29/07/2019, 00:20
El chico suspiró con total desesperanza, dejó caer los brazos y se volvió hacia las ruinas de su castillo entre pesados pisotones que levantaban nubes de arena tras su paso.
—Bueno, si crees que tú puedes hacerlo divertido, adelante. Hagamos un castiiiiillo... —terminó por responder, aunque con una desgana casi deprimente.
Ayame no pudo evitar sentirse sorprendida por la invitación. Incluso miró a su alrededor, como si esperara ver a otra persona a la que pudieran ir dirigidas esas palabras.
—¿C... conmigo...? —tartamudeó, entre confundida e insegura.
Ella había acudido a la playa para poder bañarse por primera vez en el mar, en ningún momento había pasado por su cabeza la idea de ponerse a hacer un castillo de arena. Pero hacía mucho tiempo que alguien la invitaba a jugar con él...
La chiquilla se acercó con pasos lentos, tambaleante, y se arrodilló a cierta distancia de Daruu. Usando sus pequeñas manitas, Ayame comenzó a amontonar arena, sin darse ni cuenta de que no sabía ni siquiera lo que estaba haciendo. Y es que, sin los conocimientos y sin el ingrediente estrella, los granos de arena volvían a caer una y otra vez según colapsaban, sin llegar a conseguir formar más que una montaña amorfa.
—Bueno, si crees que tú puedes hacerlo divertido, adelante. Hagamos un castiiiiillo... —terminó por responder, aunque con una desgana casi deprimente.
Ayame no pudo evitar sentirse sorprendida por la invitación. Incluso miró a su alrededor, como si esperara ver a otra persona a la que pudieran ir dirigidas esas palabras.
—¿C... conmigo...? —tartamudeó, entre confundida e insegura.
Ella había acudido a la playa para poder bañarse por primera vez en el mar, en ningún momento había pasado por su cabeza la idea de ponerse a hacer un castillo de arena. Pero hacía mucho tiempo que alguien la invitaba a jugar con él...
La chiquilla se acercó con pasos lentos, tambaleante, y se arrodilló a cierta distancia de Daruu. Usando sus pequeñas manitas, Ayame comenzó a amontonar arena, sin darse ni cuenta de que no sabía ni siquiera lo que estaba haciendo. Y es que, sin los conocimientos y sin el ingrediente estrella, los granos de arena volvían a caer una y otra vez según colapsaban, sin llegar a conseguir formar más que una montaña amorfa.