5/07/2019, 14:37
La pelirroja no sólo aceptó la idea de Ranko, sino que la felicitó por haberla pensado. La Kusajin sonrió ante el comentario de la chica. Hikaru parecía el extremo opuesto de Ken: su mente y cuerpo parecían estar a alta velocidad y con muchos ánimos, mientras que el chico parecía o demasiado tímido o demasiado indeciso. Ranko se sentía estar en algún punto medio del espectro, pues tenía muchas ganas de poner manos a la obra, solo que se le dificultaba un poco cómo expresarlo.
—G-gracias, Sarutobi-san.
La Uzujin no soltó las riendas y se apresuró a preguntar dónde quedaba la puerta más cercana. Después de una palmada por parte de Ken y un movimiento de cabeza por parte de Ranko, ambos siguieron a Hikaru hasta el lugar indicado. La chica también les dijo el orden en el que podrían buscar: Ranko primero, Ken después y Hikaru al final. Ken les dijo que no dejaran a nadie, a lo que Ranko contestó con una sonrisa tímidamente torcida y un pulgar arriba.
—M-me parece ba-bastante bien, Sarutobi-san.
Se puso a ello, entonces, y se dirigió al primer local. A pesar de que la calle tenía su buena cantidad de gente, la primera forja estaba prácticamente vacía. Una persona trabajaba al fondo del lugar mientras otra diseñaba sobre un gran pliego de papel algo que Ranko no alcanzó a distinguir del todo. La chica respiró profundamente, aunque le pareció que el aire del lugar calcinaba sus pulmones.
—¿Sí? Bienvenida, señorita. ¿Necesita ayuda? —le dijo el hombre del diseño después de un rato de estar parada sin hablar. Ranko se encogió de hombros de repente, y comenzó a jugar con sus manos nerviosamente.
—¡Ah! Ehm… S-sí, ahm… —Ranko se acercó hasta un punto donde no necesitase alzar mucho la voz —Yo…
—Señorita, disculpe —El hombre se apartó de la mesa de diseños y fue a con la chica. Había una mesa más entre los dos, una llena de herramientas y partes de herramientas rotas, nuevas y arregladas. El hombro apoyó ambas manos en el mueble, como si llevase esperando horas que le atendieran —, pero va a tener que hablar rápido. Si requiere la forja de alguna herramienta o utensilio, éste es el mejor lugar. ¿Busca una espada? Éste no es el mejor lugar.
—S-s-sí… D-digo, no… Yo… —La chica sacudió la cabeza, intentando sacarse la pena de la mente. Tenía que enfocarse, pues ya no era la misión de Ranko, era la misión de los tres —. S-s-sólo estoy… Estoy… —”Respira hondo, Ranko. Uno. Dos. Uno. Dos.” —. Estoy buscando a algunos herreros. Específicos. A-akiyama-san. Kaoto-san. Y-y… Y Shaku-san.
El hombre se llevó una mano a su corta barba, pensativo.
—Kaoto me suena, me suena. Akiyama no sé. Hay demasiados herreros aquí. Es difícil acordarse de todos, aunque yo sea uno de ellos. Hay muchos lugares para espadas, por eso hacemos herramientas aquí. Y por eso no estoy tan familiarizado con creadores de espadas, si es lo que buscas. Pero sí con Shaku Arai-sensei. Estamos de este extremo de la ciudad, por lo que estamos algo alejados, pero Shaku-sensei es muy famoso aquí. Aunque no sé dónde está su forja. No dudo que lo encontrará rápidamente, señorita. ¿Es todo?
—S-sí. E-entiendo. Muchas —Pero antes de que terminara, el hombre asintió y volvió a la mesa de diseño —gracias.
No obstante, Ranko le dedicó una reverencia. Luego salió del local y siguió por la calle, contando los otros lugares.
”Dos, Ken-san. Tres, Sarutobi-san. Uno, yo.”
Y Ranko entró en el cuarto local.
—G-gracias, Sarutobi-san.
La Uzujin no soltó las riendas y se apresuró a preguntar dónde quedaba la puerta más cercana. Después de una palmada por parte de Ken y un movimiento de cabeza por parte de Ranko, ambos siguieron a Hikaru hasta el lugar indicado. La chica también les dijo el orden en el que podrían buscar: Ranko primero, Ken después y Hikaru al final. Ken les dijo que no dejaran a nadie, a lo que Ranko contestó con una sonrisa tímidamente torcida y un pulgar arriba.
—M-me parece ba-bastante bien, Sarutobi-san.
Se puso a ello, entonces, y se dirigió al primer local. A pesar de que la calle tenía su buena cantidad de gente, la primera forja estaba prácticamente vacía. Una persona trabajaba al fondo del lugar mientras otra diseñaba sobre un gran pliego de papel algo que Ranko no alcanzó a distinguir del todo. La chica respiró profundamente, aunque le pareció que el aire del lugar calcinaba sus pulmones.
—¿Sí? Bienvenida, señorita. ¿Necesita ayuda? —le dijo el hombre del diseño después de un rato de estar parada sin hablar. Ranko se encogió de hombros de repente, y comenzó a jugar con sus manos nerviosamente.
—¡Ah! Ehm… S-sí, ahm… —Ranko se acercó hasta un punto donde no necesitase alzar mucho la voz —Yo…
—Señorita, disculpe —El hombre se apartó de la mesa de diseños y fue a con la chica. Había una mesa más entre los dos, una llena de herramientas y partes de herramientas rotas, nuevas y arregladas. El hombro apoyó ambas manos en el mueble, como si llevase esperando horas que le atendieran —, pero va a tener que hablar rápido. Si requiere la forja de alguna herramienta o utensilio, éste es el mejor lugar. ¿Busca una espada? Éste no es el mejor lugar.
—S-s-sí… D-digo, no… Yo… —La chica sacudió la cabeza, intentando sacarse la pena de la mente. Tenía que enfocarse, pues ya no era la misión de Ranko, era la misión de los tres —. S-s-sólo estoy… Estoy… —”Respira hondo, Ranko. Uno. Dos. Uno. Dos.” —. Estoy buscando a algunos herreros. Específicos. A-akiyama-san. Kaoto-san. Y-y… Y Shaku-san.
El hombre se llevó una mano a su corta barba, pensativo.
—Kaoto me suena, me suena. Akiyama no sé. Hay demasiados herreros aquí. Es difícil acordarse de todos, aunque yo sea uno de ellos. Hay muchos lugares para espadas, por eso hacemos herramientas aquí. Y por eso no estoy tan familiarizado con creadores de espadas, si es lo que buscas. Pero sí con Shaku Arai-sensei. Estamos de este extremo de la ciudad, por lo que estamos algo alejados, pero Shaku-sensei es muy famoso aquí. Aunque no sé dónde está su forja. No dudo que lo encontrará rápidamente, señorita. ¿Es todo?
—S-sí. E-entiendo. Muchas —Pero antes de que terminara, el hombre asintió y volvió a la mesa de diseño —gracias.
No obstante, Ranko le dedicó una reverencia. Luego salió del local y siguió por la calle, contando los otros lugares.
”Dos, Ken-san. Tres, Sarutobi-san. Uno, yo.”
Y Ranko entró en el cuarto local.
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