10/09/2019, 00:31
(Última modificación: 10/09/2019, 00:39 por Uchiha Datsue. Editado 1 vez en total.)
Zaide alzó la mirada. Las paredes y el techo del pasillo ardían, y el hueco dejado en las escaleras de piedra estaba lleno de un asfixiante humo negro. A diferencia del Hōzuki, él no poseía un amplio repertorio de Suitones para deshacerse de aquel fuego. De hecho, tan solo se sabía una técnica, copiada tiempo atrás al propio Shaneji. Pero era… demasiado poderosa, y requería de un chakra que ahora a duras penas poseía.
Miró de nuevo a Kaido, inconsciente. Casi se había olvidado de él. Tomó el kunai del portaobjetos del ninja, y lo acercó al cuello de este. La punta de acero lamió su piel azul, y…
Y…
—Nah —dijo, desechando en seguida la idea y volviendo a guardar el kunai donde lo había encontrado—. A quién quiero engañar, no tengo estómago para matar a críos. —¿De verdad era eso? O…—. Además, tengo grandes planes para ti… tiburón.
Sonrió. Levantó la vista de nuevo.
—Lo primero es lo primero.
Zaide arrancó un par de telas de las ropas del Hōzuki, de la exacta misma forma en que lo había hecho él en la ilusión, y con un buen remangue del hilo del chico le improvisó una mochila que ató al cuerpo de este. Luego, repitió el proceso con otro trozo de tela, de nuevo imitando lo que había hecho el Primo de Shaneji, y tras humedecerlo en agua lo ató al rostro del chico.
—No me dejo nada, ¿huh? —Recapituló mentalmente lo que había sucedido en la ilusión—. No, no me dejo nada.
Esta vez fue el turno para él: se arrancó un trozo de tela de sus propios ropajes y se lo ató al rostro. Luego, se dejó hundir brevemente en el agua, empapándose entero. Sujetando con firmeza al Primo de Shaneji por la parte trasera del cuello de la camisa, suspiró. Echó de menos no tener un pergamino propio. Le hubiese sido tan fácil sellar aquel fuego…
Escupió a un lado. Dejó de perder el tiempo con quejas estúpidas y se cargó el chico al hombro.
Llegó al otro lado de las escaleras de puro milagro. Sin dejar de toser, con los ojos ciegos y el aliento de Amaterasu tocando cada poro de su piel.
Arriba, el fuego se extendía de derecha a izquierda. La puerta que daba acceso a las celdas era intransitable: las llamas devoraban la entrada y la pared a todo lo largo. No iba a pasar demasiado hasta que llegase al otro lado de la fortaleza: la salida.
El olor a humo y a piel chamuscada hizo que tuviese náuseas. Los cuerpos se apilaban por toda la sala. Algunos desmembrados. Otros calcinados. Aplastados. Con boquetes en el pecho o en el mismísimo centro de la cabeza, dejando un rostro hueco. Algunos, incluso aparentemente intactos, pero inertes.
Zaide dejó el cuerpo de Kaido en el suelo y se apresuró en coger el kunai del chico. Aquel con el que había sido apuñalado en la ilusión. Corrió hasta un cadáver de una complexión similar a la suya y le apuñaló en el pecho, ensangrentando el acero. Acto seguido, envolvió el cuerpo con la tela que el Primo de Shaneji se había traído y le colocó el sello.
—Vamos, vamos…
Amarró el cadáver sellado en la mochila improvisada del Hozuki con dedos ágiles. Luego, devolvió el kunai ensangrentado al portaobjetos de este. También le cogió las manos y las embadurnó con su propia sangre manchada.
—¿Qué me falta? —Cuerpo sellado, atado a la espalda del chico por las telas y un hilo. El sello explosivo de clase A con el que el chico había tratado de inmolarle también se lo había quitado del portaobjetos. Kunai ensangrentado y en su sitio. Manos ensangrentadas. Pañuelo improvisado en el rostro…—. Todo encaja… Todo encaja.
Ni siquiera iba a tener que usar el Nise no Omoide, algo que sus ojos agradecían. Con suerte, haría creer a todos que había muerto por segunda vez… al menos el tiempo suficiente para ejecutar la segunda parte de su plan.
¡Estúpido! ¡Casi se había olvidado! ¡Menudo error de novato hubiese sido! A prisas, y sabiendo que le quedaba poco tiempo, oteó la zona por tercera vez. Nada.
—No me vengas con estas, destino.
Corrió hacia una puerta que tenía a la derecha y donde no daba el fuego, llegando a una pequeña armería. Varios cuerpos yacían en el suelo, y dos más al otro lado de las rejas. El de un hombre y una mujer. Las rejas estaban reventadas y había escombros por todas partes.
—Eso es… ¡Eso es! Como en los viejos tiempos, ¿huh? ¡Como en los putos viejos tiempos!
No, no exactamente. Aquella vez se encontraba solo, y eso le dejó un regusto amargo en la boca. Lo achacó al jodido humo. Volvió corriendo, y arrastró como pudo al chico y el cuerpo que llevaba a la espalda para dejarlo en la recta final de las escaleras. Allí donde se había desplomado en la ilusión.
El fuego… el fuego era el único punto débil de su improvisada estratagema. Pero esperaba que el hecho de que pensase que llevaba un tiempo inconsciente le hiciese creer que se había vuelto a extender. Además, ya no tenía tiempo para corregir nada más.
Tendría que valer así.
—Supongo que esto es un adiós, ¿huh? —rio. Qué tonto era a veces—. Nos vemos pronto… amigo.
Lanzó el bloque hacia arriba…
... y la gravedad hizo el resto.
Kaido sintió un fuerte dolor. Tenía los pulmones inundados en humo y la coronilla le dolía, pero poco a poco iba recobrando la consciencia. Sentía algo áspero encima de su mano y al lado de su rostro: un jodido bloque de cemento partido. La sangre corría por su cabeza y la tos era incontrolable.
Pero seguía vivo.
Seguía respirando.
Seguía en el jodido juego.
Miró de nuevo a Kaido, inconsciente. Casi se había olvidado de él. Tomó el kunai del portaobjetos del ninja, y lo acercó al cuello de este. La punta de acero lamió su piel azul, y…
Y…
—Nah —dijo, desechando en seguida la idea y volviendo a guardar el kunai donde lo había encontrado—. A quién quiero engañar, no tengo estómago para matar a críos. —¿De verdad era eso? O…—. Además, tengo grandes planes para ti… tiburón.
Sonrió. Levantó la vista de nuevo.
—Lo primero es lo primero.
Zaide arrancó un par de telas de las ropas del Hōzuki, de la exacta misma forma en que lo había hecho él en la ilusión, y con un buen remangue del hilo del chico le improvisó una mochila que ató al cuerpo de este. Luego, repitió el proceso con otro trozo de tela, de nuevo imitando lo que había hecho el Primo de Shaneji, y tras humedecerlo en agua lo ató al rostro del chico.
—No me dejo nada, ¿huh? —Recapituló mentalmente lo que había sucedido en la ilusión—. No, no me dejo nada.
Esta vez fue el turno para él: se arrancó un trozo de tela de sus propios ropajes y se lo ató al rostro. Luego, se dejó hundir brevemente en el agua, empapándose entero. Sujetando con firmeza al Primo de Shaneji por la parte trasera del cuello de la camisa, suspiró. Echó de menos no tener un pergamino propio. Le hubiese sido tan fácil sellar aquel fuego…
Escupió a un lado. Dejó de perder el tiempo con quejas estúpidas y se cargó el chico al hombro.
Turno 2 de Kaido inconsciente pasado
Llegó al otro lado de las escaleras de puro milagro. Sin dejar de toser, con los ojos ciegos y el aliento de Amaterasu tocando cada poro de su piel.
Arriba, el fuego se extendía de derecha a izquierda. La puerta que daba acceso a las celdas era intransitable: las llamas devoraban la entrada y la pared a todo lo largo. No iba a pasar demasiado hasta que llegase al otro lado de la fortaleza: la salida.
El olor a humo y a piel chamuscada hizo que tuviese náuseas. Los cuerpos se apilaban por toda la sala. Algunos desmembrados. Otros calcinados. Aplastados. Con boquetes en el pecho o en el mismísimo centro de la cabeza, dejando un rostro hueco. Algunos, incluso aparentemente intactos, pero inertes.
Zaide dejó el cuerpo de Kaido en el suelo y se apresuró en coger el kunai del chico. Aquel con el que había sido apuñalado en la ilusión. Corrió hasta un cadáver de una complexión similar a la suya y le apuñaló en el pecho, ensangrentando el acero. Acto seguido, envolvió el cuerpo con la tela que el Primo de Shaneji se había traído y le colocó el sello.
—Vamos, vamos…
Amarró el cadáver sellado en la mochila improvisada del Hozuki con dedos ágiles. Luego, devolvió el kunai ensangrentado al portaobjetos de este. También le cogió las manos y las embadurnó con su propia sangre manchada.
—¿Qué me falta? —Cuerpo sellado, atado a la espalda del chico por las telas y un hilo. El sello explosivo de clase A con el que el chico había tratado de inmolarle también se lo había quitado del portaobjetos. Kunai ensangrentado y en su sitio. Manos ensangrentadas. Pañuelo improvisado en el rostro…—. Todo encaja… Todo encaja.
Ni siquiera iba a tener que usar el Nise no Omoide, algo que sus ojos agradecían. Con suerte, haría creer a todos que había muerto por segunda vez… al menos el tiempo suficiente para ejecutar la segunda parte de su plan.
Turno 3 de Kaido inconsciente pasado
¡Estúpido! ¡Casi se había olvidado! ¡Menudo error de novato hubiese sido! A prisas, y sabiendo que le quedaba poco tiempo, oteó la zona por tercera vez. Nada.
—No me vengas con estas, destino.
Corrió hacia una puerta que tenía a la derecha y donde no daba el fuego, llegando a una pequeña armería. Varios cuerpos yacían en el suelo, y dos más al otro lado de las rejas. El de un hombre y una mujer. Las rejas estaban reventadas y había escombros por todas partes.
—Eso es… ¡Eso es! Como en los viejos tiempos, ¿huh? ¡Como en los putos viejos tiempos!
No, no exactamente. Aquella vez se encontraba solo, y eso le dejó un regusto amargo en la boca. Lo achacó al jodido humo. Volvió corriendo, y arrastró como pudo al chico y el cuerpo que llevaba a la espalda para dejarlo en la recta final de las escaleras. Allí donde se había desplomado en la ilusión.
El fuego… el fuego era el único punto débil de su improvisada estratagema. Pero esperaba que el hecho de que pensase que llevaba un tiempo inconsciente le hiciese creer que se había vuelto a extender. Además, ya no tenía tiempo para corregir nada más.
Tendría que valer así.
—Supongo que esto es un adiós, ¿huh? —rio. Qué tonto era a veces—. Nos vemos pronto… amigo.
Lanzó el bloque hacia arriba…
... y la gravedad hizo el resto.
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Kaido sintió un fuerte dolor. Tenía los pulmones inundados en humo y la coronilla le dolía, pero poco a poco iba recobrando la consciencia. Sentía algo áspero encima de su mano y al lado de su rostro: un jodido bloque de cemento partido. La sangre corría por su cabeza y la tos era incontrolable.
Pero seguía vivo.
Seguía respirando.
Seguía en el jodido juego.
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¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado