3/10/2019, 02:37
El espectro de Kyūtsuki asintió ante la explicación de su compañero.
—Asesinato. Suplantación. Y control del país —resumió ella—. Ese era nuestro plan desde hace mucho tiempo.
—¿Era, Kyūtsuki?
—Es —se corrigió rápidamente—. Me he acercado a él de todas las maneras posibles. Como una criada. Como un guardia. Como una dama de compañía… Le conozco lo suficiente. Sé cómo actúa en público y cómo se comporta en la intimidad —relató Kyūtsuki. Llevaba casi un año con aquello. Un año infiltrada bajo distintos rostros y con distintos nombres. Un año regalando su vida al servicio de Umigarasu, el Señor Feudal del Agua—. Y, aún así, hay círculos a los que no pude acceder. Secretos que guarda en cajas todavía cerradas para mí. Si el asesinato saliese con éxito, tendría que aprender esas cosas sobre la marcha, e improvisar. Improvisar mucho.
No hacía falta que les explicase qué ocurría con las improvisaciones.
—Podría asesinar a uno de sus hombres de confianza para suplantarle y ser partícipe de sus maquinaciones. Pero eso sería comprometer la operación, un cartucho que se gastaría muy pronto. Por eso, lo mejor es ser realista: no voy a estar mejor preparada de lo que ya estoy. Si queréis hacerlo, este es el momento. Auguro una probabilidad de éxito del cincuenta por ciento. —Seguramente estaba siendo generosa. Pero, tras un año trabajando en ello, quería intentarlo. Necesitaba hacerlo—. Aunque… en breve se nos abrirá otra vía.
Se produjo un breve silencio.
—Pol el amol de Izanagi, ¡habla, mujer, habla! ¿Qué vía dice usted?
—Umigarasu lleva moviéndose desde hace tiempo, acorazándose más de lo que cualquier daimyō consideraría necesario. Haciéndose fuerte, asegurando su posición. Como si fuese a hacer algo que la pusiese en peligro. A los nobles menores les ha aconsejado —por el tono en que dijo la última palabra, todos entendieron que, de consejo, no tenía nada— que no contraten a ninjas de las Tres Grandes. No quiere ojos de fuera incordiando.
»Cuenta con mercenarios a sueldo, mafias enteras compradas… Umigarasu siempre supo moverse entre lo más turbio de su país y sacarle partido. Pero, ahora, quiere ir un paso más allá. —Miró a los ojos de cada uno de ellos—. Obviamente no es tonto, sabe de nuestra existencia. Sabe de la existencia de Ryū. —Bueno, ¿acaso había alguien en el Agua que no hubiese oído hablar de él?—. Y de la Anciana. Aunque él no la llama así. La llama por su nombre.
Akame recordó perfectamente que la Anciana le había asegurado que no quedaba persona viva en Oonindo que supiese su nombre verdadero. O le había mentido, o estaba equivocada. No supo decirlo por su rostro, hecho enteramente de oscuridad.
—Sabe que somos fuertes, que entre nuestras filas tenemos a ninjas muy poderosos… Los mejores del país. Y por eso, va a enviar un emisario en nuestra búsqueda, para hacernos una oferta.
—Y, pues, ¿qué clase de ofelta?
—Que seamos su Guardia de Élite Personal —reveló Kyūtsuki—. Quiere que le demos protección, y músculo allí dónde lo necesite. A cambio, piensa prometernos generosidad. Mucha generosidad. Y no hablo solo de dinero. Dejaríamos de tener que vivir entre las sombras. Nos abriría las puertas de Kasukami. Nos daría poder. Prácticamente toda la libertad para campar a nuestras anchas. Nos…
—Compraría —completó por ella la frase, pese a saber que no iba por ahí. Uchiha Zaide, que había oído atento y muy feliz el principio de aquella reunión, no dejó de fruncir más y más el ceño a medida que Kyūtsuki revelaba la jugosa oferta que el daimyō tenía planeado para ellos—. Porque eso es lo que hacen los daimyōs, comprar. Se piensan que con dinero pueden tenerlo todo. También a nosotros, ¿huh? —dijo, con voz arisca.
—Nuestlo objetivo siemple fue clecer y hacelnos con el podel —dijo Money, visiblemente más entusiasmado por la oferta que le ponían encima de la mesa—. Las folmas y el cómo no es tan impoltante…
—Vamos, ¡no me jodas! ¿Es que soy el único que lo ve? —preguntó, exaltado, con el Sharingan reluciendo en sus ojos—. Claramente a Umigarasu lo tenéis acojonado. Tenéis demasiado poder, demasiada influencia en su querido país. Así que solo tiene dos opciones: o eliminarnos, o comprarnos.
Rio.
—Qué cojones, igual hasta ya intentó lo primero. Pagando a alguna mafia rival, o, porque no, encargándoselo a una jodida Villa para que no le relacionasen con él en caso de salir mal. —Para Zaide estaba más que claro—. Pero algo os tengo que reconocer: Dragón Rojo es más dura que la puta montaña en la que nací. Así que este es su siguiente paso: comprarnos. Comprarnos como si no fuésemos más que mercancía. Armas, que puede usar y tirar cuando se le oxiden. Es eso lo que somos, ¿huh?
»¿Es esto lo que vamos a ser?
Zaide no miró a Ryū, ni a la Anciana, porque temía encontrar una respuesta de mierda dibujada en sus rostros. En su lugar, miró a Otohime. Miró a Akame. Miró a Kaido.
¿Qué iba a ser?
—Asesinato. Suplantación. Y control del país —resumió ella—. Ese era nuestro plan desde hace mucho tiempo.
—¿Era, Kyūtsuki?
—Es —se corrigió rápidamente—. Me he acercado a él de todas las maneras posibles. Como una criada. Como un guardia. Como una dama de compañía… Le conozco lo suficiente. Sé cómo actúa en público y cómo se comporta en la intimidad —relató Kyūtsuki. Llevaba casi un año con aquello. Un año infiltrada bajo distintos rostros y con distintos nombres. Un año regalando su vida al servicio de Umigarasu, el Señor Feudal del Agua—. Y, aún así, hay círculos a los que no pude acceder. Secretos que guarda en cajas todavía cerradas para mí. Si el asesinato saliese con éxito, tendría que aprender esas cosas sobre la marcha, e improvisar. Improvisar mucho.
No hacía falta que les explicase qué ocurría con las improvisaciones.
—Podría asesinar a uno de sus hombres de confianza para suplantarle y ser partícipe de sus maquinaciones. Pero eso sería comprometer la operación, un cartucho que se gastaría muy pronto. Por eso, lo mejor es ser realista: no voy a estar mejor preparada de lo que ya estoy. Si queréis hacerlo, este es el momento. Auguro una probabilidad de éxito del cincuenta por ciento. —Seguramente estaba siendo generosa. Pero, tras un año trabajando en ello, quería intentarlo. Necesitaba hacerlo—. Aunque… en breve se nos abrirá otra vía.
Se produjo un breve silencio.
—Pol el amol de Izanagi, ¡habla, mujer, habla! ¿Qué vía dice usted?
—Umigarasu lleva moviéndose desde hace tiempo, acorazándose más de lo que cualquier daimyō consideraría necesario. Haciéndose fuerte, asegurando su posición. Como si fuese a hacer algo que la pusiese en peligro. A los nobles menores les ha aconsejado —por el tono en que dijo la última palabra, todos entendieron que, de consejo, no tenía nada— que no contraten a ninjas de las Tres Grandes. No quiere ojos de fuera incordiando.
»Cuenta con mercenarios a sueldo, mafias enteras compradas… Umigarasu siempre supo moverse entre lo más turbio de su país y sacarle partido. Pero, ahora, quiere ir un paso más allá. —Miró a los ojos de cada uno de ellos—. Obviamente no es tonto, sabe de nuestra existencia. Sabe de la existencia de Ryū. —Bueno, ¿acaso había alguien en el Agua que no hubiese oído hablar de él?—. Y de la Anciana. Aunque él no la llama así. La llama por su nombre.
Akame recordó perfectamente que la Anciana le había asegurado que no quedaba persona viva en Oonindo que supiese su nombre verdadero. O le había mentido, o estaba equivocada. No supo decirlo por su rostro, hecho enteramente de oscuridad.
—Sabe que somos fuertes, que entre nuestras filas tenemos a ninjas muy poderosos… Los mejores del país. Y por eso, va a enviar un emisario en nuestra búsqueda, para hacernos una oferta.
—Y, pues, ¿qué clase de ofelta?
—Que seamos su Guardia de Élite Personal —reveló Kyūtsuki—. Quiere que le demos protección, y músculo allí dónde lo necesite. A cambio, piensa prometernos generosidad. Mucha generosidad. Y no hablo solo de dinero. Dejaríamos de tener que vivir entre las sombras. Nos abriría las puertas de Kasukami. Nos daría poder. Prácticamente toda la libertad para campar a nuestras anchas. Nos…
—Compraría —completó por ella la frase, pese a saber que no iba por ahí. Uchiha Zaide, que había oído atento y muy feliz el principio de aquella reunión, no dejó de fruncir más y más el ceño a medida que Kyūtsuki revelaba la jugosa oferta que el daimyō tenía planeado para ellos—. Porque eso es lo que hacen los daimyōs, comprar. Se piensan que con dinero pueden tenerlo todo. También a nosotros, ¿huh? —dijo, con voz arisca.
—Nuestlo objetivo siemple fue clecer y hacelnos con el podel —dijo Money, visiblemente más entusiasmado por la oferta que le ponían encima de la mesa—. Las folmas y el cómo no es tan impoltante…
—Vamos, ¡no me jodas! ¿Es que soy el único que lo ve? —preguntó, exaltado, con el Sharingan reluciendo en sus ojos—. Claramente a Umigarasu lo tenéis acojonado. Tenéis demasiado poder, demasiada influencia en su querido país. Así que solo tiene dos opciones: o eliminarnos, o comprarnos.
Rio.
—Qué cojones, igual hasta ya intentó lo primero. Pagando a alguna mafia rival, o, porque no, encargándoselo a una jodida Villa para que no le relacionasen con él en caso de salir mal. —Para Zaide estaba más que claro—. Pero algo os tengo que reconocer: Dragón Rojo es más dura que la puta montaña en la que nací. Así que este es su siguiente paso: comprarnos. Comprarnos como si no fuésemos más que mercancía. Armas, que puede usar y tirar cuando se le oxiden. Es eso lo que somos, ¿huh?
»¿Es esto lo que vamos a ser?
Zaide no miró a Ryū, ni a la Anciana, porque temía encontrar una respuesta de mierda dibujada en sus rostros. En su lugar, miró a Otohime. Miró a Akame. Miró a Kaido.
¿Qué iba a ser?
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado