Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Juro abrió la boca, pero su compañero y subordinado no le dejó continuar. Empezó a soltar una sarta de palabras ahogadas en autocompasión, acerca de cómo debería ser el marionetista quien lo idease todo para que él no metiese la pata. Después, dio un sorbo a su comida y se largó a dormir, con un simple "descansa".
« Será gilipollas » — Desde luego, su compañero se estaba pasando de la ralla en esa misión. Estaba insoportable. Más de lo habitual.
— ¿Acaso crees que tengo un perfecto conocimiento de todas tus habilidades y técnicas? — dijo, pero Yota ya se había marchado. Juro se encogió de hombros —. En fin, lo que sea.
Terminó de comer sus fideos. Asaltó el frigorífico para tomarse el postre: un trozo de pastel de chocolate con nata. Se lavó los dientes, y después, se dio una ducha. Una vez hubo terminado, se largó a su cama y trató de conciliar el sueño. Le costó bastante: por muy cómodas que eran aquellas camas, Juro no estaba acostumbrado a ellas, y siempre le costaba horrores dormir en camas ajenas. Sin embargo, el cansancio finalmente ganó, y el marionetista durmió durante el resto de la noche.
...
Juro se levantó temprano. No fue intencionado: simplemente, no tenía ganas de dormir más. Se revolvió entre las sábanas y tras un rato más, decidió levantarse. Le costó un rato adaptarse otra vez al lugar: se seguía sintiendo tan fuera de lugar en aquella habitación lujosa. Podría acostumbrarse, pero para entonces, probablemente, ya se habría marchado.
Hizo el mantenimiento básico de su cuerpo: se lavó la cara, desayunó, y se vistió. Había traído ropa de más. Si no, supuso que podría lavarla en algún lugar de aquel enorme edificio. En fin, no era la mayor de sus preocupaciones.
— ¡Buenos días, Yota! — Juro siempre se levantaba de buen humor. Saludó a su compañero con una sonrisa, tratando de empezar de cero en aquel día —. ¿Qué tal estas? ¿Te apetece dar una vuelta por este lugar?
Hubiese estado bien poder decir aquello de que me levanté con los primeros rayos de sol. Pero mentiría. De hecho, tras lo sucedido ayer lo que quería era dormir hasta que mi cuerpo dijese basta, pero eso no iba a suceder. Juro se encargó de aquello.
— ¡Buenos días, Yota!
Me revolví en la cama al percibir aquella voz, mientras por el momento era incapaz de abrir los ojos.
¿Qué tal estas? ¿Te apetece dar una vuelta por este lugar?
A duras penas logré abrir ligeramente el parpado y vislumbrar algo de luz, pero nada con nitidez. Aun estaba en proceso de encender todo mi cuerpo.
— ¿Una vuelta? Pero si todavía ni me he levantado, tengo que desayunar y...
Aquello no era mi casa y tenía la puta mano vendada. Empezaba a carburar, recordé que estábamos en el castillo del Daimyo y que nos fuimos calentitos a la cama después de un día largo y duro. Me incorporé y quité el vendaje que cubría mi mano. Allí encontré la herida de aquel perro endemoniado ya cicatrizada. Los cuidados de la enfermería del hospital fueron eficaces. Aun recordaba las nauseas y como ese ricachón enfermizo me zarandeó.
— Joder, vaya fiestón me pegué anoche, todavía me duele la cabeza y la mano..
Tras desayunar y prepararse, los jóvenes ninjas salieron a pasear, familiarizarse y explorar el palacio del Señor Feudal. Si el trato de la Guardia alguna vez fue frío, nada que ver con lo que lo era ahora: inclinaban la cabeza a su paso, y les dejaban acceder a casi todos los lugares con una amplia sonrisa y unos buenos días. El domo que era Palacio les resultó algo confuso de navegar. Habían varios pisos, todos con forma de anillo alrededor de la estructura. Las habitaciones, que en un edificio de aquellas características solían estar en la parte externa, se introducían hacia dentro, hacia el núcleo. Hubo, obviamente, algunos lugares donde no pudieron acceder. En primer lugar, lo que suponían que eran las mazmorras, hacia el sótano. En segundo lugar, la sala del trono y de audiencias, oculta tras un portón gigantesco de madera ribeteada en oro.
Quizás a Yota le convenía, o más bien, deseara no hacerlo. Pues entonces la paz le duraría bien poco. Unas horas más tarde, cuando los muchachos se maravillaban con las vistas desde una de las terrazas de entrenamiento de la Guardia, sintieron una voz amable y familiar que les llamaba desde la espalda. Al darse la vuelta, vieron a Yamauchi acompañada de dos soldados del Daimyo.
—Juro-san. Yota-san —anunció—. Gyou-dono requiere de vuestra presencia. —Inconscientemente, Yamauchi volteó la mirada hacia Yota, preocupada.
· · ·
Afortunadamente, tal y como le habían asegurado, el viejo Moryokan Gyou no recordaba en absoluto nada de lo que había pasado el día anterior. Por desgracia para Yota, quien sí parecía acordarse era Yomi, el enorme perro del Señor Feudal, que permanecía sentado al lado del trono con aspecto afable hasta que pareció percatarse de la presencia del genin y le dedicó una mirada asesina acompañada de un audible gruñido. Los soldados a ambos lados del trono, rostro pétreo, se apartaron un discreto paso de él.
—¡Aquí están! ¡Mis Héroes! ¡Mis Campeones! ¡Mis ninjas de Kusagakure! —anunció el viejo grandiosamente—. Ay, qué dos ninjas más bien aveníos, sí señor! —El hombre detuvo un instante la mirada sobre Yota—. Joven, ¿nos conocemos de algo?
—¡Oh, Gyou-sama! ¡Tienes usted la agenda muy apretada! —intervino Yamauchi con apremio, al rescate—. ¿No será mejor que vaya al grano, eminencia?
—Por... supuesto. ¡Claro que sí, leñe! —El hombre golpeó los reposabrazos del trono. Se hizo daño—. Ay, ay. Bueno, a ver. Que quiero hostias. Sangre. ¡Pasión! ¡Nada de combates prefabricaos! Hay que darle un buen espectáculo a tol asunto este.
»Aunque me preocupa que el jounin le pegue una paliza al genin. Nos podrían haber mandao a una pareja algo más... equilibrada. —Sonrió.
Yamauchi miró preocupada a Yota y alternativamente a su Señor.
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16/09/2019, 18:43 (Última modificación: 16/09/2019, 18:45 por Eikyuu Juro. Editado 1 vez en total.)
Tal y como sospechaba, su compañero no era precisamente un madrugador. Aun se encontraba en las puertas de morfeo para cuando fue a avisarle. Se dio la vuelta y decidió consentirle un poco de tiempo.
— Venga. Pero no tardes. No hemos venido aquí a vaguear — dijo, tras abandonar su cuarto.
Un rato después, ambos partieron en dirección a explorar. Juro se encontraba emocionado. Tras el instante que pudo vislumbrar aquel lugar, de la mano de la criada jefa, había deseado poder verlo con más calma. También estaba el asunto de ver el lugar dónde pronto tendrían que combatir. Eso era un asunto importante.
Los guardias se comportaron de forma amable, inclinando la cabeza y permitiendoles el paso siempre, exceptuando a varios lugares contados, los cuales tenían el derecho de paso reservado.
— Este lugar es un poco mareante — le confesó a su compañero. La estructura de anillo, el como las habitaciones se introducían hacia el nucleo, las escaleras... —. Creo que me perdería si estuviera solo.
Sin embargo, su visita fue interrumpida. Mientras observaban las vistas de una de las terrazas de entrenamiento de la Guardia, Yamauchi fue a buscarlos. Juro sonrió, aunque no pudo evitar darse cuenta de la mirada que la anciana le dedicó a Yota cuando habló de cómo requerían su presencia. Se temió lo peor. Tan solo esperaba que realmente el Señor Feudal no se acordara de nada, o tendrían serios problemas.
...
La presencia del Señor Feudal no le intimidó tanto como la del perro que tenía al lado, al cuál Juro ya conocía de antemano. Nada más llegar, empezó a mostrarse agresivo con Yota, lo cual no le extrañó. Trato de disimular. Se notaba que todo el mundo temía a ese maldito perro.
« Creo que podrían matarnos por él » — Ese pensamiento no le tranquilizó lo más mínimo.
— Se lo agradezco, Gyou-sama. — dijo Juro, tras hacer una reverencia en señal de respeto —. Agradecemos también su hospitalidad por darnos la bienvenida a su palacio.
Durante unos momentos, la atención del Señor Feudal se dirigió hacia su compañero, lo cuál empeoró las cosas. Yamauchi, sin embargo, supo darle un giro de tuerca a la situación. Juro admitó otra vez a la mujer: se notaba que ya había tratado crisis de estas con anterioridad, por desgracia.
Finalmente, el Señor Feudal indico que no deseaba combates preparados, sino un combate de verdad. Menuda tontería. Pues claro que iba a decir eso. Después de todo, la base de un combate preparado era hacerlo lo suficientemente realista como para que la gente no se diera cuenta. El problema es que este hombre, senil o no, parecía consciente de sus intenciones. Eso dificultaría mucho más crearlo. Sintió ganas de suspirar. ¿Por qué todo tenía que ser tan dificil?
« Fingimos el combate, nadie se da cuenta, y todos felices. ¿Por qué obligarnos a pelear de verdad entre compañeros? » — pensó, para sí. Las palabras de Yota volvieron a él. ¿Eso erán? ¿Bufones en su corte?
— No se preocupe, Gyou-sama. Aunque mi compañero obstente ese rango, es perfectamente capaz de ofrecer una buena pelea — aseguro Juro, con otro gesto de cortesía —. Le aseguro que no le decepcionaremos.
Estábamos paseando por los laberínticos pasillos de aquel palacio cuando el tipo quiso romper un poco el silencio y dar algo de lo que hablar, supongo que soltando lo primera que se le había pasado por la cabeza.
— La verdad es que yo no lo creo, sino que tengo la certeza
«Incluso a mí me está costando saber por donde vamos»
Y probablemente fuese así, pero apareció Yamauchi para salvarnos un poco de aquella manera.
—Juro-san. Yota-san —anunció—. Gyou-dono requiere de vuestra presencia. —
Si, de pronto las miradas se fueron hacia mí, como si esperasen que tuviera que decir algo, pero no era necesario, me miraban por otra cosa, porque tenían miedo de que volviese a liarla con el Daimyo. Era muy consciente. en cualquier caso, no dije absolutamente nada, me limite a seguir a Yamauchi hasta el lugar en donde el Daimyo nos esperaba. Para mi sorpresa, allí estaba ese puto chucho endemoniado. Yomi. Me recibió con una gruñido que por el momento era bastante leve. Traté de omitirlo como si nada e hice una reverencia dirigida al hombre por el que estábamos allí aquel día.
—¡Aquí están! ¡Mis Héroes! ¡Mis Campeones! ¡Mis ninjas de Kusagakure! —anunció el viejo grandiosamente—. Ay, qué dos ninjas más bien aveníos, sí señor! —El hombre detuvo un instante la mirada sobre Yota—. Joven, ¿nos conocemos de algo?
—¡Oh, Gyou-sama! ¡Tienes usted la agenda muy apretada! —intervino Yamauchi con apremio, al rescate—. ¿No será mejor que vaya al grano, eminencia?
—Por... supuesto. ¡Claro que sí, leñe! —El hombre golpeó los reposabrazos del trono. Se hizo daño—. Ay, ay. Bueno, a ver. Que quiero hostias. Sangre. ¡Pasión! ¡Nada de combates prefabricaos! Hay que darle un buen espectáculo a tol asunto este.
»Aunque me preocupa que el jounin le pegue una paliza al genin. Nos podrían haber mandao a una pareja algo más... equilibrada. —Sonrió.
No pude evitar ladear ligeramente el rostro y mostrarle a Juro una sonrisa pícara. Todavía recordaba la conversación de la noche anterior. Pero Juro prefirió hacer de mayor y contestar a aquel hombre que había sacado conclusiones muy precipitadas tan solo basándose en nuestros rangos shinobi.
— No se preocupe, Gyou-sama. Aunque mi compañero obstente ese rango, es perfectamente capaz de ofrecer una buena pelea — aseguro Juro, con otro gesto de cortesía —. Le aseguro que no le decepcionaremos.
— La verdad es que es todo un honor estar aquí, Gyou-sama. Le agradezco yo también su hospitalidad. ¿Quién iba a decirme a mí que yo estaría aquí sirviendo a mi país? Desde luego si me lo hubieran dicho no me lo hubiera creído. Así que me esforzaré al máximo para ofrecer el mayor de los espectáculos posibles. Tampoco tengo dudas de que un shinobi como Juro también estará a la altura del acontecimiento
Me detuve durante unos momentos, alzandome y recuperando la verticalidad tras la posición de reverencia.
— Pero debo pedir que no me subestime. El año pasado, durante el Torneo de los Dojos, en el Valle de los Dojos, ya vencí a mi compañero en en combate oficial. Ambos hemos mejorado desde entonces pero no tengo dudas de que podría volver a vencerle
—Mmh... ¡aaaaah! ¡aaaaaaaah! ¡Ya sé de dónde me suenas! ¡Ya sé de qué me acuerdo! —exclamó de pronto el Señor Feudal—. ¡Tú eres ese chico que recibió una paliza de aquél amejin pelirrojo! ¡Al que casi le pinchan el cuello con agujas!
Yamauchi se aclaró la garganta.
—Bueno, bueno bueno. ¡Gyou-sama! Ahora que ya está todo claro, mejor que sigan preparándose, ¿no? —La jefa de los mayordomos de Palacio se interpuso entre ellos dos y el viejo carcamal y le dedicó una reverencia—. ¿Los llevo de nuevo a su habitación, sí?
—Va, venga, sí —soltó Gyou—. Que si no van a seguir haciéndome la pelota. ¡Enga! ¡Mañana no me decepcionéis! ¡Hostias como panes, eh!
Yamauchi, con cara de circunstancias, se dio la vuelta y señaló el portón de la sala de audiencias.
—Vamos —susurró—. Antes de que tenga alguna idea feliz.
Ya fuera, Yamauchi, abatida, suspiró y dejó caer los brazos.
—Os juro que a veces me gustaría estrangularlo... pero es mi señor. Tengo que reírle todas las gracias. Cuando pilla una gripe se vuelve extremadamente insoportable durante unos días. —Suspiró—. ¿Os gusta el palacio? ¿Necesitáis algo en especial? ¿Que os acompañe a la habitación?
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Juro trató de ocultar la cara por la verguenza de lo que estaba ocurriendo. Primero, el Señor Feudal no solo alegaba recordar a su compañero, sino que le había recordado felizmente una experiencia de la que el pobre no estaba precisamente orgulloso. Después, habría criticado (con total seguridad) la cortesía de Juro, y finalmente, había dicho que tenían que darse de "ostias" para el día de mañana, sin decepcionarlo.
Se aguantó el suspiro, pero era como tratar como un niño pequeño.
Tras una reverencia y un "Si, Gyuou-sama" el chico se marchó, feliz de poder alejarse de su presencia. Fue entonces cuando Yamauchi les dio un momento de sinceridad.
—Os juro que a veces me gustaría estrangularlo... pero es mi señor. Tengo que reírle todas las gracias. Cuando pilla una gripe se vuelve extremadamente insoportable durante unos días. ¿Os gusta el palacio? ¿Necesitáis algo en especial? ¿Que os acompañe a la habitación?
Juro no supo que opinar respecto al señor feudal, por lo que no dijo nada del tema.
— Si, el palacio es maravilloso, aunque es tan grande que es difícil saber donde se está. Sería de agradecer su ayuda para guiarnos un poco. — admitió el marionetista. Después, se dirigió a su compañero —. ¿Qué opinas Yota? ¿Regresamos a la habitación, o vamos al dojo donde tendremos que pelear? Quizá podríamos familiarizarnos con el campo.
Por lo visto era un cachondo el bueno del señor feudal. Tuvo que recordar la dantesca escena del maníaco ese de Amegakure y su juego macabro de los senbons. Apreté los puños con cierta rabia al recordarlo, pero no contesté. Supo que si lo hacía la cosa acabaría mal y tuve que morderme la lengua.
En su lugar, seguimos a Yamauchi hasta estar alejados de la zona, concretamente tras el gran portón de la sala de audiencias.
—[sub=hotpink]Os juro que a veces me gustaría estrangularlo... pero es mi señor. Tengo que reírle todas las gracias. Cuando pilla una gripe se vuelve extremadamente insoportable durante unos días. ¿Os gusta el palacio? ¿Necesitáis algo en especial? ¿Que os acompañe a la habitación?
«¿Solo a veces? es más... ¿solo a él? porque ese chucho endemoniado me produce cáncer de ojos...»
De nuevo, todo me lo dije para mis adentros, tocaba de hacer de gennin listo aunque uno no destacase precisamente por eso.
— Si, el palacio es maravilloso, aunque es tan grande que es difícil saber donde se está. Sería de agradecer su ayuda para guiarnos un poco. — admitió el marionetista. Después, se dirigió a su compañero —. ¿Qué opinas Yota? ¿Regresamos a la habitación, o vamos al dojo donde tendremos que pelear? Quizá podríamos familiarizarnos con el campo.
Fue Juro quién rompió el silencio. Y si, lo del mapa no tenía pinta de mala idea.
— Pues no sé, eres tú el jounin y no yo. Las decisiones debes tomarlas tú
— Pues no sé, eres tú el jounin y no yo. Las decisiones debes tomarlas tú
Juro se volvió hacia su compañero. Ni él mismo se imaginó la furia que acababa de provocar en el marionetista con sus palabras. Pero Juro, consciente de la situación en la que estaban, y por el propio bien de su imagen y su autoridad, trató de relajarse. Sonrió. Demasiado. A pesar de que intentó hacerlo natural, le salió una sonrisa forzada.
En ese momento, pensó en la sonrisa de su kage. Supuso que llevaba su tiempo ser capaz de enmascarar el enfado con tanta serenidad.
— Como tu superior, te voy a recomendar algo. Si te hago una pregunta, la contestas. Para tener a alguien que asienta a lo que diga y no sea capaz si quiera de dar su opinión cuando se le pide, me busco a un perro — No era la primera vez que lo hacía. Estaba sencillamente, harto. Puede que él fuera el superior, pero eso no significaba que no escuchase a los demás. Si Yota estaba enfadado o molesto por su repentina diferencia de rangos, era su problema, no el suyo.
Se aclaró la garganta. A pesar de que se había contenido, ya había dicho demasiado. Se volvió hacia la mujer, con una sonrisa, esta vez, natural. Supuso que sufiicente espectáculo por ahora.
— Le agradeceríamos mucho si pudiera llevarnos al dojo donde vamos a pelear — dijo, sin si quiera mirar a Yota. Él ya había perdido (voluntariamente) la oportunidad de colaborar en aquel momento.
Yamauchi seguía asistiendo atónita al intercambio de desafíos y de advertencias, respectivamente, que se lanzaban Yota y Juro el uno al otro. Para bien o para mal, la líder de los mayordomos y del servicio de Palacio había decidido ignorar el asunto y darlo por batalla perdida. Tan sólo esperaba que no construyesen el mismo espectáculo delante del Señor Feudal. Aunque no le habría sorprendido si el propio Gyou hubiera disfrutado de la rencilla.
— Le agradeceríamos mucho si pudiera llevarnos al dojo donde vamos a pelear —solicitó Juro cuando hubieron acabado.
Yamauchi hizo una pequeña reverencia.
—De acuerdo, aunque yo no lo llamaría exactamente dojo —contestó—. Seguidme.
La mujer les condujo alrededor de los pasillos y subiendo varios tramos de escaleras. Las paredes del domo se curvaban cada vez más, indicando que se encontraban cerca de la cima. El último piso, quizás. De hecho, tras el último tramo, se toparon con un pasillo bastante corto. La única salida era una gran puerta hacia el interior. Yamauchi la empujó y reveló un gran área exterior. Una terraza que había sido modificada hasta convertirla en todo un estadio. ¿A cuántos "amigos" había invitado el Señor Feudal?
—Aquí es.
Hasta habían plantado césped en el suelo, para imitar los estadios de combates de las Villas.
—Gyou-sama es un auténtico fan del Torneo de los Dojos y de los exámenes de Chuunin... Hizo construir esto aquí recientemente. Y pretende celebrar sus propios certámenes. El vuestro es el primero. Una especie de inauguración del sitio.
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— Como tu superior, te voy a recomendar algo. Si te hago una pregunta, la contestas. Para tener a alguien que asienta a lo que diga y no sea capaz si quiera de dar su opinión cuando se le pide, me busco a un perro
Lo dijo con la rabia del que está a punto de perder los estribos. De hecho rondó por mi cabeza el decirle que el perro estaba al otro lado del portón, pero la presencia de Yamauchi me frenó. La falta de confianza que tenía sobre esa mujer y el hecho que ella misma me trataba como a un jarrón de cristal al que no había que estresar en exceso decantaron la balanza.
— Le agradeceríamos mucho si pudiera llevarnos al dojo donde vamos a pelear
Obviamente que Yamauchi accedió. De hecho me sorprendió hasta cierto punto que no hiciera algún comentario con cierto oportunismo. Así pues, sin mediar más palabras procedimos a seguir a la mujer de nuevo por aquellos sinuosos pasillos. Trataba de ir haciéndome con los distintos recorridos, pero tenía toda la pinta de que si trataba de moverme por esos pasillos no llegaría al destino y mucho menos a tiempo. Nos gustase o no, Yamauchi se había convertido también en nuestra mano guía de aquel palacio.
Y finalmente llegamos a la zona donde íbamos a combatir. Aquello era espectacular. El tejado del castillo había sido convertido en una especie de estadio que ofrecía un escenario poco habitual para presenciar combates. Aquello era impresionante y se me ocurrió que con tanto espacio disponible, podría usar mi truco más vistoso...
— ¡Vaya...! Es perfecto, Yamauchi-dono — exclamé en una explosión de júbilo— Creo que aquí podré usar todos mis trucos. Esto... veamos... ¿qué le parecería si usase esto?
Me mordí un dedo con el objetivo de hacerlo sangrar y ejecuté una cadena de sellos para terminar plantando mi palma en el suelo de aquel estadio. Ante nosotros se alzó una araña gigante azabache y marcas atigradas anaranjadas.
— ¿Y bien, Yamauchi-dono? ¿qué le parece?
¤ Kuchiyose: Sentō no Dōbutsu ¤ Invocación: Animal de Combate - Tipo: Criatura - Requisitos: Nivel 20 - Gastos: 100 CK - Daños: 25 PV por golpe de Taijutsu animal - Resistencia: 80 PV (rompe el contrato), 100 PV (vitalidad total) - Chakra disponible: 100 CK - Duración del contrato: 15 turnos del usuario (incluyendo el inicial) - Máximo número de usos: 1 por día (dormir unas horas on-rol se considera como descanso válido) - Dimensiones: 3 metros
«Se trata de un ejemplar de araña de 3 metros que responde bajo el nombre de Kumokichi. Al igual que las arañas ordinarias, tiene una anatomía culona, por lo que dispone de una cabeza más bien pequeña para lo que es su aspecto y un torso redondo y visiblemente más grande. Su cuerpo es de un tono azabache con marcas atigradas de color naranja, aunque conserva el símbolo de la viuda negra, un reloj de arena carmesí en su abdomen.
Al igual que toda invocación de la familia Kumo, tiene un salto potenciado y será capaz de atacar con taijutsu con sus patas causando un daño de 15 PV, un daño por placaje de 12 PV y serán capaces de usar sus fauces para morder a sus presas causando 20 PV.
Pero al tratarse de una invocación de combate, ha estado preparada y entrenada para ello. Cuando muerden a sus enemigos, son capaces de usar sus quelíceros para inyectar una dosis de veneno potenciado con chakra que causan un daño de 10 PV durante los siguientes 6 turnos a cambio de 48 CK. Además, es capaz de expulsar llamaradas de fuego de 20 PV a cambio de 12 CK.»
La pobre mujer no hizo ningún comentario ante la disputa de Juro y Yota. El jounin sabía que esto afectaría de forma negativa a su reputación: nada impedía a la mujer ir contando los conflictos internos que tenían dos ninjas de Kusagakure que, supuestamente, representaban a su villa en una importante misión para complacer a su Señor Feudal.
Pero bueno, había cosas que simplemente, no se podían evitar. Yota tampoco hizo comentario alguno.
« ¿Esto es la única forma de que me respete? » — Tristemente, eso le había demostrado. No sabía que mosca le picaba a su compañero, pero desde el principio, había estado poco comunicativo, borde, y le había ignorado, incluso delante de otras personas. La única razón por la que cooperaba era por su cargo.
Juro también sabía que Yota se lo haría pagar, tarde o temprano, en la batalla. Pero eso le dolía aún más. Supuestamente eran amigos, y sin embargo, le había arrinconado de aquella manera, en la que, hiciera lo que hiciera, acabaría mal de alguna forma.
« Eso da igual. Concéntrate en la misión » — Recorrieron pasillos, subieron escaleras. Juro se rindió: si ya era dificil para alguien con una orientación normal, para él, era un desastre el solo hecho de tratar de orientarse.
El destino al que llegaron hizo al marionetista entender la reticencia de Yamauchi de llamar al lugar "dojo". Tras pasar un corto pasillo y una puerta, llegaron a un gran estadio, que parecía haber sido la transformación de lo que antes sería la terreza. Desde luego, era una obra arquitectonica con bastante mérito. Juro no pudo sino evitar pensar en el examen Chuunin. Trató de despejarse la cabeza de aquellos recuerdos, nuevamente.
— Vaya. Menudo honor — comentó Juro, sonriendo —. Se podría decir que al menos pelearemos como en casa.
— ¡Vaya...! Es perfecto, Yamauchi-dono. Creo que aquí podré usar todos mis trucos. Esto... veamos... ¿qué le parecería si usase esto?
Juro se mantuvo en silencio, mientras observaba como Yota invocaba a una araña gigante. Mucho más grande que la pobre Kumopansa, abandonada en la villa. La técnica le impresionó, por supuesto. Si tenía que pelear contra eso, estaba jodido. Pero su semblante permaneció sereno. Menudo jounin sería si se quedaba con la boca abierta a la primera de cambio. Además, no entendió el punto de revelar su carta delante de la mujer.
Observó, con curiosidad, el rostro de Yamauchi , para ver que opinaba al respecto.
Yamauchi dio dos pasos atrás cuando una gigantesca nube de humo blanco se expandió por todo el estadio. La mujer estaba expectante, ¿qué extraño truco habría usado el muchacho? Había visto algunos ninjas mover el agua, otros levantar muros de tierra. Pero lo que nunca había visto, y de hecho, lo que más tarde desearía no haber visto nunca, fue.... fue...
Blanca como la leche, la mujer se dio la vuelta y echó a correr en dirección contraria. Presa del pánico.
—¡AAAAAAHHH! ¡ES HORRIBLEEEEEE! —gritó, perdiéndose por el pasillo—. ¡ES MONSTRUOSO! ¡YO ME LARGO LO SIENTO NO PUEDO!
No todo el mundo podía soportar ver a una araña tan grande como aquella. Con sus patorras peludas. Aquél abdomen de viuda negra. Aquellos quelíceros. La mayoría de personas odiaban los bichos. Insectos, arañas... esas cosas eran repugnantes. Más para una mujer que vivía rodeada de comodidades y que ya tenía reparo cuando veía una de las pequeñas.
· · ·
Después de hacer lo que quisieran hacer en el estadio, Yota y Juro no tuvieron más remedio que volver a sus aposentos para acomodarse. Ya por la noche, después de cenar, unos nudillos golpearon la puerta de entrada.
—¿Se pue o qué? —se escuchó desde afuera. Aún así, el Señor Feudal la empujó igual, y se abrió paso adentro. Gyou-sama cargaba con una bandejita, una tetera y varios vasitos. Yota y Juro sintieron un flashback. El té ardiendo de Kenzou—. ¿Os queréis tomar un té con este viejo mientras discutimos sobre vuestro combate?
El Daimyo del Bosque cerró de nuevo la puerta con la pierna y se acercó tambaleante al sofá donde ambos estaban sentados. Él tomó asiento en una silla de enfrente, y les puso delante un vaso a cada uno. Sirvió el té él mismo.
¡Té frío! ¡Era té frío! No tendrían que preocuparse, como con Kenzou.
—Ahora que estamos los tres aquí —dijo, en voz baja—. Debo confesaros que no habéis venío sólo por un combate de exhibición. Pero no podía arriesgarme a decirle nada al viejo Kenzou, hay muchos oídos, y muchos ojos. —El Señor Feudal tomó su vaso y le dio un buen sorbo—. Ahh. El té verde. Qué delicia, ¿verdad? Está to' bueno. Este lo importo desde La Capital de las Islas del Té. Del mejor distribuidor. Una maravilla, ya veréis.
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5/10/2019, 15:59 (Última modificación: 5/10/2019, 16:00 por Sasagani Yota.)
Nada más verle la cara a la anciana supe que fue un error enseñarle a mis arañas. Por suerte no se trataba de Kumopansa.
—¡AAAAAAHHH! ¡ES HORRIBLEEEEEE! —gritó, perdiéndose por el pasillo—. ¡ES MONSTRUOSO! ¡YO ME LARGO LO SIENTO NO PUEDO!
— Será mejor que me vaya al rincón de llorar
El animal desapareció tal como vino, con su depresión tras comprobar la reacción de Yamauchi, osea desapareciendo en una nueva nube de humo.
— Digamos que no le gusta que la rechacen, es un poco susceptible a eso...
Supuse que la explicación a Juro, pese a todo, era necesaria en aquella situación. Lo mismo lo estaba flipando en colorines.
· · ·
La puerta de la suite empezó a sonar como si unos nudillos anunciaran la llegada de alguien...
«¿Yamauchi-san?»
—¿Se pue o qué?
No, no era Yamauchi, pero yo me levanté en seguida y de pronto me vi de frente con el puto daimyo que había venido a vernos y el tipo estaba preguntando si podía entrar. me faltó tiempo para hacer una reverencia doblando por completo mi espalda. TRraía lo que parecía ser un juego de té.
¿Os queréis tomar un té con este viejo mientras discutimos sobre vuestro combate?
— Esto... claro, como no. Será un placer, ¿verdad que sí, Juro?
«En realidad no, estoy empezando a pillarle fobia al puto té»
Le guiñé el ojo a Juro sin que Gyou se diese cuenta. Pasase lo que pasase, era importante que nos nos viera enfrentados, así que nada de malos rollos ante ese hombre.
—Ahora que estamos los tres aquí —dijo, en voz baja—. Debo confesaros que no habéis venío sólo por un combate de exhibición. Pero no podía arriesgarme a decirle nada al viejo Kenzou, hay muchos oídos, y muchos ojos. —El Señor Feudal tomó su vaso y le dio un buen sorbo—. Ahh. El té verde. Qué delicia, ¿verdad? Está to' bueno. Este lo importo desde La Capital de las Islas del Té. Del mejor distribuidor. Una maravilla, ya veréis.
Estaba dando un sorbo del té que nos había ofrecido cuando precisamente dijo aquello. No pude esconder la sorpresa y rocié las pocas gotas que estaba tratando de ingerir hacía adelante hacía... bueno, hacía el Daimyo.
— Joder, perdón... espere, déjeme ayudarle —tomé alguna servilleta que había sobre la mesa y traté de secar un poco la ropa— No esperaba tanto secretismo, ¿sabe? jeje...
Volví a mi sitio con los nervios a punto de petarme varias arterias.
5/10/2019, 16:59 (Última modificación: 5/10/2019, 17:02 por Eikyuu Juro. Editado 1 vez en total.)
La mujer se puso blanca como la leche, y entonces, se fue corriendo, desapareciendo del lugar. Juro solo esperó que se le pasara pronto, y que no se lo tomara como una especie de ofensa. Bueno, la técnica de Yota no había tenido mucho éxito. Si ocurría esa misma reacción delante de su público, tendrían problemas.
« Solo espero que al Señor Feudal le gusten las arañas... » — se anotó mentalmente el preguntarse a Yamauchi. Cuando no estuviera corriendo despavorida, claro.
Para sorpresa de Juro, la enorme araña de gran tamaño que tanto aterrorizaba a la mujer, habló. Estaba dolida por el rechazo de Yamauchi. A Juro le dio hasta un poquito de pena. Se deshizo en una nube de humo al instante. El marionetista pensó que, si tenía que enfrentarse a ella, no era una mala estrategía para quitársela de encima.
— Si te soy sincero, a mi también me da un poco de cosa — admitió —. Pero nunca me atrevería a ofenderla así. Las arañas también tienen sentimientos.
No necesitaron decir nada más. El resto del día transcurrió, entre preparativos y acciones...
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Por la noche, unos nudillos llamaron a su puerta. Al principio Juro pensó en Yamauchi, y en que quizá había llegado para disculparse. Sin embargo, se le cayeron los hombros al ver al auténtico Señor Feudal ahí, en su puerta, con un juego de té. Juro imitó la reverencia de su compañero, aún atónito.
El hombre les dijo de acompañarles para discutir los detalles del combate. Yota, aun conmocionado, asintió, mirando hacia su compañero. Juro solo pudo asentir también.
— Por supuesto — aclaró Juro, con otra sonrisa. Parecía que Yota había enterrado el hacha de guerra, aunque fuese por un corto periodo de tiempo. Él no iba a sacarla.
Se sentaron. En cuanto Juro tocó el té, pudo ver que a diferencia del de su Kage, estaba frío. Se sintió aliviado, pero solo un poco. No sabía si era por la visita directa, el té o la cara del Señor Feudal, pero esa situación le estaba dando escalofríos.
—Ahora que estamos los tres aquí. Debo confesaros que no habéis venío sólo por un combate de exhibición. Pero no podía arriesgarme a decirle nada al viejo Kenzou, hay muchos oídos, y muchos ojos.Ahh. El té verde. Qué delicia, ¿verdad? Está to' bueno. Este lo importo desde La Capital de las Islas del Té. Del mejor distribuidor. Una maravilla, ya veréis.
Si bien Juro abrió la boca por la sorpresa, Yota decidió escupirle al Señor Feudal. El marionetista se puso rojo como un tomate al verlo.
— L-lo l-lamento m-mucho... — murmuró, haciendo mil y una reverencias en señal de disculpa —. Le ruego que continué.