30/09/2019, 16:08
Zzzz... Zzz...
¡ÑIEEEEEECK, CRASH, BRRRRRRRRROOOM!
«¿¡Pero qué cojones...!?»
Akame se despertó de un brinco, sobresaltado por el tremendo estruendo de la piedra y la tierra crujiendo bajo sus propias narices. Apenas abrió los ojos fue capaz de intuir aquellas fauces oscuras que se cerraban sobre él. Quiso revolverse y escapar, pero antes de poder hacerlo —todavía adormilado—, oyó la voz de Kisame a su lado. Se volvió hacia el amejin, pensando ya que le había traicionado, cuando el muchacho tuvo tiempo de explicarse.
—¿Un ruido? —repitió el Uchiha, confuso, mirando en todas direcciones para ver tan sólo las paredes sólidas que le envolvían—. ¿Esto es un jutsu tuyo?
De repente, el gruñido que Kisame había estado oyendo se intensificó hasta transformarse en un rugido, uno que reverberó por las cavidades de aquella gruta hasta llegar a los dos muchachos. De la oscuridad de la cueva emergió una silueta peluda y enorme, más grande que cualquier hombre o mujer. Por las rendijas de la cúpula defensiva de Kisame, los ninjas podrían ver que se trataba de un enorme oso pardo.
—¡La puta madre! —exclamó Akame, sobresaltado.
El animal debía medir al menos dos metros y medio, o incluso casi tres, con un pelaje amarronado muy denso y ojos oscuros que observaban, curiosos, la estructura de tierra que Kisame había levantado. No parecía furioso pero tampoco dispuesto a ignorar aquello. El oso se acercó olfateando el suelo, y cuando estuvo junto a la cúpula, empezó a rascarla con una de sus enormes patas, cubierta de afiladas garras negras.
—Me cago en todo... ¿Qué demonios hacemos? —dijo Akame.
Cabía la posibilidad de que el oso terminara por irse sin buscar más perjuicio para los muchachos, pero por otra parte, ahora que parecía distraído ellos tenían la ventaja del ataque sorpresa. Si esperaban a que la bestia les cayese encima, perderían ese factor. ¿Cuál era la decisión correcta?
¡ÑIEEEEEECK, CRASH, BRRRRRRRRROOOM!
«¿¡Pero qué cojones...!?»
Akame se despertó de un brinco, sobresaltado por el tremendo estruendo de la piedra y la tierra crujiendo bajo sus propias narices. Apenas abrió los ojos fue capaz de intuir aquellas fauces oscuras que se cerraban sobre él. Quiso revolverse y escapar, pero antes de poder hacerlo —todavía adormilado—, oyó la voz de Kisame a su lado. Se volvió hacia el amejin, pensando ya que le había traicionado, cuando el muchacho tuvo tiempo de explicarse.
—¿Un ruido? —repitió el Uchiha, confuso, mirando en todas direcciones para ver tan sólo las paredes sólidas que le envolvían—. ¿Esto es un jutsu tuyo?
De repente, el gruñido que Kisame había estado oyendo se intensificó hasta transformarse en un rugido, uno que reverberó por las cavidades de aquella gruta hasta llegar a los dos muchachos. De la oscuridad de la cueva emergió una silueta peluda y enorme, más grande que cualquier hombre o mujer. Por las rendijas de la cúpula defensiva de Kisame, los ninjas podrían ver que se trataba de un enorme oso pardo.
—¡La puta madre! —exclamó Akame, sobresaltado.
El animal debía medir al menos dos metros y medio, o incluso casi tres, con un pelaje amarronado muy denso y ojos oscuros que observaban, curiosos, la estructura de tierra que Kisame había levantado. No parecía furioso pero tampoco dispuesto a ignorar aquello. El oso se acercó olfateando el suelo, y cuando estuvo junto a la cúpula, empezó a rascarla con una de sus enormes patas, cubierta de afiladas garras negras.
—Me cago en todo... ¿Qué demonios hacemos? —dijo Akame.
Cabía la posibilidad de que el oso terminara por irse sin buscar más perjuicio para los muchachos, pero por otra parte, ahora que parecía distraído ellos tenían la ventaja del ataque sorpresa. Si esperaban a que la bestia les cayese encima, perderían ese factor. ¿Cuál era la decisión correcta?