22/05/2019, 16:52
Ñam, ñam, ñam.
Akame devoraba aquella información como si fuesen pastelitos de crema. En su cabeza todo iba siendo procesado y almacenado en un lugar seguro, ordenado y dispuesto para cuando fuera necesario. Era una de sus pocas virtudes; su cabeza guardaba un gran cerebro que había aprendido a usar. No por nada la historia de Shikari le estaba resultando tremendamente interesante, además de por los datos que daba sobre Shaneji —el que había introducido el comercio de omoide en esos baños termales—, sino porque la prostituta se estaba revelando a sí misma como una luchadora que había intentado escalar puestos para no ser, simplemente, la puta de Sekiryuu. «Pero la escalera al poder es tortuosa, Shikari. Un resbalón, y te matas en la caída», se dijo Akame. Él mismo era consciente de ello, temiendo que cuando llegase a Hibakari no sería recibido como un Cabeza de Dragón, sino como un enemigo al que había que exterminar.
Agachó la cabeza. ¿Alguien podía culparla? No él, desde luego. No.
—Está bien ser ambicioso. En este mundo, si no peleas por lo que es tuyo, aquellos privilegiados te lo arrebatarán sin dudar. Pero sobretodo, Shikari... Hay ser inteligente —agregó Akame, tocándose la sien derecha con el dedo índice, junto al humeante cigarrillo. Luego le dio una calada—. ¿Qué me dices, eh? ¿Eres inteligente?
La mirada del Uchiha, teñida de sangre, la escudriñaba con curiosidad.
—Así que eras la favorita de Shaneji. ¿Qué me dices de él? Y no me refiero a que fuese un cabrón sanguinario y desquiciado. ¿Cuál era su propósito?
Porque Akame sabía que todo el mundo tenía un propósito, incluso aunque éste fuese hacerse rico e hincharse a comer, beber y follar hasta reventar. Todo el mundo quería algo.
Akame devoraba aquella información como si fuesen pastelitos de crema. En su cabeza todo iba siendo procesado y almacenado en un lugar seguro, ordenado y dispuesto para cuando fuera necesario. Era una de sus pocas virtudes; su cabeza guardaba un gran cerebro que había aprendido a usar. No por nada la historia de Shikari le estaba resultando tremendamente interesante, además de por los datos que daba sobre Shaneji —el que había introducido el comercio de omoide en esos baños termales—, sino porque la prostituta se estaba revelando a sí misma como una luchadora que había intentado escalar puestos para no ser, simplemente, la puta de Sekiryuu. «Pero la escalera al poder es tortuosa, Shikari. Un resbalón, y te matas en la caída», se dijo Akame. Él mismo era consciente de ello, temiendo que cuando llegase a Hibakari no sería recibido como un Cabeza de Dragón, sino como un enemigo al que había que exterminar.
Agachó la cabeza. ¿Alguien podía culparla? No él, desde luego. No.
—Está bien ser ambicioso. En este mundo, si no peleas por lo que es tuyo, aquellos privilegiados te lo arrebatarán sin dudar. Pero sobretodo, Shikari... Hay ser inteligente —agregó Akame, tocándose la sien derecha con el dedo índice, junto al humeante cigarrillo. Luego le dio una calada—. ¿Qué me dices, eh? ¿Eres inteligente?
La mirada del Uchiha, teñida de sangre, la escudriñaba con curiosidad.
—Así que eras la favorita de Shaneji. ¿Qué me dices de él? Y no me refiero a que fuese un cabrón sanguinario y desquiciado. ¿Cuál era su propósito?
Porque Akame sabía que todo el mundo tenía un propósito, incluso aunque éste fuese hacerse rico e hincharse a comer, beber y follar hasta reventar. Todo el mundo quería algo.