16/05/2019, 17:34
Pero la sangre no llegó al río, y todo gracias al Tiburón de Amegakure. Justo cuando Akame rompía la ilusión que había usado para intentar engañar a Shaneji, justo cuando aquella hikaridama que tenía en la mano derecha estaba a punto de ser propulsada hacia delante; justo cuando ya había visualizado en su cabeza la última parte de su estrategia, como siempre hacía, como había aprendido a hacer. Justo en ese momento, Kaido se interpuso. Y nada de lo que Akame había imaginado en su cabeza llegó a hacerse realidad.
El Uchiha se limitó a callar y dirigir una mirada a su compañero, una expresión en los ojos que quería decir "ya era hora, cabrón". O tal vez, "¿se suponía que debía dejarme matar?" Akame parecía molesto, sí, pero pronto el alivio se superpuso a la contrariedad. Estaba en sy hora de menos forma, y Shaneji parecía un loco sanguinario. «No es el momento», se recordó. No, temblando todavía —la adrenalina del combate había mitigado el síndrome de abstinencia, pero ahora volvía—, con la mente embotada y los sentidos nublados por aquel olor a omoide que era capaz de percibir incluso desde el camarote, como un perro rastreador...
No dijo nada, sino que miró a Shaneji por última vez y luego a Kaido. Entonces se dio media vuelta y abandonó el camarote del capitán, dispuesto a seguir las indicaciones de su proclamado único amigo para encontrar una buena cama en la que tirarse a la bartola. Tenía demasiadas cosas en las que pensar.
El Uchiha se limitó a callar y dirigir una mirada a su compañero, una expresión en los ojos que quería decir "ya era hora, cabrón". O tal vez, "¿se suponía que debía dejarme matar?" Akame parecía molesto, sí, pero pronto el alivio se superpuso a la contrariedad. Estaba en sy hora de menos forma, y Shaneji parecía un loco sanguinario. «No es el momento», se recordó. No, temblando todavía —la adrenalina del combate había mitigado el síndrome de abstinencia, pero ahora volvía—, con la mente embotada y los sentidos nublados por aquel olor a omoide que era capaz de percibir incluso desde el camarote, como un perro rastreador...
No dijo nada, sino que miró a Shaneji por última vez y luego a Kaido. Entonces se dio media vuelta y abandonó el camarote del capitán, dispuesto a seguir las indicaciones de su proclamado único amigo para encontrar una buena cama en la que tirarse a la bartola. Tenía demasiadas cosas en las que pensar.