3/10/2019, 15:13
Uchiha Akame escuchó con evidente atención e interés lo que aquella figura de voz modulable tenía que contarles. Kaido, sin embargo, fue el primero en responder, y el renegado miró a su compañero con una mezcla de sorpresa y respeto. «¿Así que la verdad es que Umikiba Kaido se cansó de jugar a los ninjas, y ahora prefiere las Grandes Ligas, eh? Eso lo puedo respetar», se dijo el Uchiha. El plan de suplantar al daimyō de Mizu no Kuni podría parecer una completa locura fuera de aquella gruta, pero casualmente allí estaban reunidos algunos de los criminales más peligrosos y cabrones de todo Oonindo. Por un momento, Akame tuvo la sensación de que nada era imposible.
Luego vino el turno de Kyuutsuki, que se reveló como pieza clave de aquella trama. «¿Alguien capaz de suplantar por completo a cualquier persona, incluso ante sus más allegados? Interesante...» Conforme la mujer —presumiblemente— hablaba, más y más interesado se iba encontrando Akame en todo aquello. Cuando toda la reunión guardó silencio en espera de que Kyuutsuki les hablara de esa nueva vía, el Uchiha aprovechó para sacarse otro cigarrillo y prenderlo con una canica ígnea que orbitaba alrededor de su dedo índice.
Casi se le cae el tabaco al suelo cuando escuchó lo que la infiltrada tenía que decir. «¿Qué... cojones...?» Parecía demasiado bueno para ser verdad. «Aunque, por otra parte, si es cierto que Umigarasu se está abasteciendo de criminales y mercenarios, ¿no tendría sentido que quiera en su círculo cercano a los mejores?» El tema empezaba a enredarse. Cuando Zaide habló, Akame no pudo evitar empatizar en cierto modo con él; pero al cruzarse sus miradas, el Uchiha más joven negó con la cabeza. «¿Herramientas? O no, no... Podemos ser mucho más.»
Esperó a que alguien hablara. Nadie lo hizo. Él lo tenía claro.
—"Muéstrate débil cuando seas fuerte, y muéstrate fuerte cuando seas débil" —enunció, queriendo llamar la atención de todos—. "El arte de la guerra", escrito por Suneate Tzumaru. Célebre general del País de la Tierra que ganó más de cien batallas seguidas durante toda su vida. Aquí, ahora mismo, estamos reunidos algunos de los desgraciados más fichados de todo Oonindo. Me jugaría la mano derecha a que todos aparecemos en el Libro Bingo de una, o más, Grandes Aldeas. El puto "Criminal's Got Talent" del País del Agua —reafirmó, aludiendo a un popular concurso de talentos que era conocido en ciertas partes de Oonindo—. Umigarasu lo sabe, como bien apunta aquí mi docto primo lejano —señaló a Zaide—. Y por eso nos quiere de su lado. Tal y como yo lo veo, tenemos dos opciones...
El Uchiha se tomó unos instantes para fumar un par de caladas al pitillo, como si tuviera todo el tiempo del mundo.
—Podemos medirnos las pollas y ver quién la tiene más larga, echarnos un pulso contra Umigarasu y meternos en guerra con, potencialmente, todo el submundo del País del Agua —se encogió de hombros—. O podemos hacer caso a Suneate Tzumaru. Aceptar la oferta, mostrarnos dispuestos, pasar por el maldito aro de Umigarasu. Y colocarnos en una posición privilegiada para ejecutar nuestro verdadero plan; tener cerca a nuestros amigos, si es que alguno aquí tiene de eso, y todavía más a nuestros enemigos.
»Así juegan los ganadores: hacen creer al adversario que va bien encaminado.
Luego vino el turno de Kyuutsuki, que se reveló como pieza clave de aquella trama. «¿Alguien capaz de suplantar por completo a cualquier persona, incluso ante sus más allegados? Interesante...» Conforme la mujer —presumiblemente— hablaba, más y más interesado se iba encontrando Akame en todo aquello. Cuando toda la reunión guardó silencio en espera de que Kyuutsuki les hablara de esa nueva vía, el Uchiha aprovechó para sacarse otro cigarrillo y prenderlo con una canica ígnea que orbitaba alrededor de su dedo índice.
Casi se le cae el tabaco al suelo cuando escuchó lo que la infiltrada tenía que decir. «¿Qué... cojones...?» Parecía demasiado bueno para ser verdad. «Aunque, por otra parte, si es cierto que Umigarasu se está abasteciendo de criminales y mercenarios, ¿no tendría sentido que quiera en su círculo cercano a los mejores?» El tema empezaba a enredarse. Cuando Zaide habló, Akame no pudo evitar empatizar en cierto modo con él; pero al cruzarse sus miradas, el Uchiha más joven negó con la cabeza. «¿Herramientas? O no, no... Podemos ser mucho más.»
Esperó a que alguien hablara. Nadie lo hizo. Él lo tenía claro.
—"Muéstrate débil cuando seas fuerte, y muéstrate fuerte cuando seas débil" —enunció, queriendo llamar la atención de todos—. "El arte de la guerra", escrito por Suneate Tzumaru. Célebre general del País de la Tierra que ganó más de cien batallas seguidas durante toda su vida. Aquí, ahora mismo, estamos reunidos algunos de los desgraciados más fichados de todo Oonindo. Me jugaría la mano derecha a que todos aparecemos en el Libro Bingo de una, o más, Grandes Aldeas. El puto "Criminal's Got Talent" del País del Agua —reafirmó, aludiendo a un popular concurso de talentos que era conocido en ciertas partes de Oonindo—. Umigarasu lo sabe, como bien apunta aquí mi docto primo lejano —señaló a Zaide—. Y por eso nos quiere de su lado. Tal y como yo lo veo, tenemos dos opciones...
El Uchiha se tomó unos instantes para fumar un par de caladas al pitillo, como si tuviera todo el tiempo del mundo.
—Podemos medirnos las pollas y ver quién la tiene más larga, echarnos un pulso contra Umigarasu y meternos en guerra con, potencialmente, todo el submundo del País del Agua —se encogió de hombros—. O podemos hacer caso a Suneate Tzumaru. Aceptar la oferta, mostrarnos dispuestos, pasar por el maldito aro de Umigarasu. Y colocarnos en una posición privilegiada para ejecutar nuestro verdadero plan; tener cerca a nuestros amigos, si es que alguno aquí tiene de eso, y todavía más a nuestros enemigos.
»Así juegan los ganadores: hacen creer al adversario que va bien encaminado.