27/09/2019, 10:22
—Hmpf, en eso tienes razón —admitió el Uchiha, arrebujándose en su manta, todavía cantimplora en mano—. Deberíamos turnarnos para hacer guardias hasta el amanecer, sólo por si acaso. Con esta tormenta no creo que vayamos a llevarnos ninguna sorpresa con bandidos o asaltadores de montaña, pero los animales salvajes... Son otro cantar.
Aunque la fauna peligrosa era limitada por aquellos lares, siendo un terreno tan angosto y difícil, no faltaban los ataques de osos pardos, felinos monteses y otros depredadores que merodeaban por valles y riscos. Akame sacó lo que parecía ser un escueto bocadillo de su petate y empezó a comer mientras sus ojos se mantenían fijos en la nada. Cuando Kisame le preguntó por cuánto quedaba para llegar a la Ribera del Norte, el Uchiha se encogió de hombros.
—Ahora mismo es difícil saberlo, con este temporal. Calculo que debemos estar cerca de la frontera con el País de los Bosques, pero hasta que no salgamos del desfiladero... —volvió a encogerse de hombros—. Si salimos al amanecer, deberíamos llegar mañana por la noche.
Una vez dada buena cuenta de su bocadillo y parte del agua de la cantimplora, el renegado lo guardó todo en su petate y se acomodó contra él, a modo de almohada. Se dio media vuelta, arrebujado en su manta, dando por hecho que Kisame iba a comerse el primer turno de vigilia.
—Despiértame en un rato para la segunda guardia.
Aunque la fauna peligrosa era limitada por aquellos lares, siendo un terreno tan angosto y difícil, no faltaban los ataques de osos pardos, felinos monteses y otros depredadores que merodeaban por valles y riscos. Akame sacó lo que parecía ser un escueto bocadillo de su petate y empezó a comer mientras sus ojos se mantenían fijos en la nada. Cuando Kisame le preguntó por cuánto quedaba para llegar a la Ribera del Norte, el Uchiha se encogió de hombros.
—Ahora mismo es difícil saberlo, con este temporal. Calculo que debemos estar cerca de la frontera con el País de los Bosques, pero hasta que no salgamos del desfiladero... —volvió a encogerse de hombros—. Si salimos al amanecer, deberíamos llegar mañana por la noche.
Una vez dada buena cuenta de su bocadillo y parte del agua de la cantimplora, el renegado lo guardó todo en su petate y se acomodó contra él, a modo de almohada. Se dio media vuelta, arrebujado en su manta, dando por hecho que Kisame iba a comerse el primer turno de vigilia.
—Despiértame en un rato para la segunda guardia.