marea y el torbellino no cogería la suficiente velocidad para herirle antes de que él pudiera dar un sólo aleteo, y dispararse hacia adelante como un meteorito.
El bunshin, mientras tanto, había dado un mordisco no tan mortal como habría esperado y ahora esperaba recibir un... ¿manotazo? daba igual. El problema de los mortales es que para moverse bajo el agua, todo era más lento. Sus cuerpos de humanos no eran argonómicos para que el agua no se opusiera a la resistencia de sus pieles. Esa era la diferencia entre ellos y Kaido. Mientras él era uno con el agua, los otros debían luchar contra ella.
Así que, Kaido dejó escapar el agua remanente en las cuencas de sus agallas, disminuyendo cualquier peso que pudiera otorgarle el oxigeno acumulado y su cuerpo cayó como un plomo hacia abajo, y mordió el estómago del Hyuuga mientras ejecutaba un sello.
En el costado izquierdo de su oponente, otro mizu bunshin nació mordiéndole el muslo derecho, y también ejecutando un sello.
Otro mizu bunshin emergió justo detrás de él, a nivel de la oreja, comiéndosela de un mordisco.
A veces los tiburones tenían que actuar como pirañas para reducir a las presas más fáciles.