4/10/2019, 16:46
La casa frente a la que se encontraban los muchachos era tal y como cabía esperar de una rica y solitaria empresaria. Era enorme y muy moderna, incluso para los estándares de Amegakure, con una fachada pulcramente construída en mármol y tres pisos de ventanas con aspecto de valer un riñón cada una. La puerta era de madera de buenísima calidad, de doble hoja, y el timbre estaba chapado en oro. Cuando Karamaru golpeó con su puño, las bisagras se movieron sin un sólo crujido.
—Ya voy, ya voy, ¡qué impaciencia!
En el umbral de la entrada apareció una señora que aparentaba unos cincuenta y muchos años, pulcramente vestida con un kimono de la mejor seda que se podía encontrar, rosa con motivos dorados. Su rostro presentaba algunas arrugas, sus ojos azules y vivaces inspeccionaban a los dos genin, y llevaba un collar de perlas de las costas de Arashi no Kuni; de la mejor calidad.
—¿Y bien? —añadió, como si esperara que los muchachos hicieran o dijesen algo.
¡Y no en vano! La presentación al cliente podía ser uno de los primeros momentos importantes de cualquier misión exitosa.
—Ya voy, ya voy, ¡qué impaciencia!
En el umbral de la entrada apareció una señora que aparentaba unos cincuenta y muchos años, pulcramente vestida con un kimono de la mejor seda que se podía encontrar, rosa con motivos dorados. Su rostro presentaba algunas arrugas, sus ojos azules y vivaces inspeccionaban a los dos genin, y llevaba un collar de perlas de las costas de Arashi no Kuni; de la mejor calidad.
—¿Y bien? —añadió, como si esperara que los muchachos hicieran o dijesen algo.
¡Y no en vano! La presentación al cliente podía ser uno de los primeros momentos importantes de cualquier misión exitosa.