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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Su mano atrevida navegó los confines de el portaobjetos de Masumi, encontrando cosas que le podrían ser de utilidad. De más está decir que aún teniéndola al borde de la muerte en sus brazos, desde luego que los cogió todos y los guardó para sí mismo. Quizás, le ayudarían a salvarla. A lograr que viviera.

Qué iluso era. Muy iluso.

Un dolor atronador, que ya había sentido antes, le invadió el brazo donde tenía su dragón. El fuerte apogeo y el fuego que ahora envolvía el cuerpo de Muñeca le obligó a soltarla en el agua, mientras su mente viajaba en una mar de recuerdos y sensaciones —tan sólo diminutos retazos de un pasado oculto, pero lo suficiente como para entender quién era aquella cría prodigio, miembro de Dragón Rojo—. que calaron firmemente en su alma y su corazón. Fue muy extraño. Quizás era la primera vez que ocurría que un Dragón ya bautizado padeciera los efectos del fuuinjutsu siendo él el asesino de esa cabeza de dragón. Era una dicotomía inhumana, dolorosa. ¿Ver qué pasa por la cabeza de aquella persona a la que tú le quitaste la vida? demasiado castigo. Demasiado.

El tiburón, exhasperado, empezó a hiperventilar. Respiraba cada vez más rápido, mientras sus ojos, oblicuos, reflejaban las intensas llamas del diminuto cuerpo que no tardó en alzarse, colérico, con una voz que no era la suya. Nunca era la suya, en esos casos.

¿Que quién había sido? ¿quién?

—Yo. He sido yo.
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Mensajes en este tema
(II) La Prisión del Yermo - por Uchiha Datsue - 28/03/2019, 02:49
RE: (II) La Prisión del Yermo - por Umikiba Kaido - 30/07/2019, 04:47


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