2/07/2019, 19:03
Katsudon se había quedado con la boca tan abierta que probablemente habría hecho falta la fuerza de tres hombres para cerrarla. Sólo salió de su ensimismamiento cuando el muy inconsciente de Reiji propuso algo totalmente fuera de lugar. Y recibió un buen capón por ello, vaya que sí.
—¡Pero muchacho! ¡Cómo se te ocurre decir algo así en un momento como este!
Aunque Yuuna parecía tan perpleja e indignada antes de este gesto, la situación acabó por hacerle gracia y rio.
—Caramba, Yuuna-san... me temo que tenemos mucho de qué hablar. —Katsudon se inclinó en una reverencia respetuosa—. Soy Akimichi Katsudon, mano derecha de Hanabi. Creo que no tendrás que llegar a Uzushiogakure. —Yuuna pareció bastante feliz. Si había acabado en aquella mansión abandonada, es que no le estaba siendo fácil orientarse en el tramo final del viaje—. Y, bueno. No tengo problema en compartir contigo la información que tenemos, pero aún así cumpliremos nuestra misión original y viajaremos al Hierro. Tengo una proposición importante que hacerle a vuestra nueva líder, y me temo que tendremos que presentar nuestros respetos ante ella. Estas cosas hay que hablarlas en persona.
A modo de asentimiento, Yuuna, inclinó la cabeza. Caminó al lado de Reiji, pasando de largo.
—Entonces será mejor que nos pongamos en marcha cuanto antes. Por cierto, Sasaki-san —dijo—. ¿Sabes cuál es una cualidad muy valiosa para un shinobi, para un samurai y también para un herrero?
»La paciencia. Tendrás tu combate. Pero esperaremos al momento apropiado. —Se detuvo, giró el rostro a medias hacia Reiji y sonriéndole de reojo añadió—: Por cierto, todos los samurai aprendemos a cuidar de la salud de nuestras espadas. Gracias, pero Tamashigiri no necesita ningún "médico".
Comenzó a descender las escaleras.
Katsudon miró a Reiji y se encogió de hombros. Luego, siguió a Yuuna.
—¡Pero muchacho! ¡Cómo se te ocurre decir algo así en un momento como este!
Aunque Yuuna parecía tan perpleja e indignada antes de este gesto, la situación acabó por hacerle gracia y rio.
—Caramba, Yuuna-san... me temo que tenemos mucho de qué hablar. —Katsudon se inclinó en una reverencia respetuosa—. Soy Akimichi Katsudon, mano derecha de Hanabi. Creo que no tendrás que llegar a Uzushiogakure. —Yuuna pareció bastante feliz. Si había acabado en aquella mansión abandonada, es que no le estaba siendo fácil orientarse en el tramo final del viaje—. Y, bueno. No tengo problema en compartir contigo la información que tenemos, pero aún así cumpliremos nuestra misión original y viajaremos al Hierro. Tengo una proposición importante que hacerle a vuestra nueva líder, y me temo que tendremos que presentar nuestros respetos ante ella. Estas cosas hay que hablarlas en persona.
A modo de asentimiento, Yuuna, inclinó la cabeza. Caminó al lado de Reiji, pasando de largo.
—Entonces será mejor que nos pongamos en marcha cuanto antes. Por cierto, Sasaki-san —dijo—. ¿Sabes cuál es una cualidad muy valiosa para un shinobi, para un samurai y también para un herrero?
»La paciencia. Tendrás tu combate. Pero esperaremos al momento apropiado. —Se detuvo, giró el rostro a medias hacia Reiji y sonriéndole de reojo añadió—: Por cierto, todos los samurai aprendemos a cuidar de la salud de nuestras espadas. Gracias, pero Tamashigiri no necesita ningún "médico".
Comenzó a descender las escaleras.
Katsudon miró a Reiji y se encogió de hombros. Luego, siguió a Yuuna.
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