22/05/2019, 19:40
(Última modificación: 22/05/2019, 19:41 por Uchiha Akame.)
El muchacho sintió un regusto amargo en la boca. Trató de echarse la mano a la tabaquera para sacar un pitillo, pero entonces recordó que estaba vacía; se había fumado el último en el camarote, mientras interrogaba a Shikari, momentos antes. Desvió la mirada hacia el horizonte y dejó que la brisa del mar le hiciera una fresca caricia en el rostro mientras mantenía las manos cruzadas a la espalda. Jugueteaba nerviosamente con sus dedos.
«Juuten. Sannan.»
Uchiha Akame el Profesional había matado a mucha gente. Suzaku también. Pero ninguno había experimentado nunca lo que estaba sintiendo en ese momento el joven exjōnin, allí, sobre la cubierta de Baratie. Acababa de unirse a Dragón Rojo y ya tenía tres cadáveres en su haber; ¿era lo mismo mandar a aquellos dos hombres a la muerte para salvar a los demás, que asesinar a Shaneji? «No. En absoluto», se contestó a sí mismo. ¿Significaba eso que Akame estaba libre de culpa, que su propia justicia le exoneraba de aquellas acciones?
No. Cargaría con ellas hasta el fin de los días, sin edulcorarlas con férreos códigos o leyes ninja, sin escudarse en sus objetivos. Usaría sus propios hombros y lo haría con la cabeza alta. Sería el responsable de sus actos y nunca jamás buscaría excusarse. Así lo había decidido.
Tras unos largos momentos de silencio, el Cabeza de Dragón volvió a hablar.
—Lo has hecho bien, Kushoro. Si vuelven, que sean recibidos con doble ración de ron, por su gallardía. Si no... asegúrate de que sean recordados con el respeto que merecen.
Akame alzó la vista al cielo, al abrasador Sol de Verano que dejaba caer toda su potencia sobre la cubierta de Baratie y sus desgraciados habitantes.
—¿Qué hay de ese kasa? —preguntó de repente—. Ah, y, Kushoro... ¿Alguien a bordo fuma tabaco? Me vendría bien un cigarrillo.
«Juuten. Sannan.»
Uchiha Akame el Profesional había matado a mucha gente. Suzaku también. Pero ninguno había experimentado nunca lo que estaba sintiendo en ese momento el joven exjōnin, allí, sobre la cubierta de Baratie. Acababa de unirse a Dragón Rojo y ya tenía tres cadáveres en su haber; ¿era lo mismo mandar a aquellos dos hombres a la muerte para salvar a los demás, que asesinar a Shaneji? «No. En absoluto», se contestó a sí mismo. ¿Significaba eso que Akame estaba libre de culpa, que su propia justicia le exoneraba de aquellas acciones?
No. Cargaría con ellas hasta el fin de los días, sin edulcorarlas con férreos códigos o leyes ninja, sin escudarse en sus objetivos. Usaría sus propios hombros y lo haría con la cabeza alta. Sería el responsable de sus actos y nunca jamás buscaría excusarse. Así lo había decidido.
Tras unos largos momentos de silencio, el Cabeza de Dragón volvió a hablar.
—Lo has hecho bien, Kushoro. Si vuelven, que sean recibidos con doble ración de ron, por su gallardía. Si no... asegúrate de que sean recordados con el respeto que merecen.
Akame alzó la vista al cielo, al abrasador Sol de Verano que dejaba caer toda su potencia sobre la cubierta de Baratie y sus desgraciados habitantes.
—¿Qué hay de ese kasa? —preguntó de repente—. Ah, y, Kushoro... ¿Alguien a bordo fuma tabaco? Me vendría bien un cigarrillo.