22/05/2019, 11:58
Sin embargo, Dragón Rojo guardaba una sorpresa más para Akame. O, más bien, uno de sus integrantes: Umikiba Kaido. Porque, cuando la cabeza de Shaneji volvió a hablar, incluso aunque en su voz se intuía aquel tono ronco y grave de antes, había también en él matices de una voz muy conocida para el Uchiha. Una voz que supo identificar al momento, y que no hizo sino destapar su verdadera identidad y prevenir, a quien más fuese que estaba escuchando —Akame dedujo que probablemente todos los Cabeza de Dragón habían recibido el mensaje—, de no fiarse del renegado. Aquello no sólo era perjudicial para el Uchiha por las implicaciones directas que tenía, pues acababa de ganarse el recelo del Tiburón, sino por que además significaba que Kaido y Shaneji habían estado mucho más cercanos de lo que el joven renegado calculara. «Un fallo estratégico, y sin embargo... ¿Qué otra opción tenía, Kaido, joder? ¿Esperar a que este malnacido me apuñalara mientras duermo? ¿Que decidiera arrancarme los brazos y echarme a vuestros primos del mar para que me devorasen? ¡Y una puta mierda!»
Sacudió la cabeza, queriendo quitarse aquellos pensamientos de la cabeza. Ya arreglaría las cosas con Kaido, a su momento. Lo que le seguía intrigando de verdad era lo último dicho por el Tiburón; «¿"no confiar en él hasta el bautizo"? ¿De qué cojones habla?» Aquella frase le había dejado sumamente inquieto.
Sin embargo, las palabras del fiel Kushoro le devolvieron a la realidad. Akame parpadeó un par de veces, absorto, antes de volverse a ver al jefe.
—Hazlo, sí —concedió—. Y luego ven a verme al camarote contiguo. Hay varias cosas que debemos tratar, y rápido.
El renegado de Uzu salió de la habitación —sin usar la puerta, claro, ya que la explosión del primer sello la había convertido en un enorme butrón en la pared— y viró con un paso rápido para entrar en el camarote de Kaido; donde tenía presa a la prostituta. Si sus cálculos eran acertados, habían pasado apenas unos diez minutos, tiempo suficiente para que ella despertara o estuviese a punto de hacerlo. «Shikari, Shikari, Shikari... Eres mi billete de lotería premiado. Mi puta carta de "quedas libre de la cárcel"...»
Sacudió la cabeza, queriendo quitarse aquellos pensamientos de la cabeza. Ya arreglaría las cosas con Kaido, a su momento. Lo que le seguía intrigando de verdad era lo último dicho por el Tiburón; «¿"no confiar en él hasta el bautizo"? ¿De qué cojones habla?» Aquella frase le había dejado sumamente inquieto.
Sin embargo, las palabras del fiel Kushoro le devolvieron a la realidad. Akame parpadeó un par de veces, absorto, antes de volverse a ver al jefe.
—Hazlo, sí —concedió—. Y luego ven a verme al camarote contiguo. Hay varias cosas que debemos tratar, y rápido.
El renegado de Uzu salió de la habitación —sin usar la puerta, claro, ya que la explosión del primer sello la había convertido en un enorme butrón en la pared— y viró con un paso rápido para entrar en el camarote de Kaido; donde tenía presa a la prostituta. Si sus cálculos eran acertados, habían pasado apenas unos diez minutos, tiempo suficiente para que ella despertara o estuviese a punto de hacerlo. «Shikari, Shikari, Shikari... Eres mi billete de lotería premiado. Mi puta carta de "quedas libre de la cárcel"...»