1/10/2019, 10:48
—Está bien. A mi señal, retira tu técnica... Y vamos con todo.
Los ojos del joven Uchiha se volvieron rojos como la sangre que inundaba sus iris, con tres aspas negras orbitando alrededor de sus pupilas. Probablemente Kisame nunca habría visto nada igual, pero en mitad de la oscuridad, el Sharingan emitía un tenue brillo carmesí dotando a su portador de una apariencia sobrenatural —como poco— o incluso demoníaca —si alguien era especialmente supersticioso—. Akame juntó las manos en el sello del Tigre, y entonces...
—¡Ya!
Cuando Kisame deshiciera aquella cúpula de tierra, Akame se dispondría a ejecutar una técnica ígnea. «Es un animal, todos los animales temen el fuego. Debería bastar un poco de flama para ahuyentarlo y que se largue de aquí», había sido el razonamiento del Uchiha. Sin embargo, para su mala suerte, el oso fue increíblemente rápido. Erguido sobre sus patas traseras, el animal descargó un violento zarpazo sobre el renegado al tiempo que rugía con ferocidad.
—¡Mierd...! —las palabras se le ahogaron en la boca.
Akame salió despedido hacia atrás, literalmente volando por el aire, hasta que su espalda chocó contra la pared de roca de la gruta. Luego se resbaló, boqueando, mientras trataba de recuperar el aire que le faltaba a sus pulmones. Por su parte, el gigantesco oso volvió a rugir y esta vez, su vista se había centrado en Kisame. Olfateando el aire, se acercó al joven genin de la Lluvia con malas intenciones...
Los ojos del joven Uchiha se volvieron rojos como la sangre que inundaba sus iris, con tres aspas negras orbitando alrededor de sus pupilas. Probablemente Kisame nunca habría visto nada igual, pero en mitad de la oscuridad, el Sharingan emitía un tenue brillo carmesí dotando a su portador de una apariencia sobrenatural —como poco— o incluso demoníaca —si alguien era especialmente supersticioso—. Akame juntó las manos en el sello del Tigre, y entonces...
—¡Ya!
Cuando Kisame deshiciera aquella cúpula de tierra, Akame se dispondría a ejecutar una técnica ígnea. «Es un animal, todos los animales temen el fuego. Debería bastar un poco de flama para ahuyentarlo y que se largue de aquí», había sido el razonamiento del Uchiha. Sin embargo, para su mala suerte, el oso fue increíblemente rápido. Erguido sobre sus patas traseras, el animal descargó un violento zarpazo sobre el renegado al tiempo que rugía con ferocidad.
—¡Mierd...! —las palabras se le ahogaron en la boca.
Akame salió despedido hacia atrás, literalmente volando por el aire, hasta que su espalda chocó contra la pared de roca de la gruta. Luego se resbaló, boqueando, mientras trataba de recuperar el aire que le faltaba a sus pulmones. Por su parte, el gigantesco oso volvió a rugir y esta vez, su vista se había centrado en Kisame. Olfateando el aire, se acercó al joven genin de la Lluvia con malas intenciones...