6/05/2019, 16:44
Akame abrió los ojos y sus labios dibujaron una "o" que parecía decir "ahora ententiendo". La vergüenza se mostró entonces en su rostro, en realidad Kaido tenía toda la razón; él le había pedido que le controlara, y así hacía. El único débil de la pareja estaba siendo Akame, y eso le jodía más intensamente que casi cualquier otra cosa. Apretando los dientes, el renegado trató de aferrarse a ese sentimiento de vergüenza y frustración para combatir el mono. «¿Acaso voy a dejarme matar como un perro?» Su adicción al omoide no sólo era un peligro para su propio cuerpo, sino que sabiendo que probablemente las Grandes Aldeas ya estaban al tanto de su situación, colocarse hasta las cejas con la pasta azul implicaba quedarse extremadamente vulnerable durante un rato.
¿Realmente era algo que pudiera permitirse siendo un prófugo de la ley de las Villas ninja?
«Claro que no, joder.»
Negó con la cabeza, y luego terminó de subir las escaleras para pasar junto al clon de Kaido —o al verdadero— y caminar hacia el camarote.
—Nadie tiene más ganas que yo, compañero —confesó, encogiéndose de hombros—. Cuanto antes pongamos esta lata de sardinas en el agua, mejor para todos.
Así pues, continuó hasta el camarote del tal Shaneji, donde se asomó tras el umbral de la puerta. Allí vio al verdadero Tiburón —no creía que Kaido fuese tan generoso como para dejar a su clon gozar de las atenciones de aquella distinguida dama que le mordisqueaba el cuello— y a uno que parecía ser un primo cercano. «Me cago en todo, menuda convención de fenómenos», se dijo Akame, incluyéndose en el lote. Con su rostro vendado, pelo desarreglado y encías azules no cualificaba precisamente como "persona común y corriente". Sus ojos negros examinaron al otro criminal.
«Así que eres Shaneji, otro Cabeza de Dragón...»
¿Realmente era algo que pudiera permitirse siendo un prófugo de la ley de las Villas ninja?
«Claro que no, joder.»
Negó con la cabeza, y luego terminó de subir las escaleras para pasar junto al clon de Kaido —o al verdadero— y caminar hacia el camarote.
—Nadie tiene más ganas que yo, compañero —confesó, encogiéndose de hombros—. Cuanto antes pongamos esta lata de sardinas en el agua, mejor para todos.
Así pues, continuó hasta el camarote del tal Shaneji, donde se asomó tras el umbral de la puerta. Allí vio al verdadero Tiburón —no creía que Kaido fuese tan generoso como para dejar a su clon gozar de las atenciones de aquella distinguida dama que le mordisqueaba el cuello— y a uno que parecía ser un primo cercano. «Me cago en todo, menuda convención de fenómenos», se dijo Akame, incluyéndose en el lote. Con su rostro vendado, pelo desarreglado y encías azules no cualificaba precisamente como "persona común y corriente". Sus ojos negros examinaron al otro criminal.
«Así que eres Shaneji, otro Cabeza de Dragón...»