30/09/2019, 09:49
Akame no tardaría en dormirse, aunque su forma de hacerlo, tan silenciosa, hacía difícil el distinguir si se trataba de una simple siesta o si de repente había muerto. Kisame, por su parte, se quedó a solas con sus pensamientos, aquella canica incandescente de puro chakra Katon, y el rugir de la tormenta afuera de la cueva.
¿Cuánto tiempo pasó? ¿Una hora, dos? Difícil decirlo con exactitud. Pero la cosa es que, cuando el shinobi de Amegakure ya se iba sintiendo cada vez más relajado y las garras del sueño empezaban a apresarle, escuchó un ruido proveniente de la parte más oscura de la cueva. Si prestaba atención se daría cuenta de que era una especie de gruñido muy tenue —o lejano—, acompañado del rascar de algo contra la piedra.
¿Sería realmente indicativo de algún peligro? ¿O sólo uno de tantos sonidos propios del lugar?
¿Cuánto tiempo pasó? ¿Una hora, dos? Difícil decirlo con exactitud. Pero la cosa es que, cuando el shinobi de Amegakure ya se iba sintiendo cada vez más relajado y las garras del sueño empezaban a apresarle, escuchó un ruido proveniente de la parte más oscura de la cueva. Si prestaba atención se daría cuenta de que era una especie de gruñido muy tenue —o lejano—, acompañado del rascar de algo contra la piedra.
¿Sería realmente indicativo de algún peligro? ¿O sólo uno de tantos sonidos propios del lugar?