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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
El gyojin, habiendo tomado las precauciones necesarias para que Nathifa no se le escapara en el descenso, salió propulsado al final del pasillo junto a ella. Se sintió más aliviado cuando supo que aún había suficiente agua acompañándole y que, en dado de necesitarla, le iba a ser de suma utilidad. De todas formas, una vez detectó las amenazas más cercanas —a la mujer de aspecto mundano, y a lo tres esclavos que aguardaban detrás de ella, a unos ocho metros—. elevó aún más su intensidad en la batalla, poco dispuesto a cometer ni un sólo error. Porque allí, frente a ellos, estaba su presa. Estaba...

¡Z-zaide! —espetó Muñeca, y semejante revelación le obligó a fortalecer su mente de maneras insospechadas. Sin verle a los ojos, aún sorprendido de que ese hombre acabara siendo víctima de lo que fuera esa técnica que usaba la alcaldesa de la cárcel.

Algo olía mal. Y no podía confiarse... mucho menos de la mismísima Nathifa.

Cuando ésta intentó zafarse de su control con un nimio codazo, Kaido apretó el abdomen y calzó sus brazos con mayor fuerza sobre el menudo cuerpo de la mujer. No, ella era la llave. No se le podía escapar. Y como la poseedora del control de esos tres prisioneros, sabía que la voz suya era la clave para sacarlos del sopor y ensimismamiento que padecen cuando no tienen un objetivo concreto. Y una mierda que la iba a dejar hablar.

Le selló los labios con la mano derecha, y le susurró al oído.

—Cállate, hija de puta. Cállate la puta boca. Ésto es lo que harás —y le susurró...

... que ordenara a sus esclavos a cortarse la garganta, o a arrancarse el puto corazón. O dejar de respirar hasta que sus malditos corazones no latieran más. Cualquier cosa servía. Sólo tenía que dar la orden.

»Di otra cosa, y los mato yo mismo, no te preocupes. Pero no antes de perforarte la cabeza con mis balas de agua.
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Mensajes en este tema
(II) La Prisión del Yermo - por Uchiha Datsue - 28/03/2019, 02:49
RE: (II) La Prisión del Yermo - por Umikiba Kaido - 22/05/2019, 00:24


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