20/05/2019, 15:12
(Última modificación: 20/05/2019, 15:13 por Uchiha Akame. Editado 1 vez en total.)
El Uchiha no dijo nada más; había formulado su comando y así tenía que ser cumplido. Incluso aunque por el momento aquellas órdenes que él daba estuviesen sustentadas por una autoridad ajena directa e indirectamente —primero por su visible amistad con Kaido, de la que los marineros habían tomado buena nota, y segundo por su confrontación con Shaneji—, eran cumplidas. Y a Akame le gustaba. Siempre había disfrutado de un correcto ordenamiento de la jerarquía militar cuando era jōnin en el Remolino; pero esa vez era distinto. No se trataba del simple gozo de contemplar los engranajes de una máquina bien engrasada funcionando sin problemas, sino de tener la certeza de que la mano que da cuerda a todo el aparato está al final de tu brazo. La certeza del poder. Y a Uchiha Akame le gustaba, le gustaba mucho. ¿Quizás demasiado? Puede que fuese pronto para responder a eso.
—Hazle, Koshuru.
Paciente, el Uchiha esperó en el camarote donde se suponía que debía estar Kaido. Y donde, evidentemente, no estaba. Pero Akame ya no pensaba en por qué su compañero se había ido en mitad de la noche, nadando a través del Mar Central, o a donde. No le importaba; no en ese momento. Ahora tenía cosas más acuciantes de las que ocuparse... Asuntos que no podían esperar. Cuando el jefe de los marineros apareció con la prostituta, Akame se lo agradeció antes de cerrar la puerta entre ellos, dejando a la mujer dentro.
—Gracias, Koshuru. Lo has hecho bien.
Cuando ambos estuvieron a solas, Akame se plantó frente a la mujer. Sus ojos seguían brillando con la luz carmesí del Sharingan, y la escudriñaban con una mezcla de curiosidad y anticipación. Cuando ambas miradas se encontraron, las aspas del Sharingan empezaron a girar como si de un molinillo de viento se tratase. Si aquella mujer era una civil sin conocimiento del Ninshuu, no podría prevenirse del Genjutsu de Akame. La tendría a su merced. El Saimingan obraría su efecto hipnótico en ella para posibilitar un interrogatorio realmente breve pero sincero.
—¿Cómo es tu nombre, mujer? —preguntó el Uchiha, dueño y señor de aquel mundo ilusorio—. ¿Sabes algo del ron que falta en la bodega? Un barril vacío y varias botellas. ¿Las cogiste tú? ¿Las cogió Shaneji?
—Hazle, Koshuru.
Paciente, el Uchiha esperó en el camarote donde se suponía que debía estar Kaido. Y donde, evidentemente, no estaba. Pero Akame ya no pensaba en por qué su compañero se había ido en mitad de la noche, nadando a través del Mar Central, o a donde. No le importaba; no en ese momento. Ahora tenía cosas más acuciantes de las que ocuparse... Asuntos que no podían esperar. Cuando el jefe de los marineros apareció con la prostituta, Akame se lo agradeció antes de cerrar la puerta entre ellos, dejando a la mujer dentro.
—Gracias, Koshuru. Lo has hecho bien.
Cuando ambos estuvieron a solas, Akame se plantó frente a la mujer. Sus ojos seguían brillando con la luz carmesí del Sharingan, y la escudriñaban con una mezcla de curiosidad y anticipación. Cuando ambas miradas se encontraron, las aspas del Sharingan empezaron a girar como si de un molinillo de viento se tratase. Si aquella mujer era una civil sin conocimiento del Ninshuu, no podría prevenirse del Genjutsu de Akame. La tendría a su merced. El Saimingan obraría su efecto hipnótico en ella para posibilitar un interrogatorio realmente breve pero sincero.
—¿Cómo es tu nombre, mujer? —preguntó el Uchiha, dueño y señor de aquel mundo ilusorio—. ¿Sabes algo del ron que falta en la bodega? Un barril vacío y varias botellas. ¿Las cogiste tú? ¿Las cogió Shaneji?