8/06/2019, 03:43
Ranko deseó haber llevado un abanico. No era como que cada casa fuese una forja, pero así se sentía. Movió su mano para intentar refrescarse, mas solo se echó aire caliente al rostro. Suspiró, un poco de mala gana, mientras se adentraba más en la ciudad.
No tardó en encontrar la manera de cumplir su primera misión secundaria: encontrar dónde comer: un puesto de comida ambulante casi vacío. Había poco más que una chica de cabellos rojos, además de los dos cocineros. Ranko tragó saliva y se ajustó la mochila a los hombros.
”¿Debería? No, creo que no es absolutamente necesario… O tal vez sí lo es. Madre lo ha dicho: “No puedes cumplir una misión de manera apropiada si no tienes el estado apropiado”. ¿Lo dijo? Bueno, no sé, pero el punto es que si no te alimentas bien, no rendirás al máximo… Además, tal vez ellos te ayuden a encontrar la espada que buscas. Sí, sí. Todo sea por el bien de la… ahm... misión.”
Apenas había dado un paso hacia el lugar cuando notó a otro pelirrojo (o casi pelirrojo) cerca de allí. Al pasar a su lado, le pareció escuchar que buscaba a alguien específico. Ranko sonrió para sí misma. Pensó que, entonces, tal vez no era la única con un destino similar. Convencida de que podría cumplir su cometido, se acercó a pasos cortos al puesto de comida y tomó asiento a dos lugares de la chica de cabellos de llama. Quiso carraspear para llamar la atención de los cocineros, pero solo salió un raro ruido agudo de su garganta.
—¡Bienvenida! ¿En qué le podemos ayudar? ¿Qué se le ofrece?
Aquellas personas eran tan amables, pero tan directas, que Ranko tardó casi un minuto entero en lograr acomodar las palabras de su boca.
—U-u-un… Ah, ¡buenas…! Bu-buenos días. Qui… Quisi… Quisi… era… Quisiera un… O… oko…
”¡Agh! ¿Tenías que pedir algo con un nombre tan largo? ¡Ahora creerás que tienes problemas intelectuales, o algo así!”
—¿Okonomiyaki? —Le ayudó uno de los cocineros, sin perder la calma, pero sin detenerse. Ranko asintió, aliviada.
—D-de mochi. Per… Perdón. Gracias. D-disculpe.
La kunoichi se llevó la mano al rostro, llena de pena, pero los cocineros pusieron manos a la obra rápidamente. Ranko dio un vistazo hacia la izquierda, hacia la pelirroja a dos espacios vacíos de distancia y su yakisoba. Se veía delicioso. Luego, dio un vistazo hacia la derecha, y divisó al chico que acababa de ver unos segundos antes, quien continuaba su búsqueda.
Suspiró con un dejo de desesperación, intentando tranquilizarse en aquella gran urbe de metal.
No tardó en encontrar la manera de cumplir su primera misión secundaria: encontrar dónde comer: un puesto de comida ambulante casi vacío. Había poco más que una chica de cabellos rojos, además de los dos cocineros. Ranko tragó saliva y se ajustó la mochila a los hombros.
”¿Debería? No, creo que no es absolutamente necesario… O tal vez sí lo es. Madre lo ha dicho: “No puedes cumplir una misión de manera apropiada si no tienes el estado apropiado”. ¿Lo dijo? Bueno, no sé, pero el punto es que si no te alimentas bien, no rendirás al máximo… Además, tal vez ellos te ayuden a encontrar la espada que buscas. Sí, sí. Todo sea por el bien de la… ahm... misión.”
Apenas había dado un paso hacia el lugar cuando notó a otro pelirrojo (o casi pelirrojo) cerca de allí. Al pasar a su lado, le pareció escuchar que buscaba a alguien específico. Ranko sonrió para sí misma. Pensó que, entonces, tal vez no era la única con un destino similar. Convencida de que podría cumplir su cometido, se acercó a pasos cortos al puesto de comida y tomó asiento a dos lugares de la chica de cabellos de llama. Quiso carraspear para llamar la atención de los cocineros, pero solo salió un raro ruido agudo de su garganta.
—¡Bienvenida! ¿En qué le podemos ayudar? ¿Qué se le ofrece?
Aquellas personas eran tan amables, pero tan directas, que Ranko tardó casi un minuto entero en lograr acomodar las palabras de su boca.
—U-u-un… Ah, ¡buenas…! Bu-buenos días. Qui… Quisi… Quisi… era… Quisiera un… O… oko…
”¡Agh! ¿Tenías que pedir algo con un nombre tan largo? ¡Ahora creerás que tienes problemas intelectuales, o algo así!”
—¿Okonomiyaki? —Le ayudó uno de los cocineros, sin perder la calma, pero sin detenerse. Ranko asintió, aliviada.
—D-de mochi. Per… Perdón. Gracias. D-disculpe.
La kunoichi se llevó la mano al rostro, llena de pena, pero los cocineros pusieron manos a la obra rápidamente. Ranko dio un vistazo hacia la izquierda, hacia la pelirroja a dos espacios vacíos de distancia y su yakisoba. Se veía delicioso. Luego, dio un vistazo hacia la derecha, y divisó al chico que acababa de ver unos segundos antes, quien continuaba su búsqueda.
Suspiró con un dejo de desesperación, intentando tranquilizarse en aquella gran urbe de metal.
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