9/10/2019, 20:15
(Última modificación: 9/10/2019, 20:16 por Aotsuki Ayame.)
—¿Recuerdas lo que nos dijo Yui-sama tras acabar con las Náyades? —le preguntó Ayame a Daruu, mientras removía con cierta parsimonia los jamones de gominola que flotaban sobre su espeso chocolate caliente—. "Pronto tendré una nueva tarea para vosotros" —repitió, imitando lo mejor que supo la voz de la Arashikage—. ¿A qué crees que se refería? —Cogió una de aquellas chucherías y se la llevó a la boca, relamiéndose con gusto.
Era un día frío y, por qué no decirlo, bastante perezoso también. Por esa razón, Ayame había decidido pasar la tarde en la prestigiosa Pastelería de Kiroe con Daruu, refugiándose del frío y degustando una de aquellas deliciosas meriendas de Kiroe. No podía evitarlo; además, no tenía ninguna tarea o misión entre manos que ocupara su tiempo.
Afuera llovía con ganas. Amenokami se estaba descargando a gusto aquel día, y las gotas de lluvia chocaban con fuerza contra los cristales, creando una cortina de agua que dificultaba avistar el exterior más que como una borrosa ilustración de siluetas grises sin forma y dirigiendo una orquesta de sonido ambiental que ahora los envolvía con el repiqueteo de las gotas de lluvia por encima de las voces de las personas que habían tenido la misma idea que ellos. La puerta volvió a abrirse acompañada de un trueno que hizo temblar las cristaleras... y a la propia Ayame.