12/05/2019, 12:39
La casa de Datsue era sorprendente a su manera. La puerta de entrada parecía la de un antiguo castillo, y la casa era bastante grande. Aquello tampoco me chocaba demasiado, yo vivía en una enorme mansión de dos pisos, con dojo, un jardin bastamte grande con estanque de carpas y además, la forja y tienda de armas estaban pegadas a la casa.
A pesar de lo ostentoso, se escuchaba desde fuera una horrible música que auguraba que mi llamada a la puerta iba a ser ignorada. Sin embargo, aunque parecía que aquel barullo iba a hacer que Datsue me ignorara, algo se escuchó un poco por encima de la música.
—¡Guau! ¡Guau! ¡Guau!
¿Ladridos? ¿Tendría un perro Datsue? o... ¿Estaría Ladrando él mismo? Por aquel tipo de música que escuchaba, no me hubiese extrañado que estuviera borracho o, incluso peor, drogado. Y claro, en estado de embriaguez, podría ser cualquier cosa.
Segundos más tarde, el portalón se abrió y la música parecía que fuese a destrozarme los Oídos. También me llegó el olor de la carne a la brasa y quizás un poco quemada. Con que estaba de Dieta ... Claro...Dieta.
—¡Reiji! ¡Qué bueno verte!
Al otro lado de la puerta, un Datsue no muy diferente al playero, vestido con pantalón corto, una camiseta de tirantes y unas sandalias, alzaba la voz por encima de la música para saludarme.
A su lado, un Shiba Inu, meneaba la cola y me olfateaba con curiosidad. Aquello resolvía parte de mis dudas sobre el ladrido. Si a mi ya me molestaba aquella música, lo que tenía que aguantar el pobrecillo. ¿Pero quien era yo para juzgar eso?
Me agache para acariciar al perro entre las orejas. Si no fuese por él, Datsue seguramente jamas me hubiera abierto la puerta.
—Muchas gracias compañero. — Le dije al animal.
—Te presento a Datsuse, más conocido entre los suyos como el Matakanes.
—Encantado de conocerte Datsuse.
Termine de acariciarle la cabeza al perro y me puse de nuevo en pie para saludar a Datsue.
—¡Hola! —Dije intwntando gritar por encima de la música. —!¿Que tal?!
A pesar de lo ostentoso, se escuchaba desde fuera una horrible música que auguraba que mi llamada a la puerta iba a ser ignorada. Sin embargo, aunque parecía que aquel barullo iba a hacer que Datsue me ignorara, algo se escuchó un poco por encima de la música.
—¡Guau! ¡Guau! ¡Guau!
¿Ladridos? ¿Tendría un perro Datsue? o... ¿Estaría Ladrando él mismo? Por aquel tipo de música que escuchaba, no me hubiese extrañado que estuviera borracho o, incluso peor, drogado. Y claro, en estado de embriaguez, podría ser cualquier cosa.
Segundos más tarde, el portalón se abrió y la música parecía que fuese a destrozarme los Oídos. También me llegó el olor de la carne a la brasa y quizás un poco quemada. Con que estaba de Dieta ... Claro...Dieta.
—¡Reiji! ¡Qué bueno verte!
Al otro lado de la puerta, un Datsue no muy diferente al playero, vestido con pantalón corto, una camiseta de tirantes y unas sandalias, alzaba la voz por encima de la música para saludarme.
A su lado, un Shiba Inu, meneaba la cola y me olfateaba con curiosidad. Aquello resolvía parte de mis dudas sobre el ladrido. Si a mi ya me molestaba aquella música, lo que tenía que aguantar el pobrecillo. ¿Pero quien era yo para juzgar eso?
Me agache para acariciar al perro entre las orejas. Si no fuese por él, Datsue seguramente jamas me hubiera abierto la puerta.
—Muchas gracias compañero. — Le dije al animal.
—Te presento a Datsuse, más conocido entre los suyos como el Matakanes.
—Encantado de conocerte Datsuse.
Termine de acariciarle la cabeza al perro y me puse de nuevo en pie para saludar a Datsue.
—¡Hola! —Dije intwntando gritar por encima de la música. —!¿Que tal?!