11/11/2015, 11:32
El hombre que había golpeado a Ayame era alto y, sobre todo, imponente. No tenía una masa muscular destacable, de hecho era de contextura más bien delgada; ni siquiera tenía una apariencia de camorrista que pudiera intimidar por su mera presencia. No, el poder amedrentador de Zetsuo provenía de su rostro adusto, de aquel permanente gesto severo que parecía tallado en su cara como si de un bloque de mármol se tratara. Pero, sobre todo, provenía de sus ojos. Ojos afilados como los de un ave rapaz e iris de color agumarina profundo, penetrante.
—Mira tú por donde... Has encontrado a uno de tus familiares.
La frase de Blame vino acompañada de una amplia sonrisa, y el padre de Ayame clavó su mirada en el muchacho. Sus ojos viraron de su rostro a la bandana que lucía a la altura de la cintura.
—Papá... —gimoteó ella, aún dolorida. Ni siquiera se había dado cuenta de que algunas personas habían enmudecido y contemplaban la escena con curiosidad, casi conteniendo la respiración. Aunque no tardaron en volver a sus asuntos al darse cuenta de que, pese al alboroto, realmente no pasaba nada interesante.
—Has estado con ella todo este tiempo —dijo, con aquel tono de voz profundo y grave que le caracterizaba. Y aunque parecía que aquella frase pretendía ser una pregunta, en realidad no había sido más que una afirmación dejada en el aire. Zetsuo ladeó el rostro hacia su hija, que seguía encogida sobre sí misma como un bicho bola—. Espero que no le hayas... causado demasiadas molestias a este chico.
Ayame le dirigió una mirada de reojo, aunque el contacto visual no duró más que unos instantes.
—N... no... Blame-san me estaba ayudando a buscaros.
Zetsuo volvió a mirar a Blame, y tras unos segundos de tenso silencio alzó la mano, se la llevó al oído, y sus labios se movieron en una escueta frase que ninguno de los dos chiquillos llegaría a escuchar jamás.
—¡Ay! —volvió a protestar Ayame, cuando su padre la agarró a la altura del bíceps y se dio media vuelta.
—Se ha acabado la excursión por hoy, niña. Ya hablaremos más tarde.
—P... Pero... ¿Y Kōri?
—Le esperaremos fuera.
Ayame dirigió una última mirada a Blame por encima del hombro, con la disculpa brillando en sus ojos castaños. Aquella era la primera vez que se encontraba con otro shinobi de otra aldea; y, pese a todo, se había quedado con una insaciable curiosidad por saber algo más sobre Kusagakure.
«Cuando le vuelva a ver le preguntaré sobre su hogar» Se dijo.
—G... ¡Gracias por todo, Blame-san!
—Mira tú por donde... Has encontrado a uno de tus familiares.
La frase de Blame vino acompañada de una amplia sonrisa, y el padre de Ayame clavó su mirada en el muchacho. Sus ojos viraron de su rostro a la bandana que lucía a la altura de la cintura.
—Papá... —gimoteó ella, aún dolorida. Ni siquiera se había dado cuenta de que algunas personas habían enmudecido y contemplaban la escena con curiosidad, casi conteniendo la respiración. Aunque no tardaron en volver a sus asuntos al darse cuenta de que, pese al alboroto, realmente no pasaba nada interesante.
—Has estado con ella todo este tiempo —dijo, con aquel tono de voz profundo y grave que le caracterizaba. Y aunque parecía que aquella frase pretendía ser una pregunta, en realidad no había sido más que una afirmación dejada en el aire. Zetsuo ladeó el rostro hacia su hija, que seguía encogida sobre sí misma como un bicho bola—. Espero que no le hayas... causado demasiadas molestias a este chico.
Ayame le dirigió una mirada de reojo, aunque el contacto visual no duró más que unos instantes.
—N... no... Blame-san me estaba ayudando a buscaros.
Zetsuo volvió a mirar a Blame, y tras unos segundos de tenso silencio alzó la mano, se la llevó al oído, y sus labios se movieron en una escueta frase que ninguno de los dos chiquillos llegaría a escuchar jamás.
—¡Ay! —volvió a protestar Ayame, cuando su padre la agarró a la altura del bíceps y se dio media vuelta.
—Se ha acabado la excursión por hoy, niña. Ya hablaremos más tarde.
—P... Pero... ¿Y Kōri?
—Le esperaremos fuera.
Ayame dirigió una última mirada a Blame por encima del hombro, con la disculpa brillando en sus ojos castaños. Aquella era la primera vez que se encontraba con otro shinobi de otra aldea; y, pese a todo, se había quedado con una insaciable curiosidad por saber algo más sobre Kusagakure.
«Cuando le vuelva a ver le preguntaré sobre su hogar» Se dijo.
—G... ¡Gracias por todo, Blame-san!