10/09/2019, 00:50
Un intransigente dolor en la parte posterior de su nuca le arrebató el dulce ensimismamiento de aquél sueño profundo. El humo, la garganta seca y aquél pitido en su oído derecho como secuela del golpe sufrido le atolondraron los sentidos, obligando al magullado escualo a batirse allí en el suelo como un pez fuera de agua. Mientras fue recuperando la visión, los últimos acontecimientos se armaban nuevamente en su memoria, y no tuvo más remedio que preguntarse qué coño había pasado —aunque el pedazo de bloque manchado con su propia sangre ya le decía bastante—. y, más importante aún, que cuánto tiempo llevaba inconsciente.
Pero daba igual. ¡Estaba vivo! ¡Contra viento y marea, seguía vivo y coleando!
—Sigo vivo —se repitió, incrédulo—. ¡Que sigo vivo, coño, vivo!
Una energía revitalizante le permitió levantarse del suelo, como un mesías. Tosió con severidad durante intensos segundos, escupió unos cuantos gargajos de saliva, cenizas y sangre mezcladas, y trató de lavarse la cara y la herida de la cabeza con el agua que no se había dignado a beber de su termo. Debía continuar.
Decidido, el gyojin rengueó a rastras con el cuerpo de Uchiha Zaide aún a cuestas. Volvió a cubrirse el rostro aunque esta vez con más tela, y esperó a que el vértigo que tenía le permitiese dar dos pasos sin caerse de tumbos. Paso a paso. Paso a paso. Tenía que salir de ahí cuanto antes, y volver con su trofeo, para acabar de una vez por todas con aquél retazo de historia en el capítulo de vida de Dragón Rojo.
Pero daba igual. ¡Estaba vivo! ¡Contra viento y marea, seguía vivo y coleando!
—Sigo vivo —se repitió, incrédulo—. ¡Que sigo vivo, coño, vivo!
Una energía revitalizante le permitió levantarse del suelo, como un mesías. Tosió con severidad durante intensos segundos, escupió unos cuantos gargajos de saliva, cenizas y sangre mezcladas, y trató de lavarse la cara y la herida de la cabeza con el agua que no se había dignado a beber de su termo. Debía continuar.
Decidido, el gyojin rengueó a rastras con el cuerpo de Uchiha Zaide aún a cuestas. Volvió a cubrirse el rostro aunque esta vez con más tela, y esperó a que el vértigo que tenía le permitiese dar dos pasos sin caerse de tumbos. Paso a paso. Paso a paso. Tenía que salir de ahí cuanto antes, y volver con su trofeo, para acabar de una vez por todas con aquél retazo de historia en el capítulo de vida de Dragón Rojo.