24/05/2019, 23:25
Katsudon quedó maravillado una sombra de la forma de un shuriken formándose en la palma de la mano de Reiji para finalmente desaparecer.
—Se supone que soy hijo de un herrero y su aprendiz, tengo en mi cabeza la forma y como se hacen cada una de las armas que conozco. Es más, yo mismo he forjado bastantes shurikens, y sin embargo, no soy capaz de ir más allá. Aunque bueno, quizás solo sea cuestión de tiempo y de no perder la esperanza.
—Bueno, conocer la forma de un shuriken no le hace a uno poder formar un shuriken con el chakra, hijo —opinó Katsudon—. El control del chakra es una cosa muy jodida. Yo mismo no sé hacer cosas tan precisas. Lo mío es cantidad. Aplastar cosas. Ya está.
»Es lo que se nos da bien a los Akimichi. —El gigantón se encogió de hombros.
A medida que avanzaban y el sol se iba poniendo, sus pasos se hacían más lentos y pesados. Empezó a rodearles una mata de hierba que les llegaba hasta las rodillas, Y Katsudon insistió en encontrar un sitio más despejado para hacer una hoguera. Aún así, fueron cogiendo ramitas en cada pequeño arbusto. En un lugar sin árboles, podía ser complicado recolectar leña de calidad.
El Akimichi dio ignición a la madera con una sencilla llamarada hecha con Katon. Katsudon desenganchó un enorme —acorde a su tamaño— saco de dormir de su mochila y lo extendió con cuidado sobre la llanura. Luego, rebuscó y sacó dos bocadillos enormes. Le tendió uno a Reiji.
—Pechuga de pollo, jamón, mayonesa y cebolla caramelizada —dijo, relamiéndose—. Toma, he traído uno para cada uno.
—Se supone que soy hijo de un herrero y su aprendiz, tengo en mi cabeza la forma y como se hacen cada una de las armas que conozco. Es más, yo mismo he forjado bastantes shurikens, y sin embargo, no soy capaz de ir más allá. Aunque bueno, quizás solo sea cuestión de tiempo y de no perder la esperanza.
—Bueno, conocer la forma de un shuriken no le hace a uno poder formar un shuriken con el chakra, hijo —opinó Katsudon—. El control del chakra es una cosa muy jodida. Yo mismo no sé hacer cosas tan precisas. Lo mío es cantidad. Aplastar cosas. Ya está.
»Es lo que se nos da bien a los Akimichi. —El gigantón se encogió de hombros.
A medida que avanzaban y el sol se iba poniendo, sus pasos se hacían más lentos y pesados. Empezó a rodearles una mata de hierba que les llegaba hasta las rodillas, Y Katsudon insistió en encontrar un sitio más despejado para hacer una hoguera. Aún así, fueron cogiendo ramitas en cada pequeño arbusto. En un lugar sin árboles, podía ser complicado recolectar leña de calidad.
El Akimichi dio ignición a la madera con una sencilla llamarada hecha con Katon. Katsudon desenganchó un enorme —acorde a su tamaño— saco de dormir de su mochila y lo extendió con cuidado sobre la llanura. Luego, rebuscó y sacó dos bocadillos enormes. Le tendió uno a Reiji.
—Pechuga de pollo, jamón, mayonesa y cebolla caramelizada —dijo, relamiéndose—. Toma, he traído uno para cada uno.
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