5/10/2019, 15:59
(Última modificación: 5/10/2019, 16:00 por Sasagani Yota.)
Nada más verle la cara a la anciana supe que fue un error enseñarle a mis arañas. Por suerte no se trataba de Kumopansa.
—¡AAAAAAHHH! ¡ES HORRIBLEEEEEE! —gritó, perdiéndose por el pasillo—. ¡ES MONSTRUOSO! ¡YO ME LARGO LO SIENTO NO PUEDO!
— Será mejor que me vaya al rincón de llorar
El animal desapareció tal como vino, con su depresión tras comprobar la reacción de Yamauchi, osea desapareciendo en una nueva nube de humo.
— Digamos que no le gusta que la rechacen, es un poco susceptible a eso...
Supuse que la explicación a Juro, pese a todo, era necesaria en aquella situación. Lo mismo lo estaba flipando en colorines.
La puerta de la suite empezó a sonar como si unos nudillos anunciaran la llegada de alguien...
«¿Yamauchi-san?»
—¿Se pue o qué?
No, no era Yamauchi, pero yo me levanté en seguida y de pronto me vi de frente con el puto daimyo que había venido a vernos y el tipo estaba preguntando si podía entrar. me faltó tiempo para hacer una reverencia doblando por completo mi espalda. TRraía lo que parecía ser un juego de té.
¿Os queréis tomar un té con este viejo mientras discutimos sobre vuestro combate?
— Esto... claro, como no. Será un placer, ¿verdad que sí, Juro?
«En realidad no, estoy empezando a pillarle fobia al puto té»
Le guiñé el ojo a Juro sin que Gyou se diese cuenta. Pasase lo que pasase, era importante que nos nos viera enfrentados, así que nada de malos rollos ante ese hombre.
—Ahora que estamos los tres aquí —dijo, en voz baja—. Debo confesaros que no habéis venío sólo por un combate de exhibición. Pero no podía arriesgarme a decirle nada al viejo Kenzou, hay muchos oídos, y muchos ojos. —El Señor Feudal tomó su vaso y le dio un buen sorbo—. Ahh. El té verde. Qué delicia, ¿verdad? Está to' bueno. Este lo importo desde La Capital de las Islas del Té. Del mejor distribuidor. Una maravilla, ya veréis.
Estaba dando un sorbo del té que nos había ofrecido cuando precisamente dijo aquello. No pude esconder la sorpresa y rocié las pocas gotas que estaba tratando de ingerir hacía adelante hacía... bueno, hacía el Daimyo.
— Joder, perdón... espere, déjeme ayudarle — tomé alguna servilleta que había sobre la mesa y traté de secar un poco la ropa — No esperaba tanto secretismo, ¿sabe? jeje...
Volví a mi sitio con los nervios a punto de petarme varias arterias.
— Bueno y... jeje.. ¿de qué se trata?
—¡AAAAAAHHH! ¡ES HORRIBLEEEEEE! —gritó, perdiéndose por el pasillo—. ¡ES MONSTRUOSO! ¡YO ME LARGO LO SIENTO NO PUEDO!
— Será mejor que me vaya al rincón de llorar
El animal desapareció tal como vino, con su depresión tras comprobar la reacción de Yamauchi, osea desapareciendo en una nueva nube de humo.
— Digamos que no le gusta que la rechacen, es un poco susceptible a eso...
Supuse que la explicación a Juro, pese a todo, era necesaria en aquella situación. Lo mismo lo estaba flipando en colorines.
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La puerta de la suite empezó a sonar como si unos nudillos anunciaran la llegada de alguien...
«¿Yamauchi-san?»
—¿Se pue o qué?
No, no era Yamauchi, pero yo me levanté en seguida y de pronto me vi de frente con el puto daimyo que había venido a vernos y el tipo estaba preguntando si podía entrar. me faltó tiempo para hacer una reverencia doblando por completo mi espalda. TRraía lo que parecía ser un juego de té.
¿Os queréis tomar un té con este viejo mientras discutimos sobre vuestro combate?
— Esto... claro, como no. Será un placer, ¿verdad que sí, Juro?
«En realidad no, estoy empezando a pillarle fobia al puto té»
Le guiñé el ojo a Juro sin que Gyou se diese cuenta. Pasase lo que pasase, era importante que nos nos viera enfrentados, así que nada de malos rollos ante ese hombre.
—Ahora que estamos los tres aquí —dijo, en voz baja—. Debo confesaros que no habéis venío sólo por un combate de exhibición. Pero no podía arriesgarme a decirle nada al viejo Kenzou, hay muchos oídos, y muchos ojos. —El Señor Feudal tomó su vaso y le dio un buen sorbo—. Ahh. El té verde. Qué delicia, ¿verdad? Está to' bueno. Este lo importo desde La Capital de las Islas del Té. Del mejor distribuidor. Una maravilla, ya veréis.
Estaba dando un sorbo del té que nos había ofrecido cuando precisamente dijo aquello. No pude esconder la sorpresa y rocié las pocas gotas que estaba tratando de ingerir hacía adelante hacía... bueno, hacía el Daimyo.
— Joder, perdón... espere, déjeme ayudarle — tomé alguna servilleta que había sobre la mesa y traté de secar un poco la ropa — No esperaba tanto secretismo, ¿sabe? jeje...
Volví a mi sitio con los nervios a punto de petarme varias arterias.
— Bueno y... jeje.. ¿de qué se trata?
Narro ~ Hablo ~ Pienso ~ Kumopansa