23/05/2019, 15:20
Había tres formas muy básicas pero efectivas de ganarse el respeto de unos contrabandistas. La primera era con el dinero. La segunda con el miedo. La tercera demostrando que con tu liderazgo y toma de decisiones al grupo le iría mejor. Cada uno tenía sus preferencias, pero normalmente iba por este orden, de más importancia a menos.
Uchiha Akame optó por la segunda vía. La más sencilla para él, y la que más a mano tenía en aquellos momentos. Optó por la sangre de sus ojos. Optó por esas viscerales visiones que tan bien había aprendido a hacer. No era para menos, había tenido al mejor maestro de todos: Shukaku.
El contrabandista saltó y cayó de culo, horrorizado. Balbuceó unas palabras ininteligibles, miró su plato, y escapó horrorizado escaleras arriba. No, no iba a comerse su parte del desayuno por unas horas. No después de lo que acababa de ver.
Si el resto de marineros necesitaba un recordatorio de lo que aquel chico era capaz de hacer, allí lo tenían. A ninguno le parecieron quedar ganas de más protestas.
Shenfu Kano se acercó a la mesa de Suzaku y le sirvió su parte. Una jarra de agua. Una buena botella de ron, si la quería. Y pan de hace dos días, calentado en el horno para recuperar algo de su sabor, con mantequilla y una loncha del poco salmón que se había salvado. No era mucho, pero Jitsuna y él habían hecho lo posible para que al menos supiese de lujo.
—¡Aquí tiene, para la señorita! —exclamó, dejándole otro plato con idéntica comida.
Uchiha Akame optó por la segunda vía. La más sencilla para él, y la que más a mano tenía en aquellos momentos. Optó por la sangre de sus ojos. Optó por esas viscerales visiones que tan bien había aprendido a hacer. No era para menos, había tenido al mejor maestro de todos: Shukaku.
El contrabandista saltó y cayó de culo, horrorizado. Balbuceó unas palabras ininteligibles, miró su plato, y escapó horrorizado escaleras arriba. No, no iba a comerse su parte del desayuno por unas horas. No después de lo que acababa de ver.
Si el resto de marineros necesitaba un recordatorio de lo que aquel chico era capaz de hacer, allí lo tenían. A ninguno le parecieron quedar ganas de más protestas.
Shenfu Kano se acercó a la mesa de Suzaku y le sirvió su parte. Una jarra de agua. Una buena botella de ron, si la quería. Y pan de hace dos días, calentado en el horno para recuperar algo de su sabor, con mantequilla y una loncha del poco salmón que se había salvado. No era mucho, pero Jitsuna y él habían hecho lo posible para que al menos supiese de lujo.
—¡Aquí tiene, para la señorita! —exclamó, dejándole otro plato con idéntica comida.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado