22/05/2019, 20:04
—Bien, ve.
«Suzaku-sama...»
No era la primera vez que lo oía —esa misma mañana habían sido como tres o cuatro veces más—, pero Akame se estaba empezando a dar cuenta de que le rechinaba el "-sama". Nunca en su vida se habían dirigido a él con tamaño honorífico, y quizás fuese la falta de costumbre, pero le hacía sentir realmente incómodo. Por otra parte, seguía siendo consciente de que estaba en un barco rodeado de marineros bastante cabrones que se lanzarían a por un motín a la primera señal de debilidad que detectasen. «La dura balanza entre ser justo y estricto», entendió el Uchiha. ¿Hacia qué lado debía inclinarse? Para alguien acostumbrado a gobernar y ocupar una alta posición en la jerarquía, ser tratado con tamaño respeto —aunque en realidad no fuese más que miedo disfrazado— aquello no supondría dilema alguno. Pero, ¿y Akame...?
Cuando Kushoro volvió con el sombrero y el tabaco, Akame estaba apoyado en la barandilla de babor, observando la inmensidad del mar. Por la ruta que llevaban, dedujo que al Sur de su posición debían encontrarse las islas septentrionales del País de la Espiral. Un hogar al que nunca podría volver. Aquello le produjo un dolor amargo y nostálgico que trató de apagar con un pitillo. Se lo encendió rápidamente, fumando varias caladas mientras devolvía la caja de fósforos al bolsillo interior de su yukata y luego guardaba el paquete de tabaco en el mismo.
—El de Kaido servirá —contestó, lacónico, mientras se colocaba el kasa en la cabeza. «Mucho mejor, sí.» Luego zanjó las siguientes palabras de Kushoro con tono severo—. Cuando me interesen las opiniones de los marineros preguntaré por ellas, Kushoro. ¿Habéis hecho inventario de la bodega? ¿Se ha perdido algo durante mi... intercambio de discrepancias con Shaneji?
«Suzaku-sama...»
No era la primera vez que lo oía —esa misma mañana habían sido como tres o cuatro veces más—, pero Akame se estaba empezando a dar cuenta de que le rechinaba el "-sama". Nunca en su vida se habían dirigido a él con tamaño honorífico, y quizás fuese la falta de costumbre, pero le hacía sentir realmente incómodo. Por otra parte, seguía siendo consciente de que estaba en un barco rodeado de marineros bastante cabrones que se lanzarían a por un motín a la primera señal de debilidad que detectasen. «La dura balanza entre ser justo y estricto», entendió el Uchiha. ¿Hacia qué lado debía inclinarse? Para alguien acostumbrado a gobernar y ocupar una alta posición en la jerarquía, ser tratado con tamaño respeto —aunque en realidad no fuese más que miedo disfrazado— aquello no supondría dilema alguno. Pero, ¿y Akame...?
Cuando Kushoro volvió con el sombrero y el tabaco, Akame estaba apoyado en la barandilla de babor, observando la inmensidad del mar. Por la ruta que llevaban, dedujo que al Sur de su posición debían encontrarse las islas septentrionales del País de la Espiral. Un hogar al que nunca podría volver. Aquello le produjo un dolor amargo y nostálgico que trató de apagar con un pitillo. Se lo encendió rápidamente, fumando varias caladas mientras devolvía la caja de fósforos al bolsillo interior de su yukata y luego guardaba el paquete de tabaco en el mismo.
—El de Kaido servirá —contestó, lacónico, mientras se colocaba el kasa en la cabeza. «Mucho mejor, sí.» Luego zanjó las siguientes palabras de Kushoro con tono severo—. Cuando me interesen las opiniones de los marineros preguntaré por ellas, Kushoro. ¿Habéis hecho inventario de la bodega? ¿Se ha perdido algo durante mi... intercambio de discrepancias con Shaneji?