21/05/2019, 23:35
Reiji fue el primero en intervenir. Hanabi se cruzó de brazos, expectante, aunque antes de tratar el tema central de su visita, el muchacho quiso hacerle entrega de un obsequio de parte de su padre. Acompañado de unas palabras que le hicieron reír.
—Oh, Reiji-kun. Agradéceselo enormemente de mi parte, pero chico, soportar a mis ninjas es mi trabajo —dijo, limpiándose una lágrima. «Y si supieras que tienes al lado a uno de los que más me ha tocado soportar... y mira en lo que se ha convertido.»
—Dados los últimos acontecimientos, comprendo que pueda ser un poco escéptico, así que yo mismo lo abriré delante de usted.
No podía reír, porque la cosa no estaba para reír, pero el comentario también le levantó una ligera sonrisa. Hanabi asintió y mostró el escritorio frente a él, invitándolo a proceder. El muchacho se acercó y desenvolvió la tela que cubría el regalo. Una caja con el símbolo de Uzushiogakure grabado en el centro y el logotipo de la herrería de la familia Sasaki. Hanabi se acarició la barbilla, curioso, y se inclinó para mirar mejor. Reiji abrió la tapa, revelando un brazalete de cuero con un curioso mecanismo de metal adosado a unos discos. Una especie de shuriken sin puntas, tal vez.
—Se trata de un arma nueva que ha diseñado mi padre, yo no soy tan listo, pero he hecho el trabajo manual. —Y eso también tenia merito, por que mi padre solo admitía la perfección como estándar mínimo de calidad. —No es mas que un brazalete con un mecanismo que lanza los discos que ves ahí. No es complicado, funciona con un impulso de chakra, cuanto mas potencia, mas fuerza tienen y mas distancia recorren. Mi padre ha incluido una nota con las instrucciones a un lado, y mas disculpas por mi cabezonería al otro.
»Me ha dicho que la pruebes si quieres, que si te gusta y necesita algún ajuste, te pases a verle. También, que si no te gusta, puedes hacer lo que quieras con ella, guárdala en el cajón, regalarla, en fin, que te pertenece.
Hanabi clavó una reverencia ante Reiji, un gesto sincero y poco habitual de un superior a su subordinado.
—Estaré agradecido siempre con la labor de la familia Sasaki, Reiji-kun. Gracias de corazón. También por tu trabajo. —Se reincorporó—. Serías un digno sucesor suyo. Pero supongo que estás aquí por otra razón, ¿verdad, chico? —Sonrió. Y antes de que Reiji comenzase a hablar, su mano se dirigió al cajón de madera de su escritorio, abriéndolo discretamente.
—He venido a pedir de vuelta mi bandana, y he venido con Datsue por que si no fuera por él, seguramente, no hubiese vuelto nunca a por mi bandana. —Aquello no era mentira, pese a que me había dicho a mi y Hanabi que volvería, mi intención había sido no hacerlo. Nunca. —Podia contarte esto sin él aquí, pero pensé, cosa que no suelo hacer muy a menudo por lo visto, que seria mejor que me acompañara. Aunque si me preguntas por qué, no sabría responderte, fue solo un sentimiento.
«...vaya.»
¿Datsue? ¿Uchiha Datsue?
Hanabi miró a Datsue, serio. Fue una mirada larga y cargada de significado, aunque probablemente en ese momento Datsue no supiera por qué. Hanabi cerró los ojos, bajó la mirada, y sonrió. Sacó la bandana de Reiji del armario y la deslizó por la mesa, despacio, hacia su dueño.
—Llévala con orgullo, Sasaki Reiji. Bienvenido de nuevo a las filas del Remolino —dijo—. ¿Sabes? Has llegado justo a tiempo. Tengo una sorpresa que había preparado por si volvías a hablar conmigo. No apareciste, así que al final Katsudon iba a ir sólo, pero...
»Desgraciadamente, no tenemos una comunicación muy asidua con el País del Hierro. Pero necesitan saber de las últimas noticias. No sabemos si los Generales de Kurama tratarán de hacer algo en aquella lejana isla, pero desde luego como mínimo tenemos que contarles lo de la Alianza. Desde la formación de las Tres Grandes, aunque distantes y solitarios, han sido unos buenos amigos de todos los shinobi. Katsudon sale mañana a las cinco de la mañana de viaje para allá, para hablar personalmente con el líder de los samurai.
»Quiero que vayas con él, Reiji. Ve, vive la experiencia. Tú que eres usuario de Kenjutsu, aprende lo que puedas de ellos. Crece, y encuentra tu camino. A veces, para seguir la senda shinobi, uno debe de apartar un poco la vista de él.
Suspiró. Dirigió la mirada a Datsue.
—Siempre tú, Uchiha Datsue. Siempre tú —dijo—. Que hayas convencido y ayudado a centrarse a este muchacho te honra la placa de jounin que cargas en el brazo, muchacho. Gracias, de corazón.
»Cuando Reiji se vaya, quiero que te quedes. Tengo algo importante que hablar contigo.
Hanabi, inmediatamente, volvió a desviar la mirada hacia Reiji, esperando su respuesta.
—Oh, Reiji-kun. Agradéceselo enormemente de mi parte, pero chico, soportar a mis ninjas es mi trabajo —dijo, limpiándose una lágrima. «Y si supieras que tienes al lado a uno de los que más me ha tocado soportar... y mira en lo que se ha convertido.»
—Dados los últimos acontecimientos, comprendo que pueda ser un poco escéptico, así que yo mismo lo abriré delante de usted.
No podía reír, porque la cosa no estaba para reír, pero el comentario también le levantó una ligera sonrisa. Hanabi asintió y mostró el escritorio frente a él, invitándolo a proceder. El muchacho se acercó y desenvolvió la tela que cubría el regalo. Una caja con el símbolo de Uzushiogakure grabado en el centro y el logotipo de la herrería de la familia Sasaki. Hanabi se acarició la barbilla, curioso, y se inclinó para mirar mejor. Reiji abrió la tapa, revelando un brazalete de cuero con un curioso mecanismo de metal adosado a unos discos. Una especie de shuriken sin puntas, tal vez.
—Se trata de un arma nueva que ha diseñado mi padre, yo no soy tan listo, pero he hecho el trabajo manual. —Y eso también tenia merito, por que mi padre solo admitía la perfección como estándar mínimo de calidad. —No es mas que un brazalete con un mecanismo que lanza los discos que ves ahí. No es complicado, funciona con un impulso de chakra, cuanto mas potencia, mas fuerza tienen y mas distancia recorren. Mi padre ha incluido una nota con las instrucciones a un lado, y mas disculpas por mi cabezonería al otro.
»Me ha dicho que la pruebes si quieres, que si te gusta y necesita algún ajuste, te pases a verle. También, que si no te gusta, puedes hacer lo que quieras con ella, guárdala en el cajón, regalarla, en fin, que te pertenece.
Hanabi clavó una reverencia ante Reiji, un gesto sincero y poco habitual de un superior a su subordinado.
—Estaré agradecido siempre con la labor de la familia Sasaki, Reiji-kun. Gracias de corazón. También por tu trabajo. —Se reincorporó—. Serías un digno sucesor suyo. Pero supongo que estás aquí por otra razón, ¿verdad, chico? —Sonrió. Y antes de que Reiji comenzase a hablar, su mano se dirigió al cajón de madera de su escritorio, abriéndolo discretamente.
—He venido a pedir de vuelta mi bandana, y he venido con Datsue por que si no fuera por él, seguramente, no hubiese vuelto nunca a por mi bandana. —Aquello no era mentira, pese a que me había dicho a mi y Hanabi que volvería, mi intención había sido no hacerlo. Nunca. —Podia contarte esto sin él aquí, pero pensé, cosa que no suelo hacer muy a menudo por lo visto, que seria mejor que me acompañara. Aunque si me preguntas por qué, no sabría responderte, fue solo un sentimiento.
«...vaya.»
¿Datsue? ¿Uchiha Datsue?
Hanabi miró a Datsue, serio. Fue una mirada larga y cargada de significado, aunque probablemente en ese momento Datsue no supiera por qué. Hanabi cerró los ojos, bajó la mirada, y sonrió. Sacó la bandana de Reiji del armario y la deslizó por la mesa, despacio, hacia su dueño.
—Llévala con orgullo, Sasaki Reiji. Bienvenido de nuevo a las filas del Remolino —dijo—. ¿Sabes? Has llegado justo a tiempo. Tengo una sorpresa que había preparado por si volvías a hablar conmigo. No apareciste, así que al final Katsudon iba a ir sólo, pero...
»Desgraciadamente, no tenemos una comunicación muy asidua con el País del Hierro. Pero necesitan saber de las últimas noticias. No sabemos si los Generales de Kurama tratarán de hacer algo en aquella lejana isla, pero desde luego como mínimo tenemos que contarles lo de la Alianza. Desde la formación de las Tres Grandes, aunque distantes y solitarios, han sido unos buenos amigos de todos los shinobi. Katsudon sale mañana a las cinco de la mañana de viaje para allá, para hablar personalmente con el líder de los samurai.
»Quiero que vayas con él, Reiji. Ve, vive la experiencia. Tú que eres usuario de Kenjutsu, aprende lo que puedas de ellos. Crece, y encuentra tu camino. A veces, para seguir la senda shinobi, uno debe de apartar un poco la vista de él.
Suspiró. Dirigió la mirada a Datsue.
—Siempre tú, Uchiha Datsue. Siempre tú —dijo—. Que hayas convencido y ayudado a centrarse a este muchacho te honra la placa de jounin que cargas en el brazo, muchacho. Gracias, de corazón.
»Cuando Reiji se vaya, quiero que te quedes. Tengo algo importante que hablar contigo.
Hanabi, inmediatamente, volvió a desviar la mirada hacia Reiji, esperando su respuesta.