6/11/2015, 18:01
Pero parecía que la petición de Ayame no iba a ser recibida como ella hubiese deseado, y Blame no se demoró en demostrarlo.
—¡Ni hablar! ¡El médico me ha dicho que no haga esfuerzos físicos durante dos semanas!
Y, por muy ingenua que fuera, Ayame supo de inmediato que aquello no eran más que excusas vacuas. Abrió la boca, dispuesta a rechistar por no poder saciar su curiosidad de ver el arma que se exhibía tras aquel océano de gente, pero su acompañante la interrumpió antes de que pudiera siquiera inspirar para comenzar a hablar.
——Por cierto... ¿no íbamos a buscar a tus familiares?
A Ayame se le cayó el mundo encima. Su rostro palideció a una velocidad abrumadora y su corazón se olvidó de latir durante un instante.
—Es... es cierto... —balbuceó, con apenas un hilo de voz.
Se le había olvidado por completo. Había olvidado que era una kunoichi ajena a aquel territorio, que apenas se acababa de graduar, y que había perdido a su única fuente de seguridad en un entorno desconocido para ella. Había olvidado que estaba con un shinobi de otra aldea. Se había confiado demasiado en demasiado poco tiempo.
Había sido una estúpida.
El peso de la realidad cayó sobre ella como un mazo. Doloroso. Demasiado doloroso. Le costó algunos segundos comprender qué había pasado, y sólo cuando escuchó una grave y airada voz a su espalda supo que la habían golpeado de verdad en la coronilla.
—¡JODIDA CRÍA! ¿Cómo se te ocurre separarte de esa manera? ¿Has perdido el juicio o qué cojones te pasa?
—Ayayay... —gimoteaba Ayame, encogida sobre sí misma con ambas manos cubriéndose la cabeza.
—¡Ni hablar! ¡El médico me ha dicho que no haga esfuerzos físicos durante dos semanas!
Y, por muy ingenua que fuera, Ayame supo de inmediato que aquello no eran más que excusas vacuas. Abrió la boca, dispuesta a rechistar por no poder saciar su curiosidad de ver el arma que se exhibía tras aquel océano de gente, pero su acompañante la interrumpió antes de que pudiera siquiera inspirar para comenzar a hablar.
——Por cierto... ¿no íbamos a buscar a tus familiares?
A Ayame se le cayó el mundo encima. Su rostro palideció a una velocidad abrumadora y su corazón se olvidó de latir durante un instante.
—Es... es cierto... —balbuceó, con apenas un hilo de voz.
Se le había olvidado por completo. Había olvidado que era una kunoichi ajena a aquel territorio, que apenas se acababa de graduar, y que había perdido a su única fuente de seguridad en un entorno desconocido para ella. Había olvidado que estaba con un shinobi de otra aldea. Se había confiado demasiado en demasiado poco tiempo.
Había sido una estúpida.
El peso de la realidad cayó sobre ella como un mazo. Doloroso. Demasiado doloroso. Le costó algunos segundos comprender qué había pasado, y sólo cuando escuchó una grave y airada voz a su espalda supo que la habían golpeado de verdad en la coronilla.
—¡JODIDA CRÍA! ¿Cómo se te ocurre separarte de esa manera? ¿Has perdido el juicio o qué cojones te pasa?
—Ayayay... —gimoteaba Ayame, encogida sobre sí misma con ambas manos cubriéndose la cabeza.