22/09/2019, 18:01
Augurio, Otoño del año 219
Era una mañana tranquila en el Edificio del Arashikage. Tras sus bastos muros de roca y metal, que albergaban las dependencias de trabajo de muchos shinobi de la Villa Oculta entre la Lluvia, la recepción se había mantenido en silencio desde que Yuki Yuji y Yuki Yuko coincidieran en su turno del día tras el mostrador. Al principio los dos hermanos se habían acusado mutuamente de haber confundido los horarios y las guardias del otro, pero tras llegar a la conclusión de que no iban jamás a ponerse de acuerdo sobre quién era el culpable de aquel malentendido, decidieron que simplemente iban a compartir la mañana. Luego pasaron otro rato discutiendo sobre quién ocuparía el asiento y quién tendría que hacer tiempo de pie, pero finalmente se pusieron de acuerdo en turnarse diez minutos cada uno.
Así que allí estaban, intercambiándose el asiento cada rato como una especie de incomprensible coreografía o danza a cámara lenta. Y aburridos. Terriblemente aburridos. Eran como dos adultos infantiles, musculados y vestidos con ropa de entrenamiento —camiseta de tirantas y pantalones cortos— que no pudieran salir a jugar por estar castigados.
—Qué aburrimiento, Yuji, ¡esto es un rollo! —se quejaba uno.
—Ya te digo, Yuko. ¿Qué pasa hoy, joé? ¿No va a venir ni un solo genin a trabajar? —le respondía su homólogo.