20/05/2019, 18:21
(Última modificación: 20/05/2019, 18:22 por Uchiha Akame. Editado 1 vez en total.)
Akame observó durante unos instantes cómo el cuerpo de aquel gigantón del mar caía derribado, inconsciente, inerte. Su corazón todavía latía aceleradamente y el pecho se le bamboleaba arriba y abajo fruto de la respiración apresurada. Había gastado mucho chakra, había arriesgado todo cuanto tenía —que tampoco era mucho—, pero le había salido bien. Y es que Shaneji le había subestimado. Kaido le había subestimado. Uzushiogakure le había subestimado. Todos le habían dado por muerto, o por inútil, por una sombra de lo que un día había sido. Pero él estaba decidido... Él iba a mostrarles que se equivocaban.
Suspiró. Sonreía. Con paso firme se acercó al cadáver de Shaneji, mientras al otro lado del agujero en la pared del camarote los curiosos se agolpaban, seguramente atraídos por el estruendo de la explosión. Entre ellos estaba Kushoro. «Bien. Que miren.» Akame desenvainó su fiel espada con un siseo mortífero y la empuñó con firmeza. Con ambas manos.
«Tenías razón, Kaido. La gente como tú y como yo no estamos hechos para ser esclavos.»
Alzó la hoja por encima de su cabeza.
«Nos merecemos...»
La hoja de la katana descendió con un destello plateado, cortando limpiamente el cuello de Shaneji y separándole la cabeza de los hombros. La sangre empezó a brotar, tímida al principio pero con más brío después, anegando los linderos del cadáver del antaño Cabeza de Dragón. Akame se agachó y agarró la cabeza decapitada por la melena, manchándose con la sangre de su enemigo. Sus ojos, todavía rojos, estaban clavados en los del Hōzuki. Abiertos. Sin vida. Su chakra inundó la sala, infundiéndoles temor a los marinos.
—Me dicen Suzaku —masculló, incorporándose para voltearse y plantar cara a los marineros. Aun con la espada ensangrentada en la mano derecha, alzó la zurda para mostrarles la cabeza decapitada de Shaneji—. ¡Y a partir de este día me conoceréis como a un Dragón!
Suspiró. Sonreía. Con paso firme se acercó al cadáver de Shaneji, mientras al otro lado del agujero en la pared del camarote los curiosos se agolpaban, seguramente atraídos por el estruendo de la explosión. Entre ellos estaba Kushoro. «Bien. Que miren.» Akame desenvainó su fiel espada con un siseo mortífero y la empuñó con firmeza. Con ambas manos.
«Tenías razón, Kaido. La gente como tú y como yo no estamos hechos para ser esclavos.»
Alzó la hoja por encima de su cabeza.
«Nos merecemos...»
¡Zsssssss!
«¡La Libertad!»
La hoja de la katana descendió con un destello plateado, cortando limpiamente el cuello de Shaneji y separándole la cabeza de los hombros. La sangre empezó a brotar, tímida al principio pero con más brío después, anegando los linderos del cadáver del antaño Cabeza de Dragón. Akame se agachó y agarró la cabeza decapitada por la melena, manchándose con la sangre de su enemigo. Sus ojos, todavía rojos, estaban clavados en los del Hōzuki. Abiertos. Sin vida. Su chakra inundó la sala, infundiéndoles temor a los marinos.
—Me dicen Suzaku —masculló, incorporándose para voltearse y plantar cara a los marineros. Aun con la espada ensangrentada en la mano derecha, alzó la zurda para mostrarles la cabeza decapitada de Shaneji—. ¡Y a partir de este día me conoceréis como a un Dragón!