24/09/2019, 11:15
Las suposiciones de Karamaru no estaban tan lejos de la realidad como el jovencito genin pensaba, o al menos, eso iba a comprobar. Cuando los gemelos Yuki se vieron en aquella escena, con dos muchachos recién salidos de la Academia dispuestos a llevarse una misión a la boca —metafóricamente hablando, claro—, no tuvieron más remedio que mirarse durante unos largos segundos. Porque, si en algunos casos se dice que los gemelos tienen una conexión especial que les hace poder comunicarse sin palabras, en ese preciso momento parecía que Yuji y Yuko acababan de ponerse de acuerdo en algo... En algo que les causaba sonreír con jovialidad a los dos genin, mientras se frotaban las manos con poco disimulo.
—¡Pero mira esto, Yuji! —exclamó uno.
—¡Ya lo creo, Yuko, ya lo creo! —respondió el otro.
Yuji —o Yuko, era difícil distinguirlos— se inclinó sobre el mostrador de la recepción, haciendo que los voluminosos músculos de sus brazos y hombros se marcaran todavía más, para observar alternativamente a Karamaru y a Kisame. "La Doble K".
—Ay, pero esto es un problemón, Yuji. ¿Cómo lo vamos a resolver? —se lamentó, con mal disimulada malicia. Su cara era la de un niño pequeño a punto de cometer una travesura—. ¿Mandamos a uno para casa y ya?
Su homólogo se relamió, como si tuviera delante un delicioso caramelo. Con los ojos entrecerrados que parecían querer decir "travesura realizada", el musculoso Yuki se cruzó de brazos tratando de adoptar una pose seria.
—¡No podemos hacer eso, Yuko! Está en juego el honor de Amegakure, ningún genin debe salir de este Edificio sin una buena misión que cumplir. ¡Qué digo, está en juego nuestra reputación como recepcionistas! No puedo permitirlo.
Yuko soltó una risilla.
—¡Pues tengo una idea, Yuji! ¿Qué tal si decidimos quién se queda con la misión... con un pequeño combatito? Una cosa chiquita, a primera sangre. Nada del otro mundo. ¿Eh? —se volvió hacia los muchachos—. ¿Qué dice la juventud?
—¡Pero mira esto, Yuji! —exclamó uno.
—¡Ya lo creo, Yuko, ya lo creo! —respondió el otro.
Yuji —o Yuko, era difícil distinguirlos— se inclinó sobre el mostrador de la recepción, haciendo que los voluminosos músculos de sus brazos y hombros se marcaran todavía más, para observar alternativamente a Karamaru y a Kisame. "La Doble K".
—Ay, pero esto es un problemón, Yuji. ¿Cómo lo vamos a resolver? —se lamentó, con mal disimulada malicia. Su cara era la de un niño pequeño a punto de cometer una travesura—. ¿Mandamos a uno para casa y ya?
Su homólogo se relamió, como si tuviera delante un delicioso caramelo. Con los ojos entrecerrados que parecían querer decir "travesura realizada", el musculoso Yuki se cruzó de brazos tratando de adoptar una pose seria.
—¡No podemos hacer eso, Yuko! Está en juego el honor de Amegakure, ningún genin debe salir de este Edificio sin una buena misión que cumplir. ¡Qué digo, está en juego nuestra reputación como recepcionistas! No puedo permitirlo.
Yuko soltó una risilla.
—¡Pues tengo una idea, Yuji! ¿Qué tal si decidimos quién se queda con la misión... con un pequeño combatito? Una cosa chiquita, a primera sangre. Nada del otro mundo. ¿Eh? —se volvió hacia los muchachos—. ¿Qué dice la juventud?