22/05/2019, 16:54
Datsue devolvió la mirada a Hanabi, entre intrigado y nervioso. Nervioso, sí, porque su relación había sido algo complicada en el pasado. Si es que se podía llamar simplemente complicada a que un Kage te estampase un tsunami en la cara por culpa suya. Aquel día Datsue había perdido su placa dorada. Por no hablar de cierta fatídica noche en la que el propio Uchiha había tenido pensamientos poco menos que homicidas contra él cuando un hombre llamado Yubiwa se presentó en su casa.
Sí, quizá la palabra complicada se quedaba algo pequeña. Por suerte, todo aquello quedaba atrás. Habían parcheado como buenamente habían podido —y sabido— todo lo malo. Y habían llegado cosas buenas también. Hanabi había dado la cara por él, había hecho mucho por él. Tanto, que el Uchiha todavía se sentía en deuda. Una de esas que difícilmente eran pagadas en toda una vida.
Observó, complacido, cómo se le devolvía la bandana a Reiji. No solo había recuperado su status como shinobi, ¡sino que se iba en una misión diplomática con Katsudon! ¡Y al País del Hierro, nada menos! «¡Qué suerte, Reiji!» Imaginaba que era el sueño húmedo para todo usuario de Kenjutsu: visitar la cuna de los samuráis.
Luego devolvió la mirada hacia Hanabi.
—Muchas gracias por sus palabras, Hanabi-sama —dijo, agradecido y algo sonrojado. Orgulloso, también. De honrar a aquella placa. Una placa que, tiempo atrás, creyó que había pertenecido a un verdadero profesional.
Pero su tranquilidad pronto se vio interrumpida al ver el rostro de Reiji. Y es que al ver su expresión confusa, por un momento, Datsue creyó que iba a rechazar la propuesta. No porque no quisiese enfrascarse en semejante misión, sino por no creerse preparado. Pero entonces el chico cerró los ojos por un segundo y…
—Si confía en mi para esta misión, no puedo decirle que no. Iré.
«¡Eso es, Reiji, joder! ¡Eso es!» ¡Así se hablaba, hostia!
—Aunque no creo que a las cinco de la mañana haya mucha gente en la puerta... No recuerdo haber visto nunca a Katsudon. ¿Como le reconozco?
Datsue no pudo evitar reírse.
—Imagínate que estás paseando por la Planicie del Silencio y de repente te cruzas, ahí surgiendo de la nada, con una montaña.
»Pues bien, con Katsudon te pasará igual. —Era uno de esos tipos que no necesitaban más descripción. Era verlo, y sabías que no podía tratarse de otra persona que no fuese él.
Sí, quizá la palabra complicada se quedaba algo pequeña. Por suerte, todo aquello quedaba atrás. Habían parcheado como buenamente habían podido —y sabido— todo lo malo. Y habían llegado cosas buenas también. Hanabi había dado la cara por él, había hecho mucho por él. Tanto, que el Uchiha todavía se sentía en deuda. Una de esas que difícilmente eran pagadas en toda una vida.
Observó, complacido, cómo se le devolvía la bandana a Reiji. No solo había recuperado su status como shinobi, ¡sino que se iba en una misión diplomática con Katsudon! ¡Y al País del Hierro, nada menos! «¡Qué suerte, Reiji!» Imaginaba que era el sueño húmedo para todo usuario de Kenjutsu: visitar la cuna de los samuráis.
Luego devolvió la mirada hacia Hanabi.
—Muchas gracias por sus palabras, Hanabi-sama —dijo, agradecido y algo sonrojado. Orgulloso, también. De honrar a aquella placa. Una placa que, tiempo atrás, creyó que había pertenecido a un verdadero profesional.
Pero su tranquilidad pronto se vio interrumpida al ver el rostro de Reiji. Y es que al ver su expresión confusa, por un momento, Datsue creyó que iba a rechazar la propuesta. No porque no quisiese enfrascarse en semejante misión, sino por no creerse preparado. Pero entonces el chico cerró los ojos por un segundo y…
—Si confía en mi para esta misión, no puedo decirle que no. Iré.
«¡Eso es, Reiji, joder! ¡Eso es!» ¡Así se hablaba, hostia!
—Aunque no creo que a las cinco de la mañana haya mucha gente en la puerta... No recuerdo haber visto nunca a Katsudon. ¿Como le reconozco?
Datsue no pudo evitar reírse.
—Imagínate que estás paseando por la Planicie del Silencio y de repente te cruzas, ahí surgiendo de la nada, con una montaña.
»Pues bien, con Katsudon te pasará igual. —Era uno de esos tipos que no necesitaban más descripción. Era verlo, y sabías que no podía tratarse de otra persona que no fuese él.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado