5/10/2019, 05:22
Ser Kaido realmente era muy sencillo. Él es un muchacho bastante simple y primitivo. Por lo general un tipo muy firme en todas sus convicciones y creencias. Cada vez menos influenciable —salvo por el jodido fuuinjutsu que tenía clavado en el brazo, desde luego—. y bastante independiente cuando se trataba de su propio bienestar. Así que con respecto al tema de Kirigakure —aldea con la que no sentía ningún tipo de apego emocional salvo por los mitos y leyendas que contaba la gente acerca de lo que ocultaban las profundidades de la ciudad inundada, y de lo que podría guardar sus secretos acerca de los Umi no Shisoku—. siempre tuvo muy claro, antes y después de su discurso, que lo verdaderamente importante no era el resurgimiento de Kirigakure en sí, sino del status que le brindaría a Dragón Rojo el controlar una Aldea Oculta que sólo llevaría el nombre de la Niebla por una simple coincidencia geográfica. Pero en su cabeza resultaba ser un plan perfecto. Contando con el beneplácito del mismísimo señor Feudal, cuyo patriarcado le daba todas las atribuciones para decidir qué hacer con sus tierras lo que le saliera de los huevos; instaurarían a la antigua Niebla Sangrienta y las otras tres no podrían evitarlo. Al menos no de forma directa, ni mucho menos bélica, a riesgo de quedar ante el clamor popular como unos caníbales hambrientos de control, y poder. Ya lo dijo él, un plan perfecto.
Pero nunca se puede estar tan convencido de algo si todas tus convicciones son refutadas a hoja limpia por los canturreos de un orador como Zaide. Oh, vaya que sí sabía expresarse aquél viejo zorro. Hablaba como los próceres del viejo Oonindo. Bien podía estar recitando la letra de una canción de ese extraño género costero de danzas tribales muy famosas en Unraikyo y ninguno se daría cuenta de ello, porque lo que realmente importaba era el cómo lo contaba.
Lo cierto es que Zaide tenía muy buenos puntos «Sí, bueno. Tengo que admitir que mi primo lejano, que en paz descanse, era un poco corto de mente» y de no ser tan distantes de los verdaderos objetivos de Kaido, seguro que hubiera caído perenne en el encanto de su verborrea. Pues no era su voluntad la que se resistía, sino la del mismo bautizo del dragón, que reforzaba aquellas ideas que el cabeza de dragón sentía como apropiadas para el bienestar de la organización.
La intervención de Akame —a quien Kaido le entendió la mirada casi de forma directa, cuando sus orbes de color sangre se posaron sobre los suyos, color mar—. ligeramente inclinada hacia ambas corrientes de pensamiento hasta ahora plasmadas sobre la mesa de los ocho dragones, acabó por gustar más a Kaido, aunque su convicción no fuera firmemente avasallada como resultó ser con la intervención de Zaide. Pero la visión de un mundo contemporáneo con Kirigakure imponiendo nuevas tendencias y destruyendo las principales fuentes que sustentan el poder de las Tres Grandes era, desde luego, más realizable que la del Uchiha más viejo.
Kaido, lejos de ser aquél Tiburón escandaloso y enfático, esperó a que se hiciera el silencio para intervenir. Una que elaboró como un discurso corto, sencillo. Terrenal, que a fin de cuentas, era un adjetivo que destacaba mucho entre todos los Cabeza de Dragón.
—Supongamos, señores, que... ¡en el mejor de los casos! logramos ganar la guerra contra Umigarasu y su ejército de mafias. Que Kyutsuki logra suplantarle sin que nadie sospeche nada, y desde adentro encendamos el conato que daría vida a esa revolución del agua que tanto añora Zaide. ¿Cuánto creen que tardarán Amegakure, Uzushiogakure y Kusagakure en meter sus narices? ¿no le resultará extraño a las Tres grandes que una figura tan empedernida como la de Umigarasu, un Señor Feudal para nada ortodoxo con respecto a los lores de los otros grandes continentes; haya cedido el poder, así como así, al pueblo? ¿cuánto creen que tardarán estas tres hijas de puta en aprovechar la posición geográfica como una estrategia de aislamiento primitivo, dejándonos confinados en nuestras islas para que tu ideología, Zaide, no zarpen a los corazones del resto de Oonindo? ¿Cuánto tardarán en impedirnos el libre tránsito por la Mediana Roja y sus demás puertos de conexión? ¿cuánto tardaríamos en crear nuevas rutas de comercio para abastecer a todo el país sin que nuestros barcos tengan que franquear todo el océano hasta Kaminari?
»¿Creéis que tendrán piedad? ¿que no temerán a lo desconocido, como lo hacemos todos, y harán lo que sea para confinar tus nuevos ideales? —Kaido sonrió mientras veía de refilón a Zaide, aunque no directamente a sus ojos, por las dudas—. Quizás no lo entienden tan bien como Akame y yo lo hacemos, que hemos vivido recientemente la ira de nuestro antiguo hogar. Uno traicionado por aquellos a los que dio todo, y otro perseguido por simplemente querer su libertad. Así son, compañeros. Capaces de absolutamente todo con tal de tener al toro cogido por las putas astas.
»Nada de ésto sucederá si Kirigakure es reconocida como una Villa Oculta legítima, instaurada desde la potestad del Señor Feudal a hacer lo que le salga de sus huevos de oro —Kaido se alzó, como si tanto parloteo le hubiera hecho sentir incómodo en su asiento—. no tendrán más remedio que aceptarnos e integrarnos en su sociedad. Tienen un pacto muy lindo por el cuál sacar pecho, y querrán hacernos parte de él. Y ahí, amigos, es donde tienen su debilidad. La paz. Cuando quieran hacernos partícipes de ella, cederán. A cualquier concesión que queramos... como por ejemplo, exigir por derecho que el siguiente guardián sea de nuestra aldea, luego de que Kusagakure consiga a su Jinchuriki.
Aquello dicho desde la más profunda ignorancia, al creer que hasta ahora Ayame y los Hermanos del Desierto eran los únicos Jinchuriki existentes.
Pero nunca se puede estar tan convencido de algo si todas tus convicciones son refutadas a hoja limpia por los canturreos de un orador como Zaide. Oh, vaya que sí sabía expresarse aquél viejo zorro. Hablaba como los próceres del viejo Oonindo. Bien podía estar recitando la letra de una canción de ese extraño género costero de danzas tribales muy famosas en Unraikyo y ninguno se daría cuenta de ello, porque lo que realmente importaba era el cómo lo contaba.
Lo cierto es que Zaide tenía muy buenos puntos «Sí, bueno. Tengo que admitir que mi primo lejano, que en paz descanse, era un poco corto de mente» y de no ser tan distantes de los verdaderos objetivos de Kaido, seguro que hubiera caído perenne en el encanto de su verborrea. Pues no era su voluntad la que se resistía, sino la del mismo bautizo del dragón, que reforzaba aquellas ideas que el cabeza de dragón sentía como apropiadas para el bienestar de la organización.
La intervención de Akame —a quien Kaido le entendió la mirada casi de forma directa, cuando sus orbes de color sangre se posaron sobre los suyos, color mar—. ligeramente inclinada hacia ambas corrientes de pensamiento hasta ahora plasmadas sobre la mesa de los ocho dragones, acabó por gustar más a Kaido, aunque su convicción no fuera firmemente avasallada como resultó ser con la intervención de Zaide. Pero la visión de un mundo contemporáneo con Kirigakure imponiendo nuevas tendencias y destruyendo las principales fuentes que sustentan el poder de las Tres Grandes era, desde luego, más realizable que la del Uchiha más viejo.
Kaido, lejos de ser aquél Tiburón escandaloso y enfático, esperó a que se hiciera el silencio para intervenir. Una que elaboró como un discurso corto, sencillo. Terrenal, que a fin de cuentas, era un adjetivo que destacaba mucho entre todos los Cabeza de Dragón.
—Supongamos, señores, que... ¡en el mejor de los casos! logramos ganar la guerra contra Umigarasu y su ejército de mafias. Que Kyutsuki logra suplantarle sin que nadie sospeche nada, y desde adentro encendamos el conato que daría vida a esa revolución del agua que tanto añora Zaide. ¿Cuánto creen que tardarán Amegakure, Uzushiogakure y Kusagakure en meter sus narices? ¿no le resultará extraño a las Tres grandes que una figura tan empedernida como la de Umigarasu, un Señor Feudal para nada ortodoxo con respecto a los lores de los otros grandes continentes; haya cedido el poder, así como así, al pueblo? ¿cuánto creen que tardarán estas tres hijas de puta en aprovechar la posición geográfica como una estrategia de aislamiento primitivo, dejándonos confinados en nuestras islas para que tu ideología, Zaide, no zarpen a los corazones del resto de Oonindo? ¿Cuánto tardarán en impedirnos el libre tránsito por la Mediana Roja y sus demás puertos de conexión? ¿cuánto tardaríamos en crear nuevas rutas de comercio para abastecer a todo el país sin que nuestros barcos tengan que franquear todo el océano hasta Kaminari?
»¿Creéis que tendrán piedad? ¿que no temerán a lo desconocido, como lo hacemos todos, y harán lo que sea para confinar tus nuevos ideales? —Kaido sonrió mientras veía de refilón a Zaide, aunque no directamente a sus ojos, por las dudas—. Quizás no lo entienden tan bien como Akame y yo lo hacemos, que hemos vivido recientemente la ira de nuestro antiguo hogar. Uno traicionado por aquellos a los que dio todo, y otro perseguido por simplemente querer su libertad. Así son, compañeros. Capaces de absolutamente todo con tal de tener al toro cogido por las putas astas.
»Nada de ésto sucederá si Kirigakure es reconocida como una Villa Oculta legítima, instaurada desde la potestad del Señor Feudal a hacer lo que le salga de sus huevos de oro —Kaido se alzó, como si tanto parloteo le hubiera hecho sentir incómodo en su asiento—. no tendrán más remedio que aceptarnos e integrarnos en su sociedad. Tienen un pacto muy lindo por el cuál sacar pecho, y querrán hacernos parte de él. Y ahí, amigos, es donde tienen su debilidad. La paz. Cuando quieran hacernos partícipes de ella, cederán. A cualquier concesión que queramos... como por ejemplo, exigir por derecho que el siguiente guardián sea de nuestra aldea, luego de que Kusagakure consiga a su Jinchuriki.
Aquello dicho desde la más profunda ignorancia, al creer que hasta ahora Ayame y los Hermanos del Desierto eran los únicos Jinchuriki existentes.