2/10/2019, 14:09
Si Dragón Rojo tuviese un libro de su propia historia, donde se pormenorizase, cronológicamente, todos los sucesos importantes, aquel día aparecería escrito en tinta de oro. Y es que, para ellos, aquel día era lo que a Uzushiogakure no Sato el momento en que Shiona murió. O lo quea Kusagakure no Sato el día en que Kenzou decidió dar un golpe de estado. O en el que en Amegakure alguien creyó que era buena idea asesinar con un gas venenoso a Yuukaito, sin saber que Yui vendría detrás.
Por eso, probablemente, aquella reunión que los Cabezas de Dragón tenían semanalmente, fuese recordado por un nombre algo más especial. Algo que evocase la importancia del momento, aunque sin pasarse de fantasioso e imaginativo. Después de todo, en Dragón Rojo no se le daba demasiado importancia a la creatividad. Seguramente, algo como La Gran Reunión bastase.
Pero, ¿por qué era tan importante aquel día? Oh, amigos, no nos adelantemos a los acontecimientos. Por ahora, basta decir que, lo que se decidiese aquella mañana, no solo cambiaría el rumbo de Sekiryū, sino probablemente del País del Agua y, quizá, hasta de Oonindo entero.
¿Exagero? Pregúntense una cosa: si de verdad no fuese para tanto, ¿por qué el capítulo de esta historia se conoce como, efectivamente, La Gran Reunión?
Aquel día, en un principio, nada tenía de especial. Más allá de la incorporación de dos nuevos Ryūtōs, claro: Uchiha Akame y Uchiha Zaide. Se encontraban todos en la guarida, en su cueva llena de estalactitas y estalagmitas. Junto a un lago, sentados alrededor de una gran mesa redonda de madera rojiza, con un dragón de siete cabezas y ocho colas tallado en su superficie. Cada cabeza situada frente a una silla. Frente a un Cabeza de Dragón. La que debería estar frente a Ryū — y la que tendría que ser la octava cabeza— se encontraba decapitada.
—Kaido —dijo Ryū, cuando vio que el Umikiba se sentaba en su sitio de siempre—. Deberías sentarte aquí. Tú sitio lo ganaste al matar a Muñeca, y no a Katame —dijo, indicando el asiento que tenía a su izquierda, en el que siempre había estado Muñeca.
Quizá detrás de sus palabras había un profundo respeto a la tradición, o quizá simplemente era porque no quería tener a Zaide tan cerca —pues era el único sitio que le quedaba libre—. El Uchiha esperó, aguardando a que todos se hubiesen sentado, para coger la silla libre.
Ryū, Kaido, Otohime, Zaide, Akame y Money. Esos eran todos los que estaban presentes físicamente en aquella reunión. Pronto se les unió dos más, dos figuras difuminadas en un espectro que reflejaba los colores del arco iris. Kyūtsuki y la Anciana, haciendo uso de la Técnica de la Linterna Mágica Corporal.
El asombro y la estupefacción se adueñaron de sus ojos al ver a Zaide. Al grupo les llevó unos minutos explicarles lo que había sucedido.
—Espero que os sepáis comportar —dijo la Anciana, mirando a Ryū y luego a Zaide—. Lo último que necesitamos ahora son guerras internas —dejó unos segundos para que el mensaje calase hondo—. Bien, parece que hoy tenemos muchas cosas de las que hablar.
—Y, pues sí. Las helmanas trillizas han cluzado la raya, mami. Es hora de que les demos un buen escalmento.
—Eso para más tarde —zanjó Ryū, centrando los ojos en Kyūtsuki—. ¿Cómo avanza el plan?
—Imperfecto —respondió Kyūtsuki—. Probablemente nunca esté mejor de lo que ya está. No puedo acercarme más sin ser descubierta.
Zaide miró a Kyūtsuki, luego a Akame, y luego otra vez a Kyūtsuki.
—A ver, para que los novatos se enteren. De qué cojones estamos hablando, ¿huh?
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado